domingo, 22 de enero de 2012

UNA NUEVA VIDA. 21ª Parte: Lukas.




María había abandonado el baile llorando, subió las escaleras para dirigirse a sus aposentos corriendo, mientras que Juan no movió ni un solo músculo, seguía de pie en mitad de la pista de baile sin moverse.
Al ver esta actuación me disculpé ante mi pareja de baile, la doctora Mónica, y me acerqué a Juan.
- ¡Juan!- lo llamé. pero no reaccionaba, estaba como ausente. Lo que hizo que me enfureciera y le dí una bofetada.
- ¡Reacciona Juan!- le grité mientras todos los invitados del baile nos contemplaban.- ¿Es que habéis perdido el juicio?
Juan al sentir mi bofetada, empezó a reaccionar, lentamente se llevó la mano a la mejilla, frotándosela para aliviar el dolor del golpe y una gran sonrisa empezó a dibujarse en su cara.
- ¡Padre, voy a ser Padre!- dijo Juan en un susurro, su rostro parecía iluminarse por la alegría.
- Eso es algo de lo que todos los presentes no hemos enterado.- le dije apoyando mis manos en sus hombros.- ¡Enhorabuena, amigo mio!
- ¡Muchas gracias, Señor!- me agradeció, mientras miraba para todos lados, como quien busca algo.
- ¿Os encontráis bien?- le pregunté.
- Me siento muy dichoso.- me respondió.- Pero, ¿donde se encuentra María?
- Salió corriendo del baile.- le contesté.- Cuando os dio la gran noticia, vos os quedasteis petrificado, y María se fue llorando, debe estar en la alcoba.
- Pero que estúpido he sido.- se recriminó Juan.- He de ir en su busca, tengo que hablar con ella.
- No perdáis más el tiempo.- le dije.- Corred a su lado, María debe estar muy triste.
- Gracias, Señor. Voy a hablar con María inmediatamente.- dijo Juan antes de salir corriendo.
Todos los presentes guardaban silencio contemplando la escena y parecieron respirar aliviados cuando Juan salió en busca de María, y todos sonreían.
- Bien amigos mios, parece que el problema se ha solucionado. Sigamos disfrutando de esta agradable velada y del baile.- les dije a nuestros invitados.- ¡Por favor, un poco de música!- les pedí a los músicos que comenzaron a tocar de nuevo.
Mónica se acercó a mí directamente con paso lento y  muy sonriente,  más que caminar parecía como si danzara, sus movimientos de caderas eran muy sensuales, y me preguntó:
- ¿Continuamos el baile que hace un instante se vio interrumpido?
- Por supuesto, Señorita.- le respondí ofreciéndole mi mano, que Mónica aceptó y comencemos a bailar al ritmo del vals que sonaba en esos momentos.
Durante todo el tiempo que duró el baile Mónica no se separó de mi lado, entre bailes y conversaciones transcurrió toda la velada. La doctora parecía disfrutar mucho de la fiesta, pero como siempre ocurre, todo lo bueno tiene su final. Poco a poco los invitados se fueron retirando del baile y la doctora fue la última en abandonar el baile.
- ¡Muchas Gracias! He disfrutado mucho de la velada de esta noche.- me agradeció Mónica.
- ¡De nada! Yo también he disfrutado de tan agradable compañía.- le dije.
- Espero volver a repetirlo, muy pronto.- exclamó Mónica.- Me lo he pasado muy bien.
- Siempre habrá más fiestas. Buenas noches, y Feliz Navidad.- le deseé en la puerta de la casa.
- ¡Feliz Navidad!- me deseó, Mónica me besó en la mejilla, y me regaló una preciosa sonrisa.
Acto seguido Mónica se subió en su calesa y partió hacia la Villa, hacia su casa. Antes de perderla de vista Mónica se giró para mirarme y se despidió con un movimiento de su brazo, yo hice lo propio, y cuando la perdí de vista, entré en la casa. Menos por el percance de Juan y María, había sido una gran noche, todos los invitados habían disfrutado del baile.
La casa había quedado vacía y en silencio, al subir a la planta superior, para ir a mi alcoba para descansar, me encontré a Juan sentado en ellas, con las manos cubriéndose el rostro y sus codos apoyados en sus rodillas.
- Pero Juan, ¿que hacéis aquí?- le pregunté muy sorprendido al encontrármelo ahí.
- No ha querido escucharme.- balbuceaba Juan.- María no ha querido verme.
- ¿Pero como es eso?- pregunté.
- Ni tan siquiera ha querido abrir la puerta de nuestra alcoba.- me dijo, con sus ojos llenos de lágrimas.
- ¿No ha querido escuchar vuestra explicación?- pregunté.
- No quiere ni verme.- dijo entre sollozos.- María me odia.
- No os preocupéis, todo se arreglará.- le dije, intentando animarlo un poco.- Mañana cuando María este más calmada, podrás hablar con ella.
Ayudé a Juan a levantarse de las escaleras, y lo llevé hasta uno de los cuartos de invitados que estaban vacíos, para que durmiera allí, Juan estaba muy mal, totalmente deshecho y muy deprimido. Tras dejar en la habitación a Juan, encaminé mis paso hacia la alcoba donde se encontraba María, y llamé a la puerta.
- María, soy yo.- le dije a través de la puerta sin alzar mucho la voz.- Por favor, abridme la puerta.
En pocos segundos se abrió la puerta de la alcoba, y pasé dentro. María aún vestía su vestido rojo, una vez me abrió la puerta se metió en la cama acostándose de lado y dándome la espalda. Aunque intentaba ocultarlo vi como las lágrimas rodaban por sus mejillas, María llevaba horas llorando.
- ¿Os encontráis bien?- pregunté.
- Juan no quiere a nuestro hijo.- comentó.
- ¡María! No digáis eso.- le imploré.- Juan necesita hablar con vos para explicarse.
- Si no quiere a nuestro hijo, entonces yo tampoco lo quiero a él.- dijo llorando.
- Pero Juan os quiere, os quiere a vos y al hijo que va a nacer.- le informé.
- ¡Es mentira! No quiere a este hijo.- gritó mientras se acariciaba su abdomen.
- Pero, pero María....
- Por favor.- me interrumpió.- Necesito estar a solas, os lo ruego, no quiero hablar más.
- Si es vuestro deseo.- le concedí.- Descansad esta noche y mañana hablaremos.
Cerré la puerta de la alcoba entristecido, María estaba muy triste y no había podido hablar con ella. Me fui a la cama con la esperanza de que mañana Juan y María hablarán sobre este tema y se arreglará todo, al ser personas a las que quiero mucho, me destroza verlos así, tan tristes y deprimidos, cuando sé que si hablaran todo se arreglaría en un segundo.
Era imposible, no podía dormir, no podía conciliar el sueño, esta situación me tenía muy preocupado, no soportaba ver a María y a Juan así, de esta manera.
- ¿Esta noche no tenéis pensado dormir?- me preguntó Ella.
- Juan y María me tienen muy preocupado.- le respondí.
- Perded cuidado, ellos solucionarán su problema.- me animó Ella.
- ¿Estáis seguro de ello?- le pregunté.
- ¿Que es lo que os dice vuestro corazón?- me preguntó Ella mirándome a los ojos.
- Que,,, que María y Juan serán muy felices con su bebé, y unos padres estupendos.- le respondí totalmente convencido.
- Pues entonces, no os preocupéis tanto.- me dijo sonriéndome y dándome un ligero puñetazo en el hombro.- Todo irá bien.
- ¡Gracias Amor mio!- le agradecí.- Os necesitaba esta noche.
- Pues yo diría que no lo parecía hace un par de horas.- dijo Ella cambiando el semblante de su rostro, ahora estaba como más seria.
Disculpadme, pero no os comprendo.- le dije algo perdido.
- Os habéis divertido mucho en la fiesta.- dijo como enfadada.
- Todos nos hemos divertido.- le informé.- Aunque María y Juan, no tanto.
- Y también estabais muy bien acompañado.- dijo Ella un poco molesta.
- La doctora Mónica estuvo junto a mí casi toda la noche.- le dije.
- Lo he observado durante toda la noche.- Ella parecía muy disgustada.
- Os noto algo enfadada, ¿o acaso estoy equivocado?- le pregunté.
- Yo enfadada, para nada.- dijo Ella irónicamente.
- Estáis celosa, por la doctora.- le dije.
- Yo celosa, de eso nada.- me replicó.
- No podéis engañarme, vos estáis celosa.- le dije.- Estoy seguro de ello.
- Pues si.- dijo enfadada.- No me ha gustado nada lo amigable que habéis estado con la doctora.
- Pero no tenéis porque estar enfadada.- le dije.- De sobra sabéis que vos sois la única mujer de mi vida.
- Pero en ocasiones llego a pensar que algún día os olvidaréis de mí.- dijo apenada.
- Eso nunca.- le dije besándola.- Como olvidarme de vos, sois la única dueña de mi corazón.
- Pero podría ser que algún día una joven chica os volviera a robar el corazón.- añadió Ella.
- ¿Acaso os he dado alguna vez motivos para que dudéis de mi amor por vos?- le pregunté clavando mi mirada en sus ojos color esmeralda.
- No, nunca.- contestó después de pensarlo unos segundos.- Perdonadme, los celos me han cegado.
- No os preocupeis por ello.- le dije.- Seguramente yo hubiese actuado igual.
- ¿Vos también sois celoso?- preguntó Ella sonriendo de nuevo.
- Si mucho,,,, soy muy celoso.- le dije en tono burlón.
- Lo he preguntado en serio.- dijo Ella.
- Yo creo que toda persona enamorada es celosa. Lo demostremos o no, todos somos celosos.- le dije en tono más serio.- Y yo estoy muy enamorado.
Ella se tumbó sobre mí mucho más contenta, apoyando su delicada cabeza sobre mi pecho.
- ¡Cariño!- llamó mi atención.- ¡Feliz Navidad!
- ¡Feliz Navidad, Amor mio!- le deseé yo también.
Y en pocos minutos mis ojos se cerraron agotados por el largo día vivido, y Ella durmió conmigo en esta mágica noche.

A la mañana siguiente me desperté y un delicado sonido llamó mi atención, me acerqué al balcón y al asomarme pude observar a través del cristal que estaba lloviendo. El sonido de las gotas de lluvia al caer sobre los cristales de la puerta del balcón era un sonido muy relajante. Los días lluviosos siempre han sido muy relajantes para mí, y no son muchos los días de lluvia que uno puede disfrutar en Andalucía. Pero al mismo tiempo llegué a pensar que eran lágrimas del cielo, que el cielo lloraba por alguna causa, y en mi mente volvió a reproducirse lo pasado en la noche anterior, lo ocurrido con Juan y María.

Me arreglé un poco y bajé al comedor para tomar el desayuno. En el comedor me encontré con Carlos y Juan desayunando, Carlos estaba tomando un vaso de leche caliente, pero Juan solo meneaba su café con la cuchara, sin dejar de mirar la taza de café.

- ¡Buenos días!- les saludé a ambos.
- ¡Buenos días, Padre!- me saludó mi hijo, con una sonrisa.
- ¡Buenos días, Señor!- el saludo de Juan fue más frío, y lo dijo si dejar de contemplar la taza de café.
- ¿Os encontráis bien?- le pregunté a Juan.
- No podré encontrarme bien hasta que no hable con María.- Juan alzó la mirada para responderme y pude contemplar unas lágrimas en sus ojos.
En esos momentos, se escucharon unos pasos detrás de mí, era María que hacía su aparición en la puerta del comedor, una fina bata de seda cubría su cuerpo, en su rostro se podía contemplar que había pasado la noche en vela, y lo más seguro es que la pasara llorando.

- ¡Buenos días, María!- le dije girándome para poder verla.
- ¡Bue..., buenos días!- me saludó con un hilo de voz, pero sin mirarme a la cara.
- ¡María!- gritó Juan levantándose de su asiento.

María miró a Juan a la cara, sin decir nada, su expresión era una mezcla de decepción y de enfado. Después de mirarse ambos a los ojos durante unos segundos, las lágrimas aparecieron en los bellos ojos de María y salió corriendo, saliendo al jardín cuando aún seguía lloviendo, huyendo del comedor.

- ¡María, por favor, necesito hablar con vos!- le gritó Juan, pero María seguía corriendo.
- ¡A que esperáis, id tras ella!- aconsejé a Juan, mientras Carlos contemplaba la escena extrañado.

Juan corrió tras María hasta que la alcanzó en mitad del jardín, la cogió del brazo y la giró para poder hablarle a la cara, mientras la sujetaba por los hombros.

- ¡Soltadme, soltadme!- María golpeaba repetidamente el pecho de Juan intentando librarse de él.
- ¡No pienso soltaros hasta que me escuchéis!- le dijo Juan.- Tranquilizaos un momento y escuchadme.
- ¡No quiero, no quiero!- gritaba María sin dejar de golpear a Juan.- No me queréis ni a mí, ni a nuestro futuro hijo.
- Eso no es cierto.- le dijo Juan estrechándola contra su pecho, evitando que María siguiera golpeándole.- Os amo más que a nada en este mundo, y con la noticia de nuestro futuro hijo me habéis hecho inmensamente feliz.
- Pero vuestra actuación de anoche, me decía todo lo contrario.- se quejaba María.
- Lo sé, mi actuación de anoche no fue todo lo ideal que debía haber sido.- le dijo Juan muy apenado.- Pero os pido que me dejéis explicaros, por favor escuchadme.
- Esta bien os escucho.- le otorgó María no muy convencida.
- Gracias querida.- le agradeció Juan.- Cuando me disteis tal noticia, me quedé totalmente petrificado, como si el tiempo se hubiese detenido para mí. No escuchaba, vi veía lo que tenía a mi alrededor. La noticia me hizo inmensamente feliz, pero a la vez era incapaz de reaccionar o decir nada, no sé que fue lo que me pasó, no tengo la menor idea de porque actué de esa manera, es algo que no llego a comprender. Pero en absoluto puedo odiaros a vos o a nuestro hijo, como odiar a lo más importante de mi vida, no niego que esto me asuste un poco,,,¡voy a ser padre!,,, no sé si seré un buen padre o un mal padre, pero os puedo asegurar que lo intentaré, intentaré ser el mejor padre posible para nuestro hijo,,, o hija. Os ruego que me perdonéis, sé que no hice bien, pero por favor, nunca dudéis de mi amor por vos, ni de mi amor por esa criatura que nacerá pronto.
- ¿Es cierto todo eso?- preguntó María con los ojos muy abiertos.
- Si, que lo es, os lo juro.- le respondió Juan.- Solo pude reaccionar cuando el Señor me dio una bofetada.
- ¿Os abofeteó?- preguntó muy sorprendida y a la vez divertida.
- Si, bien fuerte.- contestó Juan, muy sonriente recordando tal escena.- Y cuando volví en mí, ya no estabais a mi lado.
- Al veros así pensé que no os agradaba la idea de tener un bebé.- dijo María.- Lo que me dolió tanto que me fui corriendo.
Perdonadme.- le pidió Juan.- Si es necesario os pediré perdón mil veces.
- No es necesario tantas veces.- le dijo María a Juan.- Os perdono.
- ¡Gracias Cariño!- Juan levantó a María por los aires, y comenzó a girar sobre si mismo.
- ¡Deteneos!- gritó María riéndose.- Soy una mujer embarazada, ahora debo cuidarme un poco.
Jajajajaja.... ¡Voy a ser Padre!- gritó Juan a la vez que dejaba a María en el suelo y la besó con mucha dulzura y ternura.



Carlos y yo estuvimos contemplando toda esta escena desde el porche, y cuando los vimos abrazarse y besarse supimos de inmediato que todo se había solucionado, lo que nos produjo una gran alegría. Juan y yo nos dimos un abrazo para celebrar toda esta alegría.

Allí estaban los dos, María y Juan, bajo la lluvia, abrazados y besándose, sin pensar en nada más, pero totalmente empapados, hechos una sopa, lo que no es muy bueno para su salud.

- ¡Eh, tortolitos!- le grité a la parejita desde el porche.- Si seguís ahí, vais a coger un resfriado, entrad adentro.
- Cuanta razón tenéis.- me gritó María dejando de besar a Juan.

Ambos caminaron hacia la casa, pero sin dejar de abrazarse, al llegar a donde estábamos Carlos y yo se detuvieron un momento.

- Todo se ha solucionado.- me informó Juan.
- Me alegro mucho por vosotros.- les dije.
- Gracias.- me agradeció María.- Gracias por ese bofetón que le disteis a Juan.
- De nada, lo creí necesario.- le dije.- Subid a vuestra alcoba y cambiaros de ropa, o acabaréis acatarrados.

Los dos siguieron su camino y subieron a su habitación cara secarse y cambiarse de ropa.

Durante los siguientes meses María seguía trabajando como la directora del Colegio, en ocasiones le pedía que bajara su ritmo, que debía cuidarse más, por su embarazo, pero María es muy cabezota y quería seguir como si nada, incluso cuando su embarazo ya esta muy avanzado. En muchas ocasiones teníamos que obligarla a descansar, menos mal que Soledad y Encarna solían ayudarme a convencerla para que se tomara la vida con más calma.

Durante estos meses eran muy frecuentes las visitas de Mónica, lo más natural del mundo, puesto que la doctora Mónica se estaba ocupando del embarazo de María. Pero no solo venía a ver a su paciente, era muy habitual que la doctora se quedara a almorzar o a cenar, o cuando estaba más ocupada a tomar un simple aperitivo, siempre me he comportado como un buen anfitrión, y seguiré con esta costumbre.

La doctora Mónica es una joven muy atractiva y muy divertida, y conmigo se comportaba muy cariñosamente. Es una chica muy coqueta, lo que en ocasiones solía ponerme algo nervioso, tenía ese don, el de ponerme nervioso, y siempre se despedía de mí con un abrazo y un beso. Todo este comportamiento de Mónica me hacía sospechar que ella estaba interesada en mí, que Mónica se estaba enamorando de mí.

Este comportamiento de la doctora ponía a Ella muy celosa, lo que me acarreaba ciertos problemas con Ella, aunque una vez que le explicaba que yo solo tenía ojos para Ella, y que Ella era la única mujer que tenía cabida en mi corazón, las aguas volvían a su cauce. Ella no tenía porque dudar de mi amor, sabía exactamente cuales eran mis sentimientos hacia Ella y que esos sentimientos no cambiarían nunca, por muchas bellas mujeres que se cruzasen en mi vida.

Pero todo esto me planteaba un dilema, como desengañar a la doctora, pero sin hacerla sufrir, es una buena chica y no quisiera que sufriera por mi culpa. Y una tarde en la que la doctora vino a casa a visitar a María para controlar su estado, creí que era la mejor oportunidad para tratar este asunto. Mónica y yo estábamos en la salita disfrutando de una copa de vino, los dos a solas, como siempre se comportaba de una manera muy especial conmigo.

- Mónica, ¿qué es lo que sentís por mí?- le pregunté directamente en mitad de nuestra conversación.
- Bueno,...- dudó un poco, la pregunta le cogió por sorpresa.- Creo que estoy... enamorada de vos.
- Comprendo.- le dije.- Era algo que ya sospechaba.
- ¿Y vos, sentís lo mismo por mí?- me preguntó clavando sus hermosos ojos en los míos.
- Sois una dulce y bella jovencita, pero no estoy enamorado de vos.- le respondí claramente, sin rodeos.- Lamento no corresponderos. 
- ¿No os gusto?- preguntó con tristeza Mónica.
- No es eso, querida.- le respondí.- Es tan solo que mi corazón está ocupado por otra persona.
- Pero, nunca os he visto acompañado por ninguna dama.- comentó la doctora cuando las lágrimas asomaban en sus ojos.
- Es justo por eso mismo.- le repliqué.- En mi corazón solo hay sitio para una persona, aunque esa persona esté muerta, nadie podrá ocupar su lugar.
- ¡Pero yo os amo!- lloraba la joven.
- Pero me es imposible corresponderos.- le dije.- Os merecéis a alguien que os ame con la misma intensidad con la que vos amáis. Un chico incluso más joven que yo.
- Pero nuestra diferencia de edad no me importa.- dijo la muchacha.- Tan solo sois mayor que yo unos siete u ocho años.
- Vos sois una chica con mucha energía y muy alegre.- le comenté.- Yo soy más tranquilo, no podría seguir vuestro ritmo, necesitáis a alguien con más vigor que yo.
- ¿No os voy a convencer de ninguna manera?- preguntó Mónica con lágrimas rodando por sus mejillas.
- Me temo que no.- le respondí de forma tajante.
- En ese caso será mejor que me marche de esta casa para siempre.- dijo girándose para marcharse.- Lo mejor será que otro doctor se ocupe del embarazo de María.
- ¡No!- le dije sujetando su mano.- No quiero esto, vos sois la médico de María y deseo que sigáis siéndolo. Además sois una buena amiga y no quisiera perderos como tal.
- Está bien, aunque me duela seguiré visitando a María.- dijo antes de irse de la casa.

Mónica se marchó llorando, pero sé que en el fondo era lo mejor para ella, estaba convencido de que había obrado bien, no podía permitir que la doctora siguiera con esos sentimientos hacia mí, cuando yo no podía corresponderla.

- Ha sido duro para ella.- me dijo Ella, apareciendo en la salita.
- También lo ha sido para mí.- le dije.- No soportaba ver a la doctora tan afligida.
- Pero ha sido lo mejor.- comentó Ella.- Si lo hubieseis dejado más tiempo, hubiese sido mucho peor.
- Si, lo sé.- le repliqué.- Pero eso no hace que me sienta mejor.
- Vuestro corazón siempre tan noble. Sois una gran persona.- me dijo Ella.- Siempre os preocupáis por los demás.
- Gracias por vuestras palabras, Cariño.- le dije.
- Yo siempre os apoyaré.- replicó.- Siempre estaré con vos.
- Lo sé, sé que puedo contar con vos siempre.- le dije.
- Admito que me ponía muy celosa cada vez que la doctora Mónica se acercaba a vos.- declaró Ella.
- Pero sabéis de sobra, que no tenéis nada que temer.- le dije.- Solo os amaré a vos.
- De eso no me cabe la menor duda.- comentó.- Por eso me siento un poco avergonzada por ser tan celosa.
- Pero si con esa actitud solo demostráis el amor que sentís por mí.- le dije a Ella dándole un beso.- No tenéis porque avergonzaros por tal cosa.
- ¡Gracias, Amor mío!- me agradeció Ella devolviéndome el ósculo.

Las cosas volvieron a la normalidad en la casa, la doctora seguía viniendo para visitar a la embarazada, pero su actitud conmigo había cambiado un poco, se comportaba como una buena amiga, pero no tan cariñosamente como lo hacía antes, lo que me agradaba mucho, incluso llegó a mis oídos que la doctora tenía un pretendiente, y parecía que a la doctora tal pretendiente no le era indiferente, se le veía más alegre y contenta, y eso es algo que me alegraba mucho.

El tiempo fue pasando y antes de acabar el curso escolar María tuvo que dejar sus tareas como directora pues ya le era imposible realizar estas tareas por la cercanía del parto. Y justo cuando apenas quedaban un par de días para el final del curso, cuando me encontraba dando clases en el Conservatorio un criado de la Hacienda me llegó con la noticia de que María se había puesto de parto. Corrí hacia la casa para estar lo más cerca posible de María y Juan en estos momentos.

- ¿Como está?- pregunté a Juan que esperaba en la puerta de la alcoba muy nervioso.
- Está a punto de dar a luz.- contestó.- La doctora Mónica está con María en estos momentos.

Pocos minutos después llegaron Carlos, Annabella, algunos profesores y alumnos del Colegio y Conservatorio, la noticia había corrido como la pólvora en el Centro de estudios y todos estaban interesados por saber cual era el estado de María y del bebé, la inmensa mayoría se quedaron esperando en la calle para no molestar. De la alcoba entraba y salía algunas de las doncellas con vendas, toallas, agua caliente..., lo que hacía que Juan y yo estuviésemos cada vez más nerviosos, parecía que las cosas no iban bien, y más cuando escuchábamos a María gritar de dolor. En un momento salió Mónica de la alcoba, con sus manos teñidas de sangre.

- ¿Que pasa?- preguntó Juan con los nervios a flor de piel.
- No les voy a engañar.- confesó la doctora.- El parto es complicado.

Juan se dejó caer de rodillas llevándose las manos al rostro y comenzó a llorar, yo intentaba animarle y darle esperanzas, diciéndole que todo saldría bien.

- No os preocupéis, haré todo lo que está en mis manos.- nos dijo la doctora.- Voy a salvar a la madre y al bebé, pero voy a necesitar algo de ayuda.

Soledad y Encarna que se encontraban presentes, se presentaron voluntarias para asistir a María en el parto, y Mónica aceptó su ayuda. Las tres mujeres entraron en la alcoba, mientras los demás esperábamos fuera. Juan lloraba desconsoladamente y rezaba arrodillado pidiendo por su esposa y su hijo. Yo estaba tan angustiado como lo estaba Juan, pero debía ser fuerte por él, debía animarle y darle fuerzas. Los gritos de María se escuchaban a través de la puerta y en varias ocasiones Juan quiso entrar en la habitación, y entre varios teníamos que detenerle para que no molestase a la doctora en su trabajo. Tras hora y media de incertidumbre los gritos de dolor de María cesaron y de repente se escucharon los llantos de un bebé.

La dicha inundó nuestros ánimos, ya había nacido el bebé. Y la noticia llegó hasta la gente que esperaba afuera, las risas y gritos de alegría llenaron la Hacienda, pero la puerta de la alcoba seguía cerrada, hasta que unos minutos después, Soledad abrió la puerta y nos permitió a Juan y a mí entrar en la habitación. En la puerta nos atendió la doctora.

- El parto ha sido muy complicado y muy duro para la madre.- nos informó.- Les pido que no molesten mucho a María, ha perdido mucha sangre y necesita descanso.
- Gracias, Mónica.- le agradecí ya que Juan era incapaz de hablar.

Los dos nos acercamos a la cama donde descansaba María y en sus brazos sostenía a un niño precioso de piel sonrosada, las sábanas de la cama estaban manchadas de sangre y se podía ver la preocupación en el rostro de Juan. Al vernos María nos sonrió, se le veía muy debilitada y empapada en su propio sudor.

- Mi Amor este es nuestro hijo.- le dijo a Juan mostrándole al pequeño.
- Nuestro hijo, es nuestro hijo.- gritaba Juan de alegría, cogiendo al bebé en brazos.
- Es un niño.- nos informó María.
- Un niño fuerte y muy guapo, como su madre.- dijo el feliz padre.
- Quisiera que el niño se llame Lukas.- pidió María.
- Vos sois la madre, y se llamará como deseéis.- le concedió Juan.
- Gracias Juan, seréis un gran padre.- dijo María y acto seguido cerró lentamente los ojos.
- ¡María, María!- la llamaba Juan a gritos, mientras sostenía al pequeño Lukas en sus brazos.
- ¡Mónica, por favor, venga rápido!- grité yo angustiado, al ver a María en tal estado.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

ohhhhh que emocion maria a tenido un bebe!! que hermoso!! y yo emocionada porque mi mejor amiga va a tener uno!! :d me ha encantado el capitulo!!! ya veo que ella si lo cela!! ehh! pero cuando hay amor hay celos!! de eso no se puede hacer nada!! y la doctora monica!! mmmm!! hay q ver!! un besaso para ti :*

BATOOSAHI dijo...

¡Hola, Lady Lei! Es un placer verte por mi Rincón, y gracias por tus palabras, sabes que me encanta leer los comentarios!!!

Un besazo, eres un Sol!!!!

Arwen dijo...

Muchas gracias por visitarme en la Dama...ahora no puedo leerlo porque me voy al hospital que esta mi mami ingresada pero cuando pueda me pasare...besosssss eternos...

BATOOSAHI dijo...

No hay prisa querida Arwen, lo más importante en estos momentos es la salud de vuestra madre, deseo de todo corazón su pronta recuperación,,, un beso.