domingo, 30 de junio de 2013

ALLÍ PASA LA GENTE INDIFERENTE, DE A. E. HOUSMAN.


 
 
Allí pasa la gente indiferente,
aquellos que llaman a sus almas propias,
allí por el camino donde vago
como un solitario y ocioso espíritu.

Ah, pasando la rompiente de las olas,
en mares que no puedo abarcar
con mi alma, mi corazón, y mis sentidos,
el mundo infinito es ahogado.

Su locura no tiene cuerpo,
debajo del azul del día,
que brinda al hombre y la mujer
el dulce exilio de sus espíritus.

Allí, las flores no lo consuelan;
del este al oeste de la tierra,
yace perdido eternamente
el corazón fuera de su pecho.

Aquí, por el laborioso sendero,
con las manos vacías camino:
Hasta que en la mañana trágica
vea los despojos de mi propia esperanza.

miércoles, 26 de junio de 2013

UNA HIJA DE EVA, DE CHRISTINA GEORGINA ROSSETTI.


Una ingenua fui por dormirme al mediodía,
y despertar cuando la noche es helada
debajo de la confortable y gélida luna;
ingenua por desgarrar mi rosa con delirio,
ingenua por vislumbrar apenas mis lirios.

Mi pobre jardín no he conservado,
se desvaneció al ser abandonado,
entonces lloré como nunca he llorado:
Era invierno cuando en sueños me envolví,
y es verano cuando ahora despierto.

Habla cuanto quieras de la futura primavera,
sobre algún cálido y dulce mañana:
Desnuda de esperanzas y absolutos,
sin nada para reír, nada para cantar,
me siento a solas con el Dolor.

miércoles, 19 de junio de 2013

EL SECRETO DE LA DONCELLA, DE ELLA WHEELER WILCOX.


He marcado este día en lo profundo de mi corazón
como la más dulce de las jornadas;
-Separado del resto de mis tristes horas,
Aunque no diré la razón, por ahora,
pues ese es mi Secreto- No debo decirlo;
sin embargo, los cielos son suaves y tiernos,
y nunca antes, lo sé muy bien,
la Tierra se llenó de tanto esplendor.

Canto en mi labor a lo largo del día,
mi corazón es ligero como una pluma,
y hay una razón para mi alegre canción,
más allá de la belleza de la estación.
Pero no os lo diré, aunque sensible sea
la corteza del arce, gritaría en voz alta si pudiese;
Pero lo sé, él no tiene el don de la palabra.

Donde mis dedos de niña cosían, llegó Uno
que me arrulló con las más bellas historias,
Él dijo que mis cabellos le fueron arrebatados al sol,
y mis ojos a la mañana gloriosa.
Abuela dice que no debo creer
las amargas palabras del hombre, pues son odiosas;
Pero estoy segura de que sus labios no engañan,
y nada fuera de su cálida melodía realmente importa.

Anoche estaba triste, y el mundo me parecía
una vivienda solitaria y sombría;
pero entonces nadie me había pedido que sea
la pálida musa de sus días.
¡Él existe ahora! Más debo callar,
sellar mis labios ante la pasión impía,
silenciarlos aunque la pena me consuma.
Y ningún mortal sabrá entonces,
porqué mi corazón es ligero como una pluma.

domingo, 16 de junio de 2013

Y LA MUERTE NO TENDRÁ DOMINIO, DE DYLAN THOMAS.

 
 
Y la muerte no tendrá dominio.
Muerto es desnudo, todos serán uno
con el hombre en el viento y la luna occidental;
cuando sus huesos estén limpios
y limpios sus huesos se hayan ido,
tendrán estrellas en los codos y pies;
aunque vayan locos serán cuerdos,
aunque se hundan en el mar se elevarán,
aunque se pierdan los amantes el amor no,
y la muerte no tendrá dominio.

Y la muerte no tendrá dominio.
Bajo las vanas corrientes del océano
ellos yacen a lo largo sin morir en vano,
torciéndose cuando los nervios acechan,
atados a una rueda, ellos no se quebrarán;
la fe en sus manos nunca se romperá,
y el unicornio correrá entre los males;
separando todo jamás se desarmarán;
y la muerte no tendrá dominio.

Y la muerte no tendrá dominio.
las gaviotas ya nunca clamarán en sus oídos,
ni las olas romperán sonoras sobre la costa;
cuando brote un capullo la flor no alzará
la cabeza a los golpes de la tormenta;
aunque sean dementes y muertos como clavos,
líderes de los martillados entre margaritas;
descansando al sol hasta que el sol descanse,
y la muerte no tendrá dominio.

jueves, 13 de junio de 2013

ELLA SE SENTÓ Y CANTÓ, DE CHRISTINA GEORGINA ROSSETTI.


Ella se sentó y cantó siempre,
junto a las orillas verdes del arroyo,
viendo a los peces saltar y jugar,
bajo el alegre rayo del sol.

Yo me senté y lloré siempre,
bajo lo más sombrío de la luna,
viendo los capullos de mayo,
bañando con lágrimas el arroyo.

Lloré por la memoria;
ella por la esperanza:
mis lágrimas se ahogaron en el mar,
su canción murió en el aire.

domingo, 9 de junio de 2013

ULALUME, DE EDGAR ALLAN POE.


Los cielos estaban cenicientos y lúgubres.
Los follajes crispados y huraños.
Las hojas marchitas y secas.
Era una noche del solitario octubre,
del más inmemorial de los años.

Fue cerca del oscuro lago de Áuber,
en la región brumosa de Weir,
junto a la ciénaga brumosa de Áuber,
en el bosque embrujado de Weir.

A través de un paseo titánico de cipreses
vagaba yo en soledad con mi alma;
de cipreses, con Psiquis, mi alma.
Mi corazón era entonces volcánico,
como las escorias que ruedan en los ríos,
como las lavas que ruedan intranquilas

En las sulfúreas corrientes del Yaanek,
en los últimos climas del polo
que gimiendo mientras bajan rodando el monte Yaanek
en los reinos del polo boreal.

Nuestra charla había sido grave y moderada,
pero nuestros pensamientos estaban paralizados y marchitos;
nuestros recuerdos, inciertos y gastados,
pues no sabíamos que el mes era octubre
ni advertimos la noche del año
(¡Ah, noche entre todas las noches del año!)
No vimos el oscuro lago de Áuber
(aunque ya habíamos bajado por allí).
No recordamos la húmeda ciénaga de Áuber
ni el bosque embrujado de Áuber.

Y entonces, cuando la noche envejecía,
cuando el cuadrante astral señala la mañana,
al fin de nuestra senda,
un lácteo fulgor nacido
fuera del cual un milagroso creciente
se alza con doble cuerno:
El creciente diamantino de Astarté
claro y con su doble cuerno.
Y le dije: "Es más tibia que Diana:
Flota en un éter de suspiros,
ríe en una región de suspiros:
Ella ha visto que las lágrimas no se secan,
aquellas mejillas donde los gusanos nunca mueren,
y ha pasado por las estrellas del león
para señalarnos la senda de los cielos
de la paz leteana del cielo;
sube a pesar del león
brillando sobre nosotros con su mirada confiada,
sube sin temer el cubil del león,
¡con amor en sus ojos radiantes!

Pero Psiquis, levantando su dedo dice:
"De esa estrella, oh mortal, desconfía:
De su extraña palidez yo desconfío.
¡Oh!, ¡apresúrate! ¡No meditemos!
¡Oh!, ¡vuela! ¡Ven!, huyamos; debemos hacerlo"
aterrorizada habló, dejándome por el polvo.
Todavía ellos, apesadumbradamente, las arrastraban por el polvo.

Yo contesté: "Esto no es nada sino un sueño;
sigamos su trémula luz;
sigamos bañándonos en su cristalina luz;
en su sibilino esplendor está brillando
la esperanza y la belleza de esta noche.
¡Veo sus alas subir al firmamento a través de la noche!
Confiémonos en su resplandor
y con seguridad nos llevará felizmente.
¡Confiémonos en un resplandor
que no puede sino guiarnos con acierto
cuando sube al cielo en medio de la noche!"

Así calmando a Psiquis, la besé,
intenté alejar su melancolía
y vencí sus escrúpulos y tristeza;
pero estábamos parados a la puerta de una tumba;
cerca de la puerta de una legendaria tumba.
Y yo dije: "¿Qué lees, dulce hermana,
en la puerta de esa legendaria tumba?"
Y ella dijo: "Ulalume, Ulalume.
¡Es la tumba de tu perdida Ulalume!"

Sentí mi corazón lúgubre y yerto
como cuando las hojas se crispaban,
como cuando las hojas estaban marchitas y secas.
Y yo grité: "¡Será seguramente octubre!"
Fue una noche idéntica, hace un año
cuando viajé, cuando descendí hasta aquí,
llevando una terrible carga.
¡Aquella noche, aquella noche del año!
¡Oh!, ¿qué demonio me trae hasta aquí?
Reconozco la ciénaga de Áuber
y la región brumosa de Weir;
bien conozco ahora que ésta es la ciénaga de Áuber
y aquél el embrujado bosque de Weir.

miércoles, 5 de junio de 2013

EL SILENCIO DEL MAR, DE MARIO BENEDETTI.

 

El silencio del mar 
brama un juicio infinito 
más concentrado que el de un cántaro
más implacable que dos gotas

ya acerque el horizonte o nos entregue
la muerte azul de las medusas
nuestras sospechas no lo dejan

el mar escucha como un sordo
es insensible como un dios
y sobrevive a los sobrevivientes

nunca sabré que espero de él
ni que conjuro deja en mis tobillos
pero cuando estos ojos se hartan de baldosas
y esperan entre el llano y las colinas
o en calles que se cierran en más calles 
entonces sí me siento náufrago
y sólo el mar puede salvarme.