La verdad fue dicha. La tomé como una pequeña sierpe,
no me matará. Mi corazón no se romperá,
aunque más no sea por el cariño de los que me rodean.
Por él también, en cierta manera. Deja que no sea culpado;
tampoco digamos que me ha dado un honor manchado,
excepto (apenas merece ser nombrado) su corazón.
Se ha ido. La muerte corrupta podría ser
fácilmente vencida, respirando.
Entonces todo su ser hasta mí volvería.
Jamás lo he visto en los cortejos deportivos,
ni lo he cortejado como las inocentes doncellas,
no me importó cuándo caería el precio de la dicha.
Sólo lo amé (cualquier mujer lo haría),
callé mi amor hasta que él lo reclamó,
luego fluí como un torrente por su vida seca.
Fui tan feliz que haría de él una santa bendición,
tan feliz de que haya sido el primero y el mejor,
así como lo fui yo: ambos presas, ambos cazados.
¡Ah, si sólo hubiese sido real!
Si por un sólo año, un mes, o dos,
me hubiese dado amor por amor.
O si me hubiese confesado: la muerte es un hecho;
si abatido hubiese depositado el trono de su corazón.
¡Pobre sustituto! Pues su reina se había ido.
O si hubiese suspirado, cuando sus besos dulces
agitaban mis labios en cálidas caricias,
que él besaba a otra dama como esta, menos amargo sería.
A veces sé que podría lamentar
el engaño, como los niños al soñar,
pero mi angustia es demasiado seca para llorar.
Entonces levanté mi hogar en una tierra extraña;
burlada por un corazón atrapado en la duda,
una esencia que parecía firme, sin embargo tan solitaria.
Y cuando aquel corazón comenzó a helarse (helado permanece),
yo, ignorante, me afané en todas las artes de la mujer,
culpando a mi estúpido dolor; me volqué a todo por él.
Estaba destinado a ser:
El trazo pleno de la agonía fue construido,
y el cáliz amargo de Tántalo me fue servido.
Otra vez digo: Él me dio todo lo que reclamé,
y mis niños jamás deberán avergonzarse,
él es un hombre justo, y vivirá sin culpas.
¡Oh, Dios, Dios! Ruego por pan y recibo piedras,
diariamente descansa mi cabeza
sobre un pecho donde un viejo amor ha muerto.
¿Muerto? ¡Tonta, si nunca has vivido!
Sólo has vaciado las horas como un cadáver frío.
Tampoco has escuchado en la tumba el cuerpo caído.
Él mantendrá a su otra dama lejos,
no se si su rostro es brutal o bello,
sólo sé que era su deleite.
Por lo tanto, mi canto comienza a terminar.
No pienso en las risas o el insulto del mundo.
En este tormento no se oye el consuelo de los amigos,
ni la ciega burla de los enemigos.
Nadie sabe. Nadie escucha.
Conservo algo de mi orgullo,
el suficiente como para levantarme como esposa,
sonreír ante él como cuando era su novia estúpida.
Feliz, mientras los solemnes años pasan de largo,
él pensará con un suspiro, mirando hacia el pasado,
que la otra mujer era la sombra de la que está a su lado.
2 comentarios:
Me ha encantado este poema que denota gran pasion de una alma rota por un amor que muere sin haberla amado ni siquiera un poco...muy bello, besossssss mi querido amigo....
Gracias por tus palabras, es todo un placer que te guste este poema que he decidido compartir.
Besos tiernos.
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