sábado, 31 de marzo de 2012

PREMIO CONCEDIDO.


He de darle las gracias a Adis, por concederme este premio en cadena. Mucha gente lo ha recibido ya, y como consecuencia de recibirlo hay que contestar a ciertas preguntas sobre uno mismo y concederlo a 6 personas para que hagan lo mismo.

 ¿DE DONDE ERES?

Soy de Andalucía, en España.

¿QUE SUELES VER EN LA TELEVISIÓN?

No veo mucho la tele, pero lo que más veo son películas.

 ¿QUÉ TIPO DE ENTRADAS SUELES HACER?

Sobretodo de música y cosas que me gustan leer, lo que más poesía.

¿CUANTO TIEMPO LLEVAS EN EL BLOG?

Cerca de dos años, como pasa el tiempo.

¿TE GUSTAN LAS REDES SOCIALES?

Suelo usarlas muy a menudo, unas más que otras.

¿QUÉ ESTÁS ESTUDIANDO?

Mi edad de estudiante ya pasó, pero me gusta mucho aprender cualquier cosa.

¿EN QUÉ TE GUSTARÍA TRABAJAR CUANDO SEAS MAYOR?

En el trabajo perfecto,,, que sería: TRABAJO- De Jubilado; SUELDO- De Ministro; Y VACACIONES- De Maestro,,,,, jejejejejeje.... Donde hay que firmar.

¿QUÉ TIPO DE COMIDA TE GUSTA?

Como buen español el jamón y la comida mediterranea, pero también la oriental, la italiana, la mexicana, bueno me gusta toda, mientras que esté buena.

¿QUÉ HACES EN TU TIEMPO LIBRE?

Pasear con mi perro, leer poesia y Fics, navegar por internet y disfrutar con los amigos.

¿CUAL ES TU ESTADO CIVIL?

Sentimentalmente hablando estoy hecho un lio,,,, pero estoy soltero.

¿COMENTAS EN LOS DEMÁS BLOGS?

Si, es lo mínimo después del trabajo de los blogueros en sus blogs, así se les agradece lo que hacen.

¿CUAL ES TU MÚSICA FAVORITA?

Me gusta mucho escuchar música, dependiendo del estado de ánimo, lo mismo clásica, que disco, rock, pop, metal,..., me gusta toda.

¿ME DICES UNA CANCIÓN?

Una que últimamente tengo muy metida dentro y que suelo escuchar mucho es "YO TE ESPERARÉ", de El Cali y El Dandee,,,, sigo esperando, aunque ya no sé lo que espero.


Y ahora toca conceder este premio a 6 personas, he intentado elegir a 6 que no lo hayan recibido antes, así que no se enfaden, que me hubiese gustado mandárselo a todo el mundo. Los seleccionados son:


Perdónenme los demás,,, tan solo podía elegir a 6.

miércoles, 28 de marzo de 2012

EL ÚLTIMO DÍA, DE EDWARD YOUNG.



Tarde o temprano, en alguna fecha futura,
(un secreto terrible en el Libro del Destino)
esta hora será sólo en el arcón de la sabiduría,
cuando diez mil cosechas se hayan elevado;
cuando las escenas cambien en esta Tierra que gira,
los viejos imperios caerán, dando a luz a otros;
mientras otros Borbones reinan en otras tierras
y (si el pecado del hombre no lo prohíbe) otras Anas;
mientras todavía el cansado mundo transita
los mismos senderos que otros han caminado,
irreflexivos, como los que ahora corren por sus laberintos
de polvo disuelto, o de un sol extinguido;
(¡Vosotros, mundos sublunares, despertad, despertad!
¡Vosotros, reyes de las naciones, escuchad y temblad!)
Espesas nubes de oscuridad surgirán un día;
una noche repentina dominará el reposo del planeta,
vientos impetuosos desgarrarán los bosques;
las montañas eternas, como sus cedros, cederán,
el valle escuchará los rugidos del océano
rompiendo las cadenas de sus costas;
una mancha de sangre crecerá en la luna de plata,
las sombras invadirán el círculo del sol;
de la intimidad del cielo rodarán los truenos incesantes,
y su eco profundo atronará en los polos.

martes, 27 de marzo de 2012

EL PASADO, DE PERCY BYSSHE SHELLEY.


¿Olvidarás las horas felices que enterramos
en las dulces alcobas del amor,
hacinando sobre sus fríos cadáveres
los ecos efímeros de una hoja y una flor?
Flores dónde la alegría cayó,
y hojas dónde aún habita la esperanza.

¿Olvidarás a los muertos, al pasado?
Todavía no son fantasmas que puedan vengarse;
recuerdos que hacen del corazón su tumba,
lamentos que se deslizan sobre la penumbra,
susurrando con horribles voces
que la felicidad sentida se convierte en dolor.

domingo, 25 de marzo de 2012

A LA IMAGINACIÓN, DE EMILY BRONTË.


Cuando agotados de la extensa jornada,
y del terrenal cambio del dolor por el dolor,
perdida, dispuesta a la desesperación,
tu cálida voz me convoca de nuevo;
mi sincero amigo, nunca estoy sola
si tu presencia y ese tono me acompañan.

Sin esperanzas descansa el mundo sin tí,
el mundo sin este doble de mí;
tu mundo de astucias, odios y duda,
de frías sospechas sin lugar,
donde tú, yo y la Libertad
disfrutan una soberanía muda.

Lo que importa es que todo alrededor,
peligro, angustia y oscuridad,
no rompen las cadenas de nuestra soledad
donde habita el cielo en su esplendor,
alimentado por diez mil rayos eternos
de soles que no han conocido el invierno.

La Razón sin dudas habrá de objetar
por la triste realidad de la naturaleza,
explicando que el sufrimiento del corazón es vano,
y que sus preciados sueños deben perecer;
la Verdad con rudeza busca asolar
las flores de la fantasía que tímidas asoman.

Pero tú siempre serás el que trae
las cerradas visiones que retornan,
el aliento de nuevas glorias caídas en primavera,
llamando a la vida de la muerte,
susurrando con la divina voz
de un mundo real y brillante como tú.

No confío en la dicha de tu fantasma,
pero en las horas quietas de la noche,
con un incesante agradecimiento
te doy la bienvenida, bendito aliento,
fiel asistente de los humanos deseos,
la más brillante esperanza
allí donde la esperanza muere.

sábado, 24 de marzo de 2012

INGRATA BELLEZA AMENAZADA, DE THOMAS CAREW.


Entiende, Celia, ya que en tí encarna el orgullo,
fui yo el hacedor de tu renombre;
pues vivías desconocida hasta entonces
en la olvidada corona de las bellezas comunes,
aún no había exhalado en versos tu nombre,
y las alas de la fama ya acariciaban tus velos.

Matar no es una de tus inclinaciones,
urdí tu voz y esculpí tus ojos;
tus ternuras y tus gracias son mías;
tu eres mi estrella
brillando en mi propio cielo;
y ningún dardo de tu vana esfera
caerá sobre los que a ti se sometan.

Tentarme con incertidumbres ya no podrás,
lo que yo he creado lo puedo deshacer;
que los tontos adoren tus místicas formas,
yo conozco tu forma mortal;
los sabios poetas que tejen la verdad en cuentos
también te conocieron, envuelta en los mismos velos.

miércoles, 21 de marzo de 2012

DÍA MUNDIAL DE LA POESÍA.



HOY ES EL DÍA MUNDIAL DE LA POESÍA, Y COMO GRAN APASIONADO DE LA POESÍA HE DECIDIDO HACER ESTE PEQUEÑO HOMENAJE.

QUISIERA HACER LLEGAR MIS RESPETOS A TODOS LOS POETAS Y POETISAS DEL MUNDO, PRESENTES Y PASADOS, QUE CON SUS POEMAS CONSIGUEN EMOCIONAR A SUS LECTORES Y HACERLES SENTIR TODA CLASE DE SENTIMIENTOS ENCERRADOS ENTRE SUS VERSOS.

Y A LOS FUTUROS POETAS, QUE SE ANIMEN Y NO SE RINDAN, SI PIENSAN QUE NO SON TAN BUENOS,,,, QUE EL VIAJE MÁS LARGO COMIENZA CON UN PRIMER PASO, Y PASO A PASO SE ANDA EL CAMINO.


martes, 20 de marzo de 2012

EL VINO DE LOS AMANTES, DE CHARLES BAUDELAIRE.


¡Hoy es espléndido el espacio!
sin freno, ni espuelas, ni brida,
partamos a lomos del vino
hacia un cielo mágico y divino.

Como dos ángeles torturados
por un implacable placer
en el cristal azul del amanecer
sigamos tras el espejismo.

Balanceándonos sobre el filo
del torbellino inteligente,
en un delirio paralelo.

Hermana, navegando juntos,
huiremos sin tregua o reposo
al paraíso de mis sueños.

LA NOVIA DE CORINTO, DE JOHANN W. GOETHE.


Procedente de Atenas, a Corinto
llegó un joven que nadie conocía.
Y a ver a un ciudadano dirigióse,
amigo de su padre, y dizque habían
ambos viejos la boda concertado,
tiempos atrás, del joven con la hija
que el cielo al de Corinto concediera.

Pero es sabido que debemos caro
pagar toda merced que nos otorguen.
Cristianos son la novia y su familia;
cual sus padres, pagano es nuestro joven.
Y toda creencia nueva, cuando surge,
cual planta venenosa, extirpar suele
aquel amor que había en los corazones.

Rato hacía ya que todos en la casa,
menos la madre, diéranse al reposo.
Solícita recibe aquella al huésped
y lo lleva al salón más fastuoso.
Sin que él lo pida bríndale rumbosa
vino y manjares, exquisito todo,
y con un "buenas noches" se retira. 

No obstante ser selecto el refrigerio,
apenas si lo prueba el invitado;
que el cansancio nos quita toda gana,
y vestido en el lecho se ha tumbado.
Ya se durmió... Pero un extraño huésped,
por la entornada puerta deslizándose,
a despertarlo de improviso viene.

Abre los ojos, y al fulgor escaso
de la lámpara mira una doncella
que cauta avanza, envuelta en blancos velos;
ciñen su frente cintas aurinegras.
Al ver que la han visto
levanta asustada
una blanca mano la sierva de Cristo. 

-¿Cómo -exclama-, acaso una extraña soy
en mi hogar, que nada del huésped me dicen?
¡Y hacen que de pronto me acometa ahora
sonrojo terrible!
Sigue reposando
en ese mi lecho,
que yo a toda prisa el campo despejo.

-¡Oh, no te vayas, linda joven! -ruega
el joven, que del lecho salta aprisa-.
Gusté de Baco y Ceres las ofrendas,
pero tú el amor traes, bella corintia.
¡Pálida estás del susto!
¡Ven junto a mí, y veremos
cuán benignos los dioses son y justos!

-¡No te acerques a mí, joven! ¡Detente!
¡Vedada tengo yo toda alegría!
Que estando enferma hizo mi madre un voto
que cumple con severa disciplina.
Naturaleza y juventud -tal dijo-,
al cielo en adelante
habrán de estarle siempre sometidas.

Y de los dioses el tropel confuso
de nuestro hogar al punto fue proscrito.
Sólo un Dios invisible hay en el cielo,
el que en la cruz nos redimiera, Cristo.
Sacrificios le hacemos,
mas no bueyes y toros son las víctimas,
sino lo más preciado y más querido.

Pregunta el joven, ella le contesta,
y él cada frase en su interior medita
-¿Pero es posible tenga aquí delante;
solos los dos, mi bella prometida?
¡Entrégate a mis brazos sin recelo!
¡Nuestra unión, que juraron nuestros padres,
juzgar puedes por Dios ya bendecida!

-¡No me toques, que a Cristo por esposa
destinada me tienen! Dos hermanas
me quedan..., tuyas sean...; yo soy del claustro;
sólo te pido de esta desdichada
alguna vez te acuerdes en sus brazos,
que yo en ti pensaré mientras la tierra
tarde -no será mucho- en darme amparo!

-¡No! ¡A la luz de esta antorcha juraremos
cumplir de nuestros padres la promesa!
No dejaré te pierdas para el goce,
no dejaré que para mí te pierdas.
¡A la casa paterna he de llevarte!
¡Ahora mismo la fecha convengamos
en que ha nuestro himeneo de celebrarse!

Truecan muy luego prendas de amor fiel;
rica cadena de oro ella le entrega;
rica copa de plata de un trabajo
sin par él brinda a la sin par doncella
-Tu cadenilla no me vale;
dame mejor, amada,
un rizo de tu pelo incomparable.

De los fantasmas en aquel momento
suena la hora, en tanto que dichosos
ellos se sienten, y el oscuro vino
se brinda mutuamente, y con sus pálidos
labios sorbe la novia el vino rojo.
Pero del pan que con amor le ofrecen,
abstiénese -y es raro-
de probar tan siquiera un parvo trozo.

En cambio, al joven bríndale la copa,
que él ansioso y alegre luego apura.
¡Oh qué feliz se siente en aquel ágape!
¡Del amor hambriento estaba y de ternura!
Más, sorda a sus ruegos,
ella se resiste
hasta que él, llorando, se echa sobre el lecho.

Acercase ella entonces; se arrodilla. 

-¡Cuánto verte sufrir me da congoja!
Per toca mi cuerpo, y con espanto
advertirás lo que calló mi boca.
¡Cual la nieve blanca,
cual la nieve fría,
es la que elegiste por tu esposa amada!

Con juvenil, con amoroso fuego,
estréchala él entonces en sus brazos.
-Yo te daré calor -dice-, aunque vengas
del sepulcro que hiela con su abrazo.
¡Aliento y beso cambiemos
en amorosa expansión!
¡Un volcán es ya tu pecho!

Préndelos el amor en firme lazo.
Lágrimas mezclan a su goce ardiente.
De un amado en la boca fuego sorbe
ella, y los dos a nada más atienden.
Con su fuego el joven
la sangre le incendia;
¡mas ningún corazón palpita en ella!

Por el largo pasillo, a todo esto,
la dueña de la casa se desliza;
detiénese a escuchar junto a la puerta,
y aquel raro rumor la maravilla.
Quejas y suspiros
de placer percibe;
¡los locos extremos del amor compartido!

Inmóvil junto al quicio permanece
la sorprendida vieja, y a su oído
llega el eco de ardientes juramentos
que su senil pudor hieren de fijo.
-¡Quieto, que el gallo cantó!
-¡Pero mañana a la noche!...
-¡Vendré, no tengas temor!

No puede ya la vieja contenerse;
la harto sabida cerradura abre.
-¿Quién es la zorra -grita- en esta casa
que al extranjero así se atreve a darse?
¡Fuera de aquí, en seguida!
Mas, ¡oh, cielos!, al punto reconoce
al fulgor de la lámpara a su hija.

De encubrir trata el frustrado joven
a su adorada con su propio velo,
o con aquel tapiz que a mano halla;
pero ella misma saca, altiva, el cuerpo.
Y con psíquica fuerza,
con un valor que asombra,
larga y lenta en el lecho se incorpora.

-¡Oh, madre! ¡Madre! -exclama-, ¿de este modo
esta noche tan bella me amargáis?
De este mi tibio nido, mi refugio
sin pizca de piedad ¿a echarme vais?
¿Os parece poco llevarme al sepulcro
al lograr apenas la flor de mis años?

Más del sepulcro mal cerrado un íntimo
impulso liberóme; que los cantos
y preces de los curas, que acatáis,
para allí retenerme fueron vanos.
Contra la juventud, ¡agua bendita
de nada sirve, madre!
¡No enfría la tierra un cuerpo en que amor arde!

Mi prometido fuera ya este joven
cuando aún de Venus los alegres templos
erguíanse victoriosos. ¡La palabra
rompisteis por un voto absurdo, tétrico!
Mas los dioses no escuchan
cuando frustrar la vida de su hija
una madre cruel y loca jura.

Por vindicar la dicha arrebatada
la tumba abandoné, de hallar ansiosa
a ese novio perdido y la caliente
sangre del corazón sorberle toda.
Luego buscaré otro
corazón juvenil,
y así todos mi sed han de extinguir.

-¡No vivirás, hermoso adolescente!
¡Aquí consumirás tus energías!
¡Mi cadena te di; conmigo llevo
un rizo de tu pelo en garantía!
¡Míralo bien! ¡Mañana tu cabeza
blanca estará,
y tu cara, al contrario, estará negra!

Ahora, mi postrero ruego, ¡oh, madre! escucha:
¡Una hoguera prepara, en ella arroja
en sus llamas descanso al que ama, ofrece!
Cuando salte la chispa
y el rescoldo caldee,
a los antiguos dioses tornaremos solícitas.

domingo, 18 de marzo de 2012

UNA NUEVA VIDA. 22ª Parte: Malos Momentos.



- ¡Mónica, por favor, venga rápido!- grité desesperado, pidiendo la ayuda de la joven doctora.
María cerró sus ojos y a Juan a mi mismo nos inundó una sensación de pánico, por un momento llegué a pensar en lo peor, los atroces recuerdos del pasado bombardeaban mi mente, recordando la angustia que sentí cuando perdí al ser que más he amado. No pude evitar que las lágrimas asomaran a mis ojos mientras gritaba llamando a la doctora Mónica.
Juan permanecía en pie junto a mí, gritando llamando a su esposa, pero esta no contestaba, aun con Lukas en brazos se arrodilló junto a la cama donde yacía María, y cogiéndola de la mano intentaba que ella despertara, pero su esfuerzo era en vano. Conozco a Juan desde hace muchos años y sé que por su mente corría la misma desagradable idea que corría por la mía, pero tenía que quitarme esa idea de la cabeza. No podía ser,,,, María no estaba muerta, ni iba a morir. No podía ocurrir tal desgracia.
No podía soportar tal situación, el dolor se reflejaba en el rostro de Juan, su angustia iba en aumento, mientras zarandeaba a María, gritando su nombre, intentando que abriese los ojos. No quería para mi amigo ese dolor, el mismo dolor y sufrimiento que años atrás tuve que sufrir yo. Ese es el más agudo de los dolores, el perder a la persona amada.
Mónica entró corriendo en la alcoba, apenas tardó unos segundos desde que la llamé a gritos, pero para Juan y para mí parecía toda una eternidad esa angustiosa espera. Mónica se acercó a María al verla sin sentido en la cama y le puso su mano sobre el cuello buscando su pulso y acercó su oído al rostro de María para notar la respiración de su paciente. Mónica tras examinar a María nos pidió a Juan y a mí que saliéramos de la habitación, pero Juan se negaba a hacerlo, entre sollozos pedía no separarse de su esposa.
- ¡Por favor, Juan! Necesito atender a María, y aquí y ahora solo sois una molestia para mí. Les ruego abandonen la habitación.- nos pidió muy nerviosa con una mirada muy seria, más que un ruego a mí me pareció una orden.
- ¡Vamos Juan! Dejemos a Mónica hacer su labor.- le pedí a Juan intentando parecer calmado, mientras la preocupación por María me estaba ahogando. Pero intentaba que Juan se tranquilizara un poco.
Cogiendo a Juan de su brazo le ayudé a levantarse del suelo, donde estaba arrodillado junto a su amada y ambos salimos de la alcoba en silencio dejando a María en manos de Mónica, confiaba en que Mónica solucionara tal situación. No tardó mucho tiempo en salir Mónica de la habitación y volvió a llamar a Soledad y a Encarna para que le ayudara con María, ambas profesoras entraron en la habitación.
- ¡Mónica, por favor!- llamé su atención asiéndola del brazo antes de que cerrara la puerta.- No nos dejes con esta incertidumbre, ¿como se encuentra María?- le supliqué una contestación mirándola fijamente a los ojos.
Mónica clavó su mirada en mis ojos por unos segundos, para después mirar a los ojos de Juan.- Su estado es muy delicado, María esta sangrando de nuevo.- respondió Mónica antes de cerrar la puerta y volver junto a María. El tiempo apremiaba y Mónica no podía perder el tiempo.
El semblante de Juan reflejaba más preocupación y angustia, si eso era posible. Juan miró a su recién nacido hijo, que aun portaba en sus brazos, dedicándole una cálida y tierna mirada, mientras acariciaba su diminuto rostro, acto seguido le dió un delicado beso en la frente. Y sin mediar palabra Juan me entregó a su hijo, yo lo acepté y lo estreché contra mi pecho, era una criatura tan pequeñita y delicada que temía se me cayera al suelo o cogerlo con mucha fuerza y hacerle daño, no me sentía muy cómodo teniendo a la criatura en brazos. Una vez que Juan dejó a Lukas bien seguro en mis brazos se marchó bajando las escaleras para bajar a la planta inferior.
- ¡Juan, Juan!- lo llamé, mientras bajaba las escaleras.- ¿Por qué os marcháis y a donde vais?- le exigí una respuesta, pero Juan siguió su camino sin dar respuesta a mi pregunta, dejándome allí de pie en lo alto de las escaleras con Lukas en mis brazos.
Yo quería seguir a Juan y no dejarlo solo en estos duros momentos, pero no podía llevando a Lukas en mis brazos, siempre me ha aterrado tener a un bebe en brazos, son tan delicados que siempre me asusta hacerles cualquier daño. Por fortuna una doncella pasó por aquí y le confié el cuidado de Lukas.
- ¡Por favor! Os ruego que os ocupéis de hijo de Lukas y María.- le pedí a la doncella.
- Lo haré con mucho gusto Señor, lo cuidaré como si se tratase de mi propio hijo.- replicó la doncella recogiendo a Lukas de mis brazos, y sonriéndole a la criatura.
- ¡Muchas gracias!- le agradecí de todo corazón.
- De nada, Señor, será un placer cuidar de este pequeño ángel.- me dijo la doncella sin dejar de ver al pequeño con mucha ternura.
Una vez dejado Lukas en buenas manos, salí en busca de Juan, me preocupaba su estado y pensaba que no sería muy bueno para él estar solo, sin nadie que le diera su apoyo, en estos momentos tan duros para Juan.
En la entrada de la Hacienda, entre toda la gente que estaba ahí esperando noticias me encontré a Carlos, a Annabella y a su Abuela, como todos los demás estaban muy preocupados por María y su pequeño.
- ¡Padre! ¿Como está María?- me preguntó Carlos muy preocupado por su querida profesora.
- En estos instantes está siendo atendida por la doctora.- le respondí, intentando ocultar mis miedos.
- ¿Y el bebe?- preguntó Annabella, clavando sus hermosos ojos verdes en los mios.
- Es un varón fuerte y muy hermoso.- contesté a la joven.
- Hace unos instantes Juan pasó por aquí, ni siquiera se paró cuando intenté hablar con él.- comentó la abuela de Annabella.
- Disculpadme mi Señora, pero he de encontrar a Juan, lo antes posible.- me disculpé y continué mi camino.
Apenas había dado unos cuantos pasos, cuando estando en el porche de la casa, noté como alguien tiraba de mi brazo, deteniendo mis pasos.
- ¡Cariño! Os conozco desde que erais un niño y no podéis engañarme, ¿qué esta ocurriendo?- me preguntó la Madre de Ella con un semblante muy serio.
- El niño, esta muy sano, es un niño muy fuerte, pero...- por un momento guardé silencio dudando si decirle la verdad o no.
- ¿Pero...?- preguntó la dama exigiendo una respuesta, a la vez que me cogía de los hombros.
- María,,,. Su estado es muy delicado, ha perdido mucha sangre y la doctora en estos momentos intenta detener la hemorragia.- respondí a su pregunta con la vista clavada en el suelo, y una lágrima rodó por mi rostro, hasta acabar cayendo al suelo.- Tengo que encontrar a Juan lo antes posible, le pido disculpas por ello, pero tengo que dejaros.
- No te preocupes, Cielo.- me dijo, con rostro apenado.- Busca a Juan, debe estar pasándolo muy mal, lo vi antes, creo que se dirigía a la Capilla.- me informó, soltando mis hombros para dejarme ir.
- Gracias Señora, por tal información.- le agradecí y continué mi camino en busca de Juan.
Unos cuantos minutos más tarde llegué a la Capilla de la Hacienda, entré sigilosamente en esta y allí encontré a Juan, estaba arrodillado delante del gran Cristo que estaba justo detrás del altar. Juan estaba rezando, rogando por su querida esposa, me acerqué poco a poco a Juan, al parecer no se había percatado de mi presencia, Juan rezaba en silencio, con sus ojos cerrados, la lágrimas rodaban por sus mejillas para caer sobre sus dos manos unidas fuertemente delante de su pecho.
Cuando apenas me quedaban unos metros para llegar a Juan, justo delante mía apareció Ella, tan hermosa y bella como siempre, pero con la preocupación reflejada en su angelical rostro. Intenté hablar con Ella, pero justo en el momento que las palabras estaban a punto de salir de mi boca, Ella puso sus delicados dedos en mis labios, impidiendo que hablase, así que como era su deseo guardé silencio, tan solo le miraba a sus ojos esmeralda intentando sonreirle. Ella me dió un cálido abrazo, al que yo respondí abrazándola con fuerza y dejándole caer algunas lágrimas, sobre la suave y blanca piel se su hombro, mientras que Ella acariciaba mi cabello en señal de consuelo. Permanecimos así fundidos en un fuerte abrazo por un par de minutos y acto seguido Ella cogió mi mano, caminamos alejándonos de Juan, que seguía rezando sin haberse dado cuenta de nuestra presencia. Al llegar a los últimos asientos de la Capilla Ella se detuvo y se arrodilló, invitándome a hacer lo mismo, y así lo hice, Ella juntó sus finas manos y comenzó a rezar en silencio, y yo lo hice también cerrando los ojos.
"Señor, hace mucho que no rezo, no soy muy devoto y apenas visito la Iglesia. Hubo un tiempo incluso en el que os maldecí, cuando decidísteis llevaros a lo que más amaba en este mundo, todo esto fruto del dolor que se había instalado en mi corazón, pero en vuestra inmensa sabiduría, me devolvisteis aquello que antes me fue arrebatado, y ahora esta aquí, junto a mí, a mi lado. Ambos te rogamos por lo mismo, te pedimos que protejas a María y que no te la lleves contigo. Juan y María son unas personas muy queridas por nosotros y merecen ser felices, no les dejes sufrir, acaban de ser Padres y merecen tener una feliz vida junto a su hijo, los tres juntos, por favor, no les arrebates esta felicidad permitiendo que la muerte se lleve a María. No condenéis a Juan a sufrir lo mismo que sufrí yo hace unos cuantos años.
Aquí de rodillas, postrado ante vos os suplico por la salvación de María. Si creéis que no soy digno de esta petición, entonces escuchad a los que ahora ruegan por lo mismo, escuchad las suplicas de Ella y las de Juan, un marido que os suplica por su esposa. AMÉN."
Cuando terminé mi oración abrí los ojos y Ella estaba allí mirándome con sus verdes ojos y sonriéndome, no sé por qué pero aquella sonrisa suya llenó mi corazón de ánimos y una cálida sensación invadió mi cuerpo y mi espíritu, Ella ya estaba de pie y ofreciéndome su frágil mano me ayudó a incorporarme, agarrados de la mano salimos de la capilla en silencio y sin molestar a Juan, que aun seguía arrodillado, rezando frente al Cristo.
- Perdonadme por haberme inmiscuido en vuestros asuntos.- se disculpó Ella, ofreciéndome un cariñoso ósculo y una radiante sonrisa.- Pero en estos momentos, creo que lo mejor para Juan es estar a solas.
- Pensándolo mejor, creo que tenéis toda la razón.- le dije.- No tenéis que disculparos, solo es que estaba muy preocupado por Juan y me tenía un poco inquieto.
- Dejadlo con sus oraciones, eso le hará mucho bien.- me comentó Ella.
- ¿Se salvará María?- le pregunté inquieto.
- Tened fe, Dios dispondrá.- me respondió Ella acariciando mi rostro suavemente.
- Volvamos a la casa.- le pedí.- Estoy preocupado por María, y quiero saber como se encuentra.
- Vamos pues.- me concedió gustosa.- yo también estoy preocupada por ella.
Nos dirigimos hacia la casa pero al llegar Ella volvió a esfumarse como el humo, pero aun así la notaba a mi lado. La gente continuaba esperando noticias sobre la salud de María, había mucha gente tanto fuera como dentro de la Hacienda, pero nadie me preguntaba, todos me abrieron paso y me dejaron pasar, hasta llegar al piso superior.
La alcoba de María seguía con la puerta cerrada, lo que indicaba que la doctora seguía en la habitación cuidando de María, llevaban mucho tiempo con María y cuanto más tiempo pasaba mi angustia iba aumentando, pero de pronto me acordé de Lukas y quise saber como se encontraba. En una sala junto a la habitación de María encontré a la doncella que estaba cuidando de Lukas, estaba sentada en un sillón, con el niño dormido en sus brazos.
- ¿Como se encuentra el pequeño?- pregunté a la doncella en un susurro.
- Se ha quedado dormidito, es todo un cielo.- respondió la doncella muy sonriente, también en voz baja.- Le hemos bañado, se le ha curado la tripita, le hemos vestido, ha comido muy bien y después se ha dormido tan plácidamente.
- Gracias por cuidar de él, Mercedes.- pues ese era su nombre, le agradecí a la doncella.
- Ha sido todo un placer, no da ningún tormento y apenas llora.- me comentó Mercedes.- Señor, ¿queréis tomarlo en brazos?- me preguntó, ofreciéndome al bebe.
- No, por favor, Mercedes seguid cuidándolo, lo estáis haciendo muy bien.- le rogué a Mercedes, no quería despertar a Lukas.
Unos instantes después llegó Juan a la sala, con la angustía aun reflejada en su cara, los ojos rojos de tanto derramar lágrimas y los ánimos por los suelos.
- ¿Se sabe algo de María?- preguntó Juan con una voz apagada.
- Aun no.- le respondí.- Al parecer Mónica continúa en la habitación con María.
- ¿Y Lukas, como se ha portado?- preguntó el preocupado padre.
- Está dormido, Mercedes se está ocupando de él.- respondí señalando el sillón donde estaba sentada la doncella con el niño.
- Muchas gracias, Mercedes.- agradeció Juan a la doncella que cuidara de Lukas, su voz sonaba quebrada, pero una leve sonrisa se dibujó en sus labios al contemplar a su hijo durmiendo.
- De nada, Juan, es un angelito, se ha portado muy bien.- replicó la doncella en voz baja.- Es una delicia cuidar de este chiquitín.
Unos pocos segundos después, la puerta de la alcoba de María se abrió, saliendo de la habitación la doctora con las dos profesoras que le asistieron como ayudantes, Juan y yo corrimos para interceptar a Mónica y ser informados por el estado de salud de María.
El rostro de las tres mujeres eran todo un poema, parecían no tener muy buenas noticias, y al parecer ninguna se atrevía a mirarnos fijamente a los ojos, un escalofrío recorrió mi espina dorsal, dejándome una desagradable sensación. Soledad y Encarnación, se retiraron dejándonos a solas con la doctora.
- ¡Mónica! Por favor, diganos como se encuentra María.- le imploré, ya que Juan parecía no poder articular palabra y el pobre temblaba como una brizna de hierba movida por la brisa.
- Bueno,,, María está,,, María...- intentaba explicarse la doctora.
Juan cogió la mano derecha de Mónica y la miró fijamente a los ojos, sin decir nada, las lágrimas nuevamente volvían a asomarse a los ojos de Juan, la doctora alzó su mirada que instantes antes estaba clavada en el suelo y contempló las lágrimas en el rostro de Juan, que con su mirada le pedía una respuesta clara a la pregunta anterior.
- María está mal, muy mal.- afirmó Mónica francamente.- Ha perdido demasiada sangre y su estado es muy grave.
Al escuchar el informe de la médica Juan apretó con fuerza su mano, Mónica hizo un gesto con su rostro quejándose por la fuerza aplicada sobre su delicada mano.
- ¿Corre peligro la vida de María?- pregunté a la vez que forcé ligeramente a Juan a soltar la mano de Mónica, con lo que Mónica se sintió más aliviada.
- La verdad es que si, no creo que sobreviva a esta noche.- contestó frotándose las manos aliviando la presión, y con sus ojos húmedos por las lágrimas.
Esa noticia cayó sobre Juan y sobre mí como una gigantesca losa, Juan se dejó caer al suelo llorando al recibir tal noticia, ¿como asimilar algo tan terrible?, la perdida de una esposa para Juan y la de una gran amiga para mí.
No, no podía ocurrir algo así, me negaba a aceptarlo, no, no y no,,,, hay que lograr que María sobreviva.
- ¡Mónica, algo habrá que pueda hacerse, hemos de salvarla, no nos podemos rendir y dejarla morir!- le grité a Mónica para que reaccionara, sujetándola por los hombros, sacudiéndola mientras le gritaba, e intentando evitar que mis lágrimas rodaran por mis mejillas, mientras que la joven doctora me miraba muy sorprendida.
- Hay,,, hay una técnica revolucionaria que quizás,,, quizás resulte...- Mónica dudaba si seguir hablando o callar.
Un hilo de esperanza llenó mi corazón y el de Juan, que alzó la mirada mirando a la joven doctora. Pero Mónica estaba pensando frotándose la barbilla con su mano derecha.
- Mónica, por favor, continuad hablando.- le pedí energicamente.- ¿qué técnica es esa?
- Se trata de una técnica pionera, se trata de una transfusión sanguínea, dar sangre de una persona a otra, pero...- Mónica guardó silencio durante unos segundos, mirando a Juan.- solo es efectiva en muy pocas ocasiones.
- Explicaos, ¿qué es lo que queréis decir?- le pregunté con un nudo en la garganta.
- En pocas ocasiones se logra salvar la vida del enfermo.- respondió la doctora.
- Pero hay que intentarlo, aun habiendo pocas posibilidades de éxito, hay que intentarlo.- exclamé cada vez más alterado.
- Las posibilidades de éxito aumentarían si el donante de la sangre fuese de la misma línea sanguínea que María.- afirmó Mónica cabizbaja.- Pero toda su familia está en Galicia.
- Eso no importa, yo mismo le donaré mi sangre a María...- le pedí a Mónica, suplicante.
- Quiero que entendáis que esto es arriesgado, no solo para el enfermo, el donante también puede sufrir algún mal.- nos avisó la joven doctora, con mucha preocupación.
- Pero es la única salida que nos queda.- exclamé totalmente convencido de mi decisión.- No perdamos más tiempo, hagámoslo.
- Si estáis seguro,,, haré los preparativos correspondientes.- dijo Mónica, al ver mi actitud tan convencida.
- No lo puedo permitir.- Juan cogió mi mano, deteniéndome en el acto. Había permanecido arrodillado escuchando mi conversación con la doctora, sin haber dicho ni una palabra hasta el momento.
- ¡Pero Juan! Se trata de la vida de María.- le recriminé algo enfadado con él.- El tiempo apremia, no podemos perder ni un solo segundo.
- Me habéis malinterpretado, Señor.- exclamó Juan, poniéndose en pie.- No puedo permitir que vos hagáis algo así, puede ser peligroso para vuestra salud.
- Juan, no me importa correr ese riesgo.- le dije muy decidido.
- No Señor, os lo agradezco.- me comentó.- Pero es mi esposa y me corresponde a mí ser quien le de la sangre a María, yo debería correr ese riesgo, no vos. Es mi deber como esposo.
Yo asentí con la cabeza, las palabras de Juan tenía mucha razón y yo no iba a discutir con él por este asunto, estaba tan preocupado por la salud de su esposa que si fuese necesario le daría hasta su última gota de sangre a su querida esposa.
- Está bien, Juan, es vuestra esposa, y sois vos quien decide en esta situación.- le concedí, lamentaba haberme metido en medio sin contar con la aprobación de Juan, pero me sentía orgulloso de él, aunque eso no impedía que me sintiera preocupado tanto por María, como por Juan.
- Gracias Señor, por comprender mis sentimientos.- me agradeció Juan.
- Empezamos con la transfusión de sangre.- nos invitaba a pasar a la alcoba la doctora.
Mónica, Juan y yo entramos en la habitación, donde María permanecía inconsciente tumbada en la cama, con un color de piel tan blanco que parecía estar muerta. Mónica pidió a Juan que se tumbara junto a su querida esposa, y así lo hizo este. Acto seguido la joven doctora sacó de su maletín ciertos utensilios, estos eran una gran jeringa, con dos salidas en su extremo y dos catéteres con una fina aguja en uno de los extremos de cada catéter. Mónica acopló los catéteres a la jeringa, y clavó la fina aguja de uno de ellos en el brazo de Juan, que hizo una pequeña mueca de dolor al sentir el pinchazo de la aguja, pero no se movió ni un solo milímetro. El catéter a gran velocidad se fue llenando de la sangre de Juan, hasta que todo el circuito se llenó de sangre. Una vez ocurrido esto, la doctora, clavó la otra aguja en el brazo de María, y comenzó a accionar el émbolo de la jeringa lentamente, arriba y abajo, ayudando al bombeo de la sangre. Mónica permanecía muy seria realizando su labor mirándome fijamente, sentía como si sus bellos ojos me hablaran, como diciéndome que solo cabe esperar a que todo salga bien.
Mientras observaba como Mónica manejaba la jeringa, un delicado olor a jazmín llegó hasta mi olfato, y noté el tacto de una delicada mano sobre mi hombro derecho, antes de girarme a mirar ya sabía de quien se trataba, era Ella, a la que tan solo yo podía ver, que me miraba sonriente. Su preciosa sonrisa iluminó mi alma, y yo también le devolví la sonrisa, al ver su sonrisa mis preocupaciones desaparecieron, esa bella sonrisa me daba esperanzas, me daba confianza, en mi interior sabía que todo iría bien, que no había ningún peligro en este tratamiento, que iba a funcionar y que María se repondría.
Después de un buen rato, Mónica se detuvo y quitó las agujas de los brazos de María y de Juan. Juan parecía haberse quedado dormido y María parecía tener mas color en sus mejillas.
- Es suficiente.- comentó Mónica mientras limpiaba sus utensilios para después volver a guardarlos en su maletín.- Parece que todo a salido perfecto.
- No lo parece, ha salido perfecto.- le dije, lo que hizo que Mónica me mirara con una expresión de curiosidad en su rostro.
- Solo hay que esperar a ver como reaccionan ambos.- comentó Mónica.- Juan esta algo débil por la sangre perdida, necesita descansar, y María parece menos pálida, pero es pronto para cantar victoria.
- Miradlos bien a los dos.- le indiqué.- Se que van a recuperarse ambos, tened confianza.
- No puedo tener tanta confianza como vos.- replicó la joven doctora.- Hasta que no pase un poco de tiempo.
- Veréis como todo irá bien.- le dije.
- Ojalá pudiera tener vuestra confianza.- me dijo Mónica que aun permanecía seria.
El sol había caído y el oscuro manto de la noche comenzaba a cubrirlo todo, la gente que esperaba noticias de María continuaban en la casa y en al jardín, donde muchos portaban velas encendidas, y se oía alguna que otra plegaria por la recuperación de María. Pensando en toda esta esta gente pedí a los empleados de la casa que preparasen comida para toda esta gente que esperaban desde hacía unas cuantas horas, pero como había tanta gente mandé pedir ayuda a los empleados del Colegio para cubrir las necesidades de toda esta gente. En poco tiempo había varias doncellas portando bandejas con comida y bebida para todos, se prepararon algunas mesas en el jardín donde todos se pudieran sentar a probar bocado. La noche era un poquito fresca, pero sin frío, con una temperatura muy agradable.
Mónica y yo nos unimos a esta improvisada cena, todos nos preguntaban por el estado de María, y tanto Mónica como yo tuvimos que responder a las mismas preguntas decenas y decenas de veces, era un poco agobiante, pero todos querían mucho a María y era muy normal todo este interrogatorio.
Carlos, Annabella y su abuela eran los que más preguntaban, ya que eran los mas cercanos a mí en la mesa, pero una vez contestadas todas sus preguntas, parece que se quedaron algo más tranquilos.
Tras la cena la mayoría de los estudiantes, en especial los más jóvenes, se retiraron a descansar a los dormitorios del Colegio, los más mayores y los profesores tardaron mucho más en retirarse a dormir. Carlos también se retiró a descansar tras este día tan duro, Annabella junto a su abuela también se fueron a dormir a su Hacienda. Y la doctora Mónica se quedó a dormir en la casa, donde se le preparó una alcoba, por si necesitábamos de sus servicios durante la noche.
Pasada la medianoche, pasé para ver a Lukas en su habitación, el bebe dormía placidamente en su cuna, mientras Mercedes estaba sentada en una butaca, junto a la cuna, Mercedes también se había quedado dormida. Sin hacer ruido me acerqué a la cuna para ver de cerca a Lukas y le dí un delicado beso en su frente, y abandoné la habitación sin despertar a Lukas, ni a su cuidadora.
Después fui a la alcoba de Juan y María, donde ellos descansaban, y una joven doncella velaba sus sueños, sentada en un sofá frente a la cama..
- ¡Buenas noches, Señor!- me saludó en voz baja.
- ¡Buenas noches!- le devolví el saludo.- ¿Como se encuentran?
- No hay ninguna novedad, Señor, no se han movido nada.- me respondió.
- Esta bien, puede retirarse a descansar. Yo me quedaré con ellos el resto de la noche.- le dije a la doncella.
- Gracias, Señor.- me agradeció, se levantó del sillón y se retiró.
Me acomodé en el sofá, donde anteriormente estaba sentada la doncella, apagué las velas del candelabro que estaba sobre una pequeña mesa junto al sofá, y la alcoba permaneció casi en penumbras, tan solo iluminada por la luz de la luna, que entraba por el gran ventanal, los rayos de la luna iluminaba a la pareja en la cama, lo que me permitía verlos con cierta claridad.
Sentada junto a mí apareció Ella, con una amplia sonrisa, me dió un dulce beso en los labios, y se abrazó a mí, apoyando su cabeza sobre mi hombro izquierdo y mirando a María y Juan.
- Están bien, solo duermen.- me dijo Ella.- No corren ningún peligro.
- Lo se.- le repliqué mientras miraba a la pareja.
En silencio, muy abrazaditos, estuvimos velando los sueños de María y Juan. Ni si quiera me di cuenta en que momento el sueño me venció y caí en los brazos de Morfeo.

La luz del sol me daba en el rostro y los pájaros cantaban en el jardín, lo que hizo que me despertase y cuando abrí mis ojos, observé que Juan ya no estaba en la cama. Esto me sorprendió mucho no sabía que había pasado con mi amigo, de un salto me puse en pie para salir y buscar una explicación a este hecho. Pero en ese preciso momento Juan entraba en la alcoba con Lukas en sus brazos.
- Amigo mio, ¿estáis bien?- le pregunté respirando alteradamente.
- Si Señor, me encuentro muy bien.- me respondió Juan.- Me desperté hace un rato y no quise molestaros mientras dormíais y fui a ver como estaba mi hijo.
- Me sorprendí mucho al no veros en la cama.- le informé.- Me habéis preocupado.
- Lo lamento Señor.- se disculpó Juan.- No quise preocuparos.
- Tranquilo Juan, me alegro que os encontréis tan bien.- le dije a mi amigo.
El rostro de Juan se iluminó con una amplia sonrisa, lo que me dejó muy sorprendido.
- ¡Buenos días!- una voz sonó a mi espalda, lo que hizo que me volviera rápidamente y al igual que a Juan, una sonrisa de felicidad se dibujaba en mi rostro.
- ¡María!- gritemos a la vez Juan y yo, a la vez que ambos nos acercábamos a la cama.
- ¡Lukas, hijo mío!- exclamó María al ver a Juan con el bebé, ella extendió sus brazos pidiendo que le entregara a su hijo, y Juan le hizo entrega del pequeño.
- ¿Te encuentras bien, Cariño?- preguntó Juan a su querida esposa.
- Si, me encuentro bien y muy feliz.- respondió.- Pero...
- ¿Pero...?, ¿que es lo que os sucede?- le pregunté preocupado.
- Tengo hambre.- contestó María sonriendo y guiñandonos un ojo.
Lo que hizo que Juan y yo riéramos a carcajadas, María nos sacó la lengua burlona y también comenzó a reír.
- ¿Qué escándalo es este?- preguntaba Mónica que entraba en ese momento en la alcoba.- Ya veo que los dos os encontráis bien, me alegro por vosotros.
- Gracias por todo. Mónica.- le agradeció María.
- No es nada, es mi trabajo.- le quitó importancia a lo que había logrado.
- María se ha despertado con hambre.- apuntó Juan, aun riendo.
- Eso es una buena señal.- comentó la doctora.
- En seguida te traigo un delicioso desayuno, querida.- le dijo Juan a la madre de su hijo y salió en busca de ese desayuno.
- La transfusión sanguínea ha funcionado muy bien.- exclamó una feliz y sonriente doctora.
- Me alegro enormemente.- señalé, mientras contemplaba a la feliz mamá con su hijo en brazos.- Los malos momentos han quedado atrás.

viernes, 16 de marzo de 2012

HEMOS SIDO AMIGOS, DE CAROLINE ELIZABETH SARAH NORTON.

 

Hemos sido amigos juntos,
bajo el sol y la sombra;
desde que los castaños cobijaron
los primeros juegos de la infancia.
Pero la frialdad habita tu corazón,
una nube flota sobre tu frente;
-hemos sido amigos juntos-
¿Es una palabra la que nos separa?

Hemos sido alegres juntos;
hemos reído como pequeños duendes;
pues la esperanza brotaba como una fuente
cálida y jubilosa en nuestros pechos.
Pero ahora la risa huye de tus labios,
y una hosca oscuridad brilla en tu frente;
-hemos sido alegres juntos-
¿Es una palabra la que nos separa?

Hemos sido tristeza juntos,
hemos llorado con lágrimas amargas,
sobre el pasto que cubre las tumbas,
donde yacen las primeras esperanzas.
Allí duermen las voces silenciosas
que limpiarán la penumbra de tu frente;
-hemos sido tristeza juntos-
¿Qué podría separarnos ahora?

viernes, 9 de marzo de 2012

Y DIOS ME HIZO MUJER, DE GIOCONDA BELLI.

EN EL DÍA DE LA MUJER QUISIERA FELICITAR A TODAS LAS MUJERES.
¡¡¡FELICIDADES!!!



Y Dios me hizo mujer,
de pelo largo,
ojos,
nariz y boca de mujer.
Con curvas
y pliegues
y suaves hondonadas
y me cavó por dentro,
me hizo un taller de seres humanos.
Tejió delicadamente mis nervios
y balanceó con cuidado
el número de mis hormonas.
Compuso mi sangre
y me inyectó con ella
para que irrigara
todo mi cuerpo;
nacieron así las ideas,
los sueños,
el instinto.
Todo lo que creó suavemente
a martillazos de soplidos
y taladrazos de amor,
las mil y una cosas que me hacen mujer todos los días
por las que me levanto orgullosa
todas las mañanas
y bendigo mi sexo.

martes, 6 de marzo de 2012

PENSAMIENTOS A MEDIANOCHE, DE ELIZABETH CARTER.


Mientras la Noche en la sombra solemne invierte los polos,
y la reflexión pausada suaviza el alma pensativa;
mientras la Razón imperturbable afirma su balanceo,
y los colores engañosos de la vida se desvanecen:

Hacia tí, presencia omnisciente,
dedico este pensamiento moderado,
aquí recluyo mis mejores facultades,
y me vuelvo tuya en esta hora de sagrado silencio.

Si las ilusorias escenas del día me engañan,
y mi alma errante se aparta del sendero:
si por engaño o deseo, ilusa, ante la pasión cedo,
si yerro encantada por un vértigo impostor,
mis pensamientos más tranquilos te reclaman,
y toda mi esperanza se disuelve en tu amor.

domingo, 4 de marzo de 2012

EL GUSANO VENCEDOR, DE EDGAR ALLAN POE.


¡Ved! En una noche de gala,
en los tardíos años desolados.
una hueste de ángeles alados,
envueltos en velos y ahogados en lágrimas,
sentados en el teatro, para ver
un drama de temores y esperanzas,
mientras la orquesta balbucea
la música de las esferas.

Unos mimos, hechos a imagen del Dios Alto,
murmuran y susurran en voz baja,
revoloteando de un lado a otro:
simples títeres que vienen y van
al capricho de unas vastas masas informes
que recorren el escenario proyectando
con sus alas de cóndor el invisible Dolor.

El drama apretado (que no caerá
en el olvido, estad seguros)
con su fantasma perseguido sin cesar
por una turba que no lo puede apresar,
a través de un círculo que siempre gira
sobre el mismo espacio,
y tanta locura, y aun más Pecado
y el Horror como alma de la intriga.

Pero, ¡ved! en medio del gesticulante tumulto,
una forma reptante se introduce:
una cosa sanguinolenta que se debate
en la soledad del escenario.
¡Se retuerce! ¡Se retuerce! Con mortal angustia
los mimos se convierten en su cena,
y los serafines lloran al ver los colmillos
embebidos en sangre humana.

¡Afuera, afuera las luces, afuera todo!
y sobre cada sombra palpitante
cae el telón, como una mortaja fúnebre,
con el rugido de la tormenta,
mientras los ángeles, pálidos y excitados,
se ponen de pie y quitando sus velos declaran
que la obra es la tragedia del Hombre
y su héroe el Gusano Vencedor.

viernes, 2 de marzo de 2012

FILOSOFÍA DEL AMOR, DE PERCY BYSSHE SHELLEY.


Las fuentes se mezclan con el río,
y los ríos con el océano;
los vientos del cielo se mezclan para siempre,
con una dulce emoción;
nada en el mundo es único,
todas las cosas por ley divina
se completan unas a otras:
¿Por qué no debería hacerlo contigo?

Mira, las montañas besan el alto cielo
y las olas se acarician en la costa;
ninguna flor sería hermosa
si desdeña a sus hermanas:
y la luz del sol ama la tierra,
y los reflejos de la luna besan los mares:
¿De qué vale todo este amor
si tu no me besas?