domingo, 30 de octubre de 2011

UNA MUJER DESNUDA Y EN LO OSCURO, DE MARIO BENEDETTI.

Una mujer desnuda y en lo oscuro
tiene una claridad que nos alumbra
de modo que si ocurre un desconsuelo
un apagón o una noche sin luna
es conveniente y hasta imprescindible
tener a mano una mujer desnuda.

Una mujer desnuda y en lo oscuro
genera un resplandor que da confianza
entonces dominguea el almanaque
vibran en su rincón las telarañas
y los ojos felices y felinos
miran y de mirar nunca se cansan.

Una mujer desnuda y en lo oscuro
es una vocación para las manos
para los labios es casi un destino
y para el corazón un despilfarro
una mujer desnuda es un enigma
y siempre es una fiesta descifrarlo.

Una mujer desnuda y en lo oscuro
genera una luz propia y nos enciende
el cielo raso se convierte en cielo
y es una gloria no ser inocente
una mujer querida o vislumbrada
desbarata por una vez la muerte.

ESPÍRITUS DE LOS MUERTOS, DE EDGAR ALLAN POE.

 

Tu alma, sobre la tumba de piedra gris
a solas yacerá con sombríos pensamientos;
Nadie, en toda esa intimidad, penetrará
en la delgada hora de tu Secreto,

Sé silencioso en esa quietud,
la cual no es Soledad, ya que
Los Espíritus de los Muertos,
quienes te precedieron en la Vida,
en la Muerte te rodearán,
y con Sombras, tu quietud enlazarán;

La Noche, tan clara, se oscurecerá,
y las estrellas nos arrebatarán su brillo
desde sus altos tronos en el Cielo,
con su luz de esperanza para los mortales,
pero sus esferas rojas, apagadas,
en tu hastío tendrán la forma de Fiebre y Llamas,
y te reclamarán para siempre.

Ahora son pensamientos que no desterrarás,
Ahora son visiones casi desvaneciéndose;
De tu Espíritu no pasarán jamás,
como la gota de rocío muere sobre la hierba

La brisa, aliento de Dios, es inmóvil,
y la niebla sobre la colina
Sombría, sombría, y a la vez intocable,
Es una Señal y un Símbolo.
¡Cómo se extiende sobre los árboles,
Misterio de Misterios!

sábado, 29 de octubre de 2011

AMAR Y QUERER, DE RAMÓN DE CAMPOAMOR.

 

A la infiel más infiel de las hermosas
un hombre la quería y yo la amaba;
y ella a un tiempo a los dos nos encantaba
con la miel de sus frases engañosas.

Mientras él, con sus flores venenosas,
queriéndola, su aliento empozoñaba,
yo de ella ante los pies, que idolatraba,
acabadas de abrir echaba rosas.

De su favor ya en vano el aire arrecía;
mintió a los dos, y sufrirá el castigo
que uno le da por vil, y otro por necia.

No hallará paz con él, ni bien conmigo
él que sólo la quiso, la desprecia;
yo, que tanto la amaba, la maldigo.

miércoles, 26 de octubre de 2011

EL INTRUSO, DE DELMIRA AGUSTINI.


Amor, la noche estaba trágica y sollozante
cuando tu llave de oro cantó en mi cerradura;
luego, la puerta abierta sobre la sombra helante,
tu sombra fue una mancha de luz y de blancura.

Todo aquí lo alumbraron tus ojos de diamante;
bebieron en mi copa tus labios de frescura,
y descansó en mi almohada tu cabeza fragante;
me encantó tu descaro y adoré tu locura.

Y hoy río si tu ríes, y canto si tú cantas;
y si tú duermes, duermo como un perro a tus plantas.
Hoy llevo hasta en mi sombra tu olor de primavera;

y tiemblo si tu mano toca la cerradura,
¡y bendigo la noche sollozante y oscura
que floreció en mi vida tu boca tempranera!

martes, 25 de octubre de 2011

AMOR SIN DESCANSO, DE JOHANN WOLFGANG GOETHE.


¡A través de la lluvia, de la nieve,
A través de la tempestad voy!
Entre las cuevas centelleantes,
Sobre las brumosas olas voy,
¡Siempre adelante, siempre!
La paz, el descanso, han volado.

Rápido entre la tristeza
Deseo ser masacrado,
Que toda la simpleza
Sostenida en la vida
Sea la adicción de un anhelo,
Donde el corazón siente por el corazón,
Pareciendo que ambos arden,
Pareciendo que ambos sienten.

¿Cómo voy a volar?
¡Vanos fueron todos los enfrentamientos!
Brillante corona de la vida,
Turbulenta dicha...
¡Amor, tu eres esto!

lunes, 24 de octubre de 2011

AIRES Y ÁNGELES, DE JOHN DONNE.


Dos o tres veces te habré amado
antes de conocer tu rostro o tu nombre;
en una voz, en una llama informe,
a menudo los ángeles nos afectan, y aún así los adoramos;
como cuando me acerqué a tí
vi una espléndida y gloriosa nada.

Puesto que mi alma, cuyo hijo es el amor,
requiere de miembros de carne y hueso
o nada podría si ellos,
más sutil que el padre el amor no ha de ser,
sino también ha de encarnar un cuerpo;
por consiguiente, invoco quién y lo que eras,
y al amor conmino, en este mismo instante,
a que se aloje en tu cuerpo,
y en tus labios, ojos y cejas se instale.

En tal caso, como un ángel, con rostro y alas
de aire, no tan puro éste, pero que lleva puramente,
de este modo pueda tu amor ser mi angélica esfera.
Justamente igual diferencia,
como aquella que reina
entre la pureza de los ángeles y del aire,
como la que siempre existirá entre el amor
del hombre y de la mujer.

sábado, 22 de octubre de 2011

EL VERDADERO AMOR PASA, DE WILLIAM BLAKE.


Mis sedas y mi fino atuendo,
mis sonrisas y mi aspecto lánguido
el amor se lleva
y el lúgubre y flaco desaliento
me trae tejos para adornar mi tumba:
tal es el fin que los verdaderos enamorados hallan.

Su rostro es bello como el cielo
al abrirse los briosos capullos.
Ah, ¿porqué le fue dado
un corazón que es helado invierno?
Su pecho es la venerada tumba del amor de todos,
a la que acuden los peregrinos de la pasión.
Traedme pala y hacha:
traed mi mortaja.
Cuando haya cavado mi fosa
dejad que azoten los vientos y las tempestades;
en la tierra yaceré, frío como la arcilla.
¡El verdadero amor pasa!

jueves, 20 de octubre de 2011

AMOR COMPLETO, DE WILLIAM MORRIS.

 

¿Has anhelado, a través de los cansados días,
La visión fugaz del rostro amado?
¿Has clamado por un instante de paz
En medio del dolor de las penosas horas?
¿Has rogado por el sueño y la muerte,
Cuando el dulce e inesperado consuelo
Fue sólo sombras y aliento?
Hace mucho, demasiado, que el miedo no disminuye
Sobre estas ilusorias y reptantes flores.
Ahora descansa: pues aún en el reposo
Podrás conservar todos tus anhelos.

Debes descansar y no temer
Al acechante y sordo despertar
De una vida que transcurre a ciegas;
Llena de desperdicios y penas.
Debes despertar y pensar en lo dulce
Que es tu amor, en su íntimo ardor.
Será más dulce para los labios que conocerás,
Más dulce de lo que tu corazón intenta ocultar:
Anhelos absolutos e insatisfechos.
La respuesta a todas las esperanzas
Se cierran sobre tí, muy cerca.

Recordarás los antiguos besos,
Y aún el frío dolor que crecía.
Recordarás aquella poderosa dicha,
Y aún los ojos y las manos perdidas.
Recordarás todo el remordimiento
Por lo escasos que fueron sus besos,
El sueño perdido de cómo se conocieron
Es el sabor a miseria en tus labios marchitos.
Entonces parecía Amor, pero nacido para morir,
El Hoy es inquietud, dolor:
La bendición es el olvido, el silencio;
Mi Amor es solitario, más nunca será un secreto.

miércoles, 19 de octubre de 2011

A LA ESPERA DE LA OSCURIDAD, DE ALEJANDRA PIZARNIK.


Ese instante que no se olvida,
Tan vacío devuelto por las sombras,
Tan vacío rechazado por los relojes,
Ese pobre instante adoptado por mi ternura,
Desnudo desnudo de sangre de alas,
Sin ojos para recordar angustias de antaño,
Sin labios para recoger el zumo de las violencias
perdidas en el canto de los helados campanarios.

Ampáralo niña ciega de alma,
Ponle tus cabellos escarchados por el fuego;
Abrázalo pequeña estatua de terror.
Señálale el mundo convulsionado a tus pies,
A tus pies donde mueren las golondrinas
Tiritantes de pavor frente al futuro.
Dile que los suspiros del mar
Humedecen las únicas palabras
Por las que vale vivir.

Pero ese instante sudoroso de nada,
Acurrucado en la cueva del destino
Sin manos para decir nunca,
Sin manos para regalar mariposas
A los niños muertos.

LOS AMANTES, DE BALDOMERO FERNÁNDEZ MORENO.

 

Ved en sombras el cuarto, y en el lecho
desnudos, sonrosados, rozagantes,
el nudo vivo de los dos amantes
boca con boca y pecho contra pecho.

Se hace más apretado el nudo estrecho,
bailotean los dedos delirantes,
suspéndase el aliento unos instantes...
y he aquí el nudo sexual deshecho.

Un desorden de sábanas y almohadas,
dos pálidas cabezas despeinadas,
una suelta palabra indiferente,
un poco de hambre, un poco de tristeza,
un infantil deseo de pureza
y un vago olor cualquiera en el ambiente.

martes, 18 de octubre de 2011

UNA INVITACIÓN A LA ETERNIDAD, DE JOHN CLARE.

 

Vendrás conmigo, dulce doncella,
Vendrás conmigo, confiésalo princesa,
A los profundos valles de la sombra,
Donde brilla la oscuridad de las estrellas;
Donde el camino pierde su rumbo,
Donde el sol se olvida del día,
Donde la luz es siempre sombría,
¡Dulce doncella, que aquel sea nuestro mundo!

Allí las piedras se hunden bajo la corriente,
Las plantas se elevan incandescentes,
La vida se desvanece como una visión efímera
Y las montañas se oscurecen en grutas eternas,
Decid, doncella ¿vendrás conmigo
Por esta tristeza sin identidad,
Donde los amores no nos recuerdan.
Donde los amigos viven en el olvido?

Confiésalo, doncella ¿vendrás conmigo
Por esta extraña muerte que ha de ser vida,
A vivir en la muerte y ser la misma,
Sin hogar, sin nombre, sin destino,
A ser sin jamás ser,
-Aquello que fue y no será-
Viendo las cosas pasar como sombras,
Con el cielo arriba, debajo, dentro,
Yaciendo en torno a nuestro silencio?

lunes, 17 de octubre de 2011

EL VIENTO DEL DOLOR, DE HENRY VAN DIKE.

 


El Fuego del Amor ardía tan débilmente,
Que en la oscuridad apenas veíamos sus reflejos,
Y en la luz de los días plácidos y perfectos,
Sólo brillaba el eco lento de sus brasas.
En vano, para deleite del amor,
Intentamos lanzar nuevos placeres
En aquella pira hecha de calor:
A través del impasible aire de la vida,
Hemos perdido el fuego radiante
Que una vez nos habitó.

Luego, en la noche, en la penumbra triste,
Amargada por el dolor más negro,
Cubierta con la pálida niebla de mis lágrimas,
Nos unimos en un abrazo tembloroso,
Cruzando aquel abismo oscuro de salados cristales,
Sobre la vida tranquila llegó el Viento del Dolor,
Agitando la moribunda llama de nuestro amor.

viernes, 14 de octubre de 2011

NO VENGAS CUANDO ESTÉ MUERTO, DE LORD ALFRED TENNYSON.



No vengas cuando esté muerto
a derramar inocentes lágrimas sobre mi tumba,
a pisotear alrededor de mi cabeza caída.

Atormentar el infame polvo no nos salvará;
deja que el viento me acaricie y que las aves me lloren,
Pero tú, aléjate.

Niña, si esto fuera un error o un crímen,
poco me importa, siendo mi existencia maldita:
Enlaza tu mano con quien desees,
pues cansado estoy del Tiempo,
y mi único anhelo es descansar.

Pasa, corazón débil,
y abandona este lecho de tierra.
Aléjate, no retornes jamás.

SUEÑOS ROTOS, DE WILLIAM BUTLER YEATS.


Hay gris en tus cabellos;
a tu paso,
los jóvenes ya no se quedan sin aliento;
acaso te bendiga algún anciano
porque fue tu plegaria
la que lo salvó en el lecho de muerte.
Por tu bien -que ha sabido del dolor del corazón,
y que ha impartido todo el dolor del corazón,
desde la magra niñez acumulando
onerosa belleza- por tu sólo bien
el cielo desvió el golpe de su sino,
tan grande su porción en la paz que estableces
con sólo penetrar dentro de un cuarto.
Tu belleza no puede sino dejar entre nosotros
vagos recuerdos, recuerdos nada más.
Cuando los viejos se cansen de hablar, un joven
dirá: Háblame de esa dama,
que terco en su pasión nos cantaba el poeta
cuando ya su sangre debiera estar helada por los años.

Vagos recuerdos, recuerdos nada más.
Pero en la tumba todos, todos serán renovados.
La certidumbre de que veré a esa dama
reclinada o erecta o caminando
en el primor inicial de su feminidad
y con el fervor de mis ojos juveniles,
me ha puesto a balbucear como un tonto.

Era más bella que cualquiera,
no obstante su cuerpo tenía una mancha;
sus manos pequeñas no eran bellas,
y temo que has de correr
y las hundirás hasta la muñeca
en ese lago misterioso, siempre rebosante
donde todos los que cumplieron la ley sacra
se hunden y resurgen perfectos. Deja intactas
las manos que besé,
por bien del viejo bien.

Muere el último toque de media noche.
Todo el día, en la misma silla
de sueño a sueño y rima a rima he errado,
en charla incoherente con una imagen de aire:
vagos recuerdos, recuerdos nada más.

YO NO TE AMO, DE CAROLINE ELIZABETH SARAH NORTON.


¡Yo no te amo! ¡No! ¡No te amo!
Sin embargo soy tristeza cuando estás ausente;
Y hasta envidio que sobre ti yazga el cielo ardiente;
Cuyas tranquilas estrellas pueden alegrarse al verte.

¡Yo no te amo! Y no se por qué,
Pero todo lo que haces me parece bien,
Y a menudo en mi soledad observo
Que aquellos a quienes amo no son como tú.

¡Yo no te amo! Sin embargo, cuando te vas
Odio el sonido (aunque los que hablen me sean queridos)
Que quiebra el prolongado eco de tu voz,
Flotando en círculos sobre mis oídos.

¡Yo no te amo! Sin embargo tu mirada cautivante,
Con su profundo, brillante y expresivo azul,
Se planta entre la medianoche y yo,
Más intensa que cualquiera que haya conocido.

¡Yo sé que no te amo! Y que otros rasgarán
La confianza de mi corazón sincero,
Apenas percibo sus figuras en el futuro,
Pues mis ojos están vueltos hacia atrás.

jueves, 13 de octubre de 2011

EL PRIMER BESO DE AMOR, DE LORD BYRON.


Ausente con tus ficciones de endebles romances,
Aquellos harapos de falsedad tejidos por la locura;
Dadme el espíritu fugaz con su débil resplandor,
O el arrebato que habita en el primer beso de Amor.

Si, poetas, vuestros pechos con fantasías brillarán,
Aquella pasión en la arboleda danzará con ardor;
Y de la bendita inspiración vuestros sonetos fluirán,
¿Pero podrán alguna vez saborear el primer beso de amor?

Si Apolo debe rehusar su asistencia,
O las Nueve dispuestas están a tu servicio;
No las invoquéis, decidle adiós a las Musas,
Y prueba el efecto del primer beso de amor.

Los odio, y odio vuestras frías composiciones,
Aunque el prudente me condene,
Y el intolerante lo repruebe;
Yo abrazo las delicias que brotan del corazón,
Cuyos latidos y alegría son el primer beso de amor.

Vuestros pastores y sus rebaños, aquellos temas fantásticos,
Tal vez puedan divertir pero nunca conmoverán.
Arcadia se despliega como un sueño de bello color,
¿Pero cómo podría compararse con el primer beso de amor?

¡Oh, cesad de afirmar que el hombre, desde que surgió
Del linaje de Adán, ha luchado contra la miseria!
Algunas parcelas del Cielo vibran en la Tierra,
Y el Edén resurge con el primer beso de amor.

Cuando los años hielen la sangre, cuando nuestros placeres pasen,
(Flotando durante años en las alas de una paloma)
El recuerdo más amado será siempre el último,
Nuestro monumento más dulce, el primer beso de amor.

EL LENGUAJE DEL AMOR, DE ELLA WHEELER WILCOX.


¿Cómo habla el Amor?
Sobre una mejilla en su tenue rubor,
Y en la palidez que le sucede, en aquel
Temblor de unos ojos que huyen,
-la sonrisa que se convierte en suspiro-
Así habla el Amor.

¿Cómo habla el Amor?
Por la desigualdad de dos corazones que palpitan,
Monstruo que en el pulso vibra, inmóvil ante el dolor,
Mientras nuevas emociones, como insólitas barcas
Que a lo largo de las venas trazan su inquietante curso;
-como el amanecer, con la fuerza súbita del amanecer-
Así habla el Amor.

¿Cómo habla el Amor?
Cuando evitamos aquello que buscamos,
El silencio repentino que nos asalta cuando
Contemplamos el ojo que brilla con su lágrima esquiva,
Cuando la alegría nos arrebata el corazón del pecho
-conociendo de memoria los nombres divinos-
Así habla el Amor.

¿Cómo habla el Amor?
En el orgulloso espíritu que crece mansamente,
En el corazón altanero creciendo humilde; en la cálida
Luz sin nombre que inunda el mundo con su esplendor;
En la semejanza donde los ojos trazan
En todas las cosas justas el rostro amado;
En el tímido roce de las manos que se estremecen,
-en los labios y las miradas que ya no disimulan-
Así habla el Amor.

¿Cómo habla el Amor?
Cuando las palabras pronunciadas parecen tan débiles
Que se someten al silencio; en el fuego
Que abate las miradas, destellos rápidos y más altos,
Como relámpagos que preceden la furia de la tormenta;
En lo profundo: sentimental quietud;
En la cálida marea apasionada que barre las venas
Entre las orillas del deleite y el dolor;
En el abrazo que se derrite en la locura del placer,
-en el arrebato convulsivo de un beso-
Así habla el Amor.

miércoles, 12 de octubre de 2011

SOLO, DE EDGAR ALLAN POE.

 

Desde el tiempo de mi infancia no he sido
como otros eran, no he visto
como otros veían, no pude traer
mis pasiones de una simple primavera.
De la misma fuente no he tomado
mi pesar, no podría despertar
mi corazón al júbilo con el mismo tono;
Y todo lo que amé, lo amé Solo.
Entonces -en mi infancia- en el alba
de la vida más tempestuosa, se sacó
de cada profundidad de lo bueno y lo malo
el misterio que todavía me ata:
Del torrente, o la fuente,
Del risco rojo de la montaña,
Del sol que giraba a mi alrededor
en su otoño teñido de oro,
Del rayo en el cielo
cuando pasaba volando cerca de mí,
Del trueno y la tormenta,
Y la nube que tomó la forma
(Cuando el resto del Cielo era azul)
De un demonio ante mi vista.

SE BELLA Y SE TRISTE, DE CHARLES BAUDELAIRE.

 

¿Qué importancia tiene vuestra bondad?
Se Bella y se Triste, las lágrimas
agregan encanto a tu rostro
como la lluvia al paisaje,
La tormenta rejuvenece las flores.

Te amo más cuando la alegría
huye del balcón de tu frente,
Cuando tu corazón se hunde en el horror,
Cuando sobre tus cejas se despliega
La temible nube del pasado.

Te amo cuando tus grandes ojos derraman
Un agua tibia como sangre,
Cuando a pesar de mi mano acompañante,
El peso de la angustia horada tu voz
Como un quejido agonizante.

Y aspiro, divina voluptuosidad,
Himno de profunda delicia,
Todos los sollozos de tu pecho,
Y creo que tu corazón se ilumina
con las perlas que caen de tus ojos.

domingo, 9 de octubre de 2011

UNA NUEVA VIDA. 17ª Parte: Un Agradable Viaje.

ADVERTENCIA: ESTE CAPÍTULO TIENE ESCENAS QUE PUEDE HERIR LA SENSIBILIDAD DEL/A LECTOR/A. SI DESEAN LEERLO HAGANLO BAJO SU RESPONSABILIDAD, ESPERO QUE LO DISFRUTEN, SI DECIDEN LEERLO.



La celebración de la boda de Juan y María duró hasta muy entrada la noche, más bien entrada la madrugada, todos los invitados lo estaban pasando tan bien que parecía que nadie quería terminar la fiesta, y nadie parecía estar cansado de tanta juerga y tanto baile. Y como no, los que más disfrutaban de todo esto eran los recién casados, se les veían bailar juntos, mirándose a los ojos, felices y muy sonrientes, como si ambos estuviesen sobre una nube.
Parece que me equivoqué en mis suposiciones, pues poco a poco los invitados se fueron retirando, y cuando a penas quedaban unos instantes para el amanecer, los recién casados y yo nos habíamos quedado solos, los demás ya se habían retirado, incluso los sirvientes. Carlos y también la familia de María se retiraron, a sus alcobas a descansar, se les preparó unas habitaciones para que pudieran dormir en la casa para estar con María unos días.
- Me gustaría hacer algo antes de retirarnos a dormir.- comentó María.
- ¿Qué deseáis hacer?- le preguntó su esposo mientras la abrazaba.
- Pedid lo que queráis.- le concedí.- En este día no se os puede negar nada.
- Quisiera quedarme aquí, para poder ver el amanecer del primer día como mujer casada.- pidió.
- Es algo muy romántico, es una gran idea.- dijo Juan.- El amanecer de nuestra vida como matrimonio.
- María, siempre habéis sido muy romántica.- le dije, dándome la vuelta para irme.- Yo me retiro a mi alcoba para descansar y dejaros solos antes del amanecer.
- ¿Pero que estáis diciendo?- me preguntó María cogiéndome del brazo, frenando en seco mi retirada.
- Pues que os dejo solos para que podáis ver el amanecer juntos.- le respondí dándome la vuelta para contestarle.
- No seáis necio.- me dijo María sin soltar mi brazo.- Vos os quedáis aquí, con nosotros.
Yo miré a Juan, preguntándole con la mirada, y él me sonrió y asentó con la cabeza, pidiéndome que me quedara.
- ¿Acaso no queréis ver el alba a solas?- les pregunté con curiosidad.
- Pues no.- respondió Juan.
- Nadie mejor que vos para acompañarnos.- apuntó María.- Sin vos esto no seria posible, vos habéis hecho posible todo esto. Si vos no me hubierais contratado como profesora de Carlos, ni me hubierais aceptado en vuestra casa, Juan y yo no nos hubiéremos conocido tan a fondo, ni nos hubiéremos enamorado, ni casado. Todo gracias a vos, y además sois el padrino de nuestra boda.
- Ante semejante aclaración creo que no puedo negarme a quedarme a ver el amanecer con los recién casados.- les dije en tono algo burlón mientras les sonreía.
Los dos me sonrieron y por fin María soltó mi brazo, no me soltó hasta que no dije de quedarme. Los tres nos volvimos mirando hacia el este, los primeros rayos del sol no tardaron en iluminar nuestros rostros, era agradable sentir el calor del sol al alba, aunque la intensa luz del sol nos hizo cerrar los ojos, y allí estábamos los tres sonriendo y en silencio por unos minutos, hasta que María comenzó a reír, con esa risa contagiosa, lo que hizo que Juan y yo también riésemos.
- Ahora sí, ahora ya nos podemos retirar a descansar.- dijo María.
Los tres dirigimos nuestros pasos hacía la casa y subimos a nuestras alcobas, María y Juan ya tenían preparada otra alcoba, una alcoba bastante más grande, pues ahora necesitaban una alcoba para dos.
- ¡Buenas noches!- me desearon al unísono María y Juan.
- ¿¡Buenas noches!?- les dije irónico.- ¡Mejor buenos días, jajajajaja!
- Jajajaja..., tenéis mucha razón.- me dijo María.- ¡Buenos días!
- ¡Buenos días, Señor!- reía Juan.
- ¡Buenos días, pareja!- les dije a los dos.
Ellos dos entraron en su alcoba, y yo hice lo propio entrando en la mía. Una vez dentro de mis aposentos me despojé de la casaca y del calzado, y me dejé caer sobre la cama sin más, estaba cansado, muy cansado había sido un día muy largo, un día y toda una noche.
- Ha sido una preciosa boda, y una preciosa celebración.- dijo Ella que apareció tumbada a mi lado.
- Estoy con vos, todo a sido perfecto, al menos eso pienso.- apunté.
- Lo ha sido, y todo gracias a vos.- me dijo.
- No ha sido para tanto.- señalé.
- No creo que María y Juan piensen así.- me comentó.- Ellos se ven muy felices, y es gracias a vos.
- Si que es verdad.- comenté.- Se les veía muy contentos, me alegro tanto por ellos.
- Siempre habéis sido muy buena persona.- me dijo Ella.- Siempre ayudando a vuestros amigos.
- ¿Eso crees?- pregunté.- ¿Soy de esa manera?
- Pues claro que sí.- dijo Ella dándome un golpecito en el hombro.- Siempre habéis sido muy generoso.
- Jajajajaja...- me reí.- Eso es porque vos me veis con buenos ojos.
- Pero debéis estar agotado.- señaló Ella.- Creo que debería marcharme y dejaros descansar.
- ¡No!- le dije cogiendo su mano y besándola.- No importa lo cansado que yo esté, si vos estáis conmigo, sacaré fuerzas de donde sea para seguir despierto. No os voy a dejar sola.
- ¡Oh! Sois mi caballero andante.- se burlaba Ella mientras me regalaba una de sus bellas sonrisas.
- Soy vuestro caballero andante y vos sois mi bella doncella.- seguí con la burla, mientras le sonreía pícaramente.
Ella se abalanzó sobre mí y me besó, me besó una y otra vez, mi lengua jugaba con la suya, tanto dentro de su boca como dentro de la mía, se enroscaban la una en la otra como si fuesen serpientes en celo, nuestros besos eran tan apasionados, que terminé por perder el control, cosa que a Ella también le ocurrió. Mi deseo por Ella creció, nos abrazamos y nuestros cuerpos se despojaron de las vestiduras con mucha pasión y rapidez. Recorrí todo su cuerpo con mis labios, mis labios estaban muy calientes, parecían arder como si fuesen lava fundida, sus pechos se pusieron duros reaccionando a mis caricias, succioné sus pezones con frenesí y sus gemidos de placer, me hacían enloquecer aún más, me llegó un aroma muy especial, proveniente de su sexo que me hizo devorarlo sin compasión. Ella me pidió que la poseyera, que ya no aguantaba más, que no podía esperar más, entonces es cuando la poseí, cuando mi miembro se refugió en Ella y nos unimos en un solo ser, gritamos de placer en esta danza de gemidos, pasión y sudor, y nos sentimos renacer en esta mañana de deseos consumados, uniéndonos para toda la eternidad.
Una vez consumado el acto, Ella y yo nos quedamos en la cama acostados de lado abrazados uno frente al otro y mirándonos a los ojos, ambos permanecemos en silencio, con los ojos clavados en los ojos del otro, y sonriéndonos mutuamente, ambos felices, plenamente muy felices. Hasta quedarme dormido por el agotamiento de esta jornada.
Cuando me desperté el sol estaba muy alto, estaba totalmente descansado y feliz. Me levanté y después de asearme y vestirme, salí de mi alcoba y bajé a la planta inferior de la casa. En el Salón-Comedor estaban ya los recién casados, Carlos y la familia de María almorzando.
- ¡Buenas tardes!- les saludé a todos mientras tomaban el almuerzo.- ¡Que aproveche!
- ¡Buenas tardes!- me saludaron todos a la vez.
- Parece que se os han pegado las sábanas hoy.- apuntó María.
- Sí, un poquito.- señalé sonriente.- pero sólo un poquito.
- Además parece que tenéis muy buena cara.- se percató María.
- He dormido estupendamente.- le dije.- Pero dejemos de hablar de mí, ¿como están los recién casados?
- Muy felices y contentos.- respondió Juan con una sonrisa de oreja a oreja.
- Realmente me siento en las nubes.- comentó María.
- Bueno, ayer olvidé daros vuestro regalo de bodas.- les dije.
- Pero si nos preparasteis una boda estupenda.- dijo María.- que más se puede desear.
- Ya os habéis molestado mucho con nuestra boda.- dijo Juan.
- Vaya, ¿entonces no queréis mi regalo?- les pregunté con ironía.
- ¿Y se puede saber que regalo tenéis preparado?- preguntó María con mucha curiosidad y con los ojos abiertos como platos.
- Os había preparado una Luna de Miel en París...- les informé.
- ¡Ahhh!- gritó María levantándose de su asiento y tirándose a mi cuello dándome un fuerte abrazo.- Es estupendo, el mejor regalo del mundo.
- ¡Gracias, Señor!- me agradeció Juan.- Sois muy generoso.
- ¡De nada! Sabía que os gustaría ese viaje.- les dije.
- Pero también quiero que Juan visite mi casa.- comentó María.- Quiero que conozca Galicia.
- No hay ningún problema.- le dije.- Podéis ir a París cuando gustéis.
- ¿Que tal si pasamos unos días en Galicia y después continuamos viaje para París?- preguntó Juan a María.
- Me parece muy bien.- respondió María.- Tengo ganas de volver a ver mi tierra y también de visitar París.
- A mí me alegraría mucho volver a tener a mi hija en casa, con su esposo.- señaló José, el padre de María.- Pero también sería un honor teneros a vos como invitado junto con vuestro hijo.- me dijo José.
- ¿Podemos ir, Padre?- me preguntó Carlos.
- ¿No sé? No quisiera molestar.- dije.
- No es molestia.- me dijo María del Carmen, la madre de María.- Me ofendería si rechazarais esta invitación.
- No se hable más, os venís a Galicia con nosotros.- dijo María, más bien ordenó.
- ¡Por favor, padre!- insistía Carlos.
- Esta bien, visitaremos Galicia.- les dije, como negarme si era lo que todos querían.- Hace tiempo que no visito Galicia.
Después de esta conversación tomé asiento para almorzar, y mientras almorzábamos comentamos sobre el viaje a Galicia, y por supuesto también estuvimos charlando y conociendo mejor a la familia de María, y sobretodo la familia de María atosigando a Juan con sus preguntas, lo normal para conocerlo mejor. Y nos reímos mucho con las anécdotas que José contaba de María, sobretodo de cuando era un niña.
Durante los días siguientes la convivencia con el nuevo matrimonio fue muy divertida, todo eran bromas y más bromas, y también la familia de María era muy divertida, era la primera vez que venían a Andalucia y parece que disfrutaron mucho de esta visita a la tierra del Sur. Lo que me encantaba de verás, era cuando me contaban las batallitas de María, eran muy graciosas, aunque a María no le hacia mucha gracia, algunas veces se enfadaba un poco, y eso a mí me divertía mucho más.
En un par de días todo quedó preparado para poder salir de viaje. Hacía ya algún tiempo que no salía de viaje, y lo cierto es que estaba necesitando unas vacaciones, necesitaba salir de la Hacienda y despejarme, desconectar un poco, y un viaje con mi hijo Carlos, era justo lo que necesitaba en estos momentos.
Tampoco Carlos había hecho nunca un viaje tan largo, y él estaba muy emocionado por ello, el pobre se sentía algo aburrido ya que la mayoría de los amigos que había hecho durante el último año, en el Colegio y en el Conservatorio de música, al llegar el fin del curso, se marcharon a sus casas con sus familias, ya que casi todos vivían muy lejos.
Pero lo que más le afectaba era la ausencia de Annabella, tras la boda de María y Juan, justo al día siguiente, la Madre de Ella y su querida nieta partieron hacía Nápoles, para visitar a los padres de Annabella, a los cuales tenía ya mucho tiempo de no verlos, y es normal que una hija quiera volver a ver a sus padres.
Entre Annabella y Carlos había surgido una gran amistad, eran unos amigos inseparables. Al verlos juntos, solía recordar los momentos que pasé con Ella, cuando teníamos más o menos su edad, ¿acabarán Annabella y Carlos sintiendo el uno por el otro lo mismo que sentíamos Ella y yo?, de ser así, espero que su final sea mucho mejor que el nuestro, claro que dentro de lo que cabe, no ha sido tan malo, pero espero que el de ellos sea mucho mejor y que no lleguen a sufrir nunca por sus sentimientos.
El día del viaje del viaje había llegado, después del desayuno partimos rumbo a Galicia, la Hacienda quedó en manos de los sirvientes, todos llevaban mucho tiempo trabajando en la casa y estaba totalmente seguro que no pasaría nada durante mi ausencia y la de Juan, ellos podían resolver cualquier problema que surgiese. El viaje era largo, pero como íbamos visitando distintos sitios de España, fue mucho más ameno. Estuvimos visitando Granada, Jaén, Toledo, Madrid, Salamanca, Ourense..., hasta que finalmente llegamos a nuestro destino, un pequeño y precioso pueblo costero localizado en la Ría de Pontevedra, este pueblo se llamaba Bueu.

La vivienda de la familia de María era una preciosa casa construida de piedra, junto a la orilla del mar y con un acojedor jardín, era una casa con mucho encanto y realmente muy hermosa. Y lo que más me gustaba es que simplemente con bajar los peldaños de una escalera pasabas del jardín a la playa, siempre me ha gustado mucho el mar. Por supuesto que en Andalucía también tenemos preciosas playas, pero el mar estaba a unas cuantas leguas de distancia de la Villa, lo que hacía algo más complicado pasar un día de playa. Pero son tan diferentes las playas andaluzas de las gallegas, pero tantas unas como las otras son verdaderamente muy bellas, el mar tiene algo que siempre me ha atraído, y a la vez es tan relajante, me relaja mucho observar el movimiento de las olas y escuchar su sonido.
Una vez instalados lo primero que hizo María fue llevarnos a su esposo, a Carlos y a mi a la playa, más bien nos arrastró para ver el mar.
- ¡Vamos, vamos!- gritaba María de alegría, mientras se descalzaba.- Hace mucho tiempo que no veía el mar.
- Jajajaja..., pareces una cría.- le replicó su marido, que también se quitaba el calzado.- Una cría que ve el mar por primera vez.
María se volvió hacia su esposo y se burló de él enseñándole la lengua. Al final yo también me quité las botas, y Carlos hizo lo mismo, los cuatro estábamos descalzos sobre la arena de la playa.
- Siempre me ha encantado pasear descalzo sobre la arena del mar, mientras las olas me mojan los pies.- comenté en voz alta, mientras observaba el ir y venir de las olas fijamente.
María con un movimiento de su pierna me salpicó agua, lo que hizo que dejara de observar las olas.
- Os habéis quedado embobado mirando el mar, jajajaja...- se reía María al mojarme.
Yo me reí y también golpeé el agua con el pie para que le salpicara agua, en seguida se unieron Juan y Carlos, y todos nos salpicábamos agua entre gritos y risas, como si fuésemos unos niños pequeños. Al cabo de unos minutos estábamos empapados todos y sentados en la arena observábamos la puesta del Sol.
- Ha sido divertido, ¿verdad?- preguntó María.
- Divertido y húmedo.- apuntó Juan.
- Muy divertido.- dijo Carlos.- pero el mar tiene un olor raro, y el agua es salada.
- ¿Nunca habías visto el mar antes?- pregunté a mi hijo.
- No, esta es la primera vez que lo veo.- contestó Carlos.
- Pues me alegro que la primera vez que has visto el mar sea en Galicia.- le dijo María que estaba sentada a su lado y le echó su brazo por encima de los hombros dándole un abrazo.
- Y tampoco pensaba que fuese tan grande.- comentó Carlos.- No se ve el final.
- Es tan grande que necesitarías muchos años para recorrer todos los mares y océanos de este mundo.- le dije.- Es hermoso y bello, pero a la vez puede ser aterrador, sus olas pueden llegar a partir en dos un gran navío, como se rompe la cascara de una nuez.
- Pero no le digáis esas cosas a Carlos, lo asustareis.- se quejó María.
- Tenéis razón.- le dije.- no debería haber dicho ese comentario.
- Pero si no me asustáis con vuestras palabras.- comentó Carlos.- lo cierto es que ahora estoy más intrigado, quiero saber más cosas sobre el mar.
- El sol ya se escondió.- apuntó Juan.- y estamos empapados.
- Cierto, empieza a refrescar.- indicó María.- Será mejor que entremos en casa.
- Entremos antes de atrapar un resfriado.- les dije.
Nos pusimos en pie y volvimos hacia la casa, estábamos hechos un cuadro, todos empapados y cubiertos de arena de la playa. Al llegar a la casa de los padres de María, nos dirigimos a nuestros aposentos para quitarnos las ropas húmedas y asearnos, la cena se serviría pronto y debíamos prepararnos para cenar. Sería de muy mal gusto hacer esperar a nuestros anfitriones.
Después de arreglarnos un poco nos disponíamos a tomar la cena. Como nos encontrábamos en un pueblo costero nos prepararon una comida típica del mar, que consistía en pescado y marisco, acompañada con un buen Ribeiro, una gran y deliciosa cena, pero como siempre María apenas comió de ella, se interesó más por otras cosas, como pasta, verduras y frutas.
- Espero que la cena haya sido del agrado de todos.- comentó José.
- Realmente deliciosa.- dijo Juan a su suegro.
- Si, todo estaba muy rico.- apuntó Carlos.
- ¿Os ha gustado la cena?- me preguntó María del Carmen.
- Por supuesto, ha sido una cena muy sabrosa.- le dije.- mis felicitaciones para la cocinera.
- Mi madre es una gran cocinera.- señaló María.- La mejor cocinera del mundo.
- Mi hija siempre tan considerada.- dijo quitándole importancia a lo que dijo su hija.
- Yo ya había probado el marisco, tengo que admitir que en el Puerto de Santa María, en Cádiz, saben cocinarlo muy bien, pero no tan delicioso como en Galicia, y el vino ha sido delicioso, un buen Ribeiro es lo mejor para acompañar al marisco.- le dije a María del Carmen.- Vuestra hija tiene razón, sois una gran cocinera.
- Muchas gracias.- me agradeció.- Sois muy amable.
- No es amabilidad.- le dije.- simplemente os digo lo que pienso. Vuestra comida ha sido todo un placer para mi paladar.
- No me digáis esas cosas.- dijo María del Carmen tapándose el rostro.- me voy a poner colorada.
- Jajajaja..., mi madre siempre tan vergonzosa.- remarcó Sergio, el hermano más joven de María.
Y todos nos reímos, la familia de María era muy agradable y muy divertida, y unos grandes anfitriones.
- ¿Vos ya habíais visitado con anterioridad Galicia? O eso creo.- me preguntó José Antonio, el otro hermano de María.
- Sí, así es.- le respondí.- En varias ocasiones he estado en Galicia dando algunos conciertos de piano.
- Recuerdo haberos visto hace muchos años en Santiago de Compostela.- me dijo.- Realmente vuestro concierto me impresionó mucho.
- Gracias.- le agradecí.- el un placer oír esas palabras de aquellos que me han visto y escuchado tocar el piano.
- Toda la familia estuvimos en ese concierto.- comentó José.- y a todos nos encantó.
- ¿Puedo pediros un favor?- me preguntó María del Carmen.
- Por supuesto, ¿qué puedo hacer por vos?- le concedí.
- En la sala tenemos un viejo piano, y me gustaría volver a escucharos tocando el piano, por favor.- me pidió muy ilusionada.
- Pues claro que tocaré para vos.- le dije.- No puedo negarle nada a una cocinera tan buena como vos.
Después de la cena nos fuimos a la sala donde estaba el piano, era un viejo piano, pero estaba muy bien conservado y sonaba muy bien. Los pianos viejos siempre suenan mejor que los que son muy nuevos. Allí, en la sala interpreté un miniconcierto para mis anfitriones y mi familia, todos escuchaban con mucho interés cada una de mis notas, con los ojos y oídos bien abiertos. Cuando terminé de tocar todos aplaudieron mi actuación y después de mí, Carlos también tocó el piano, y lo hizo muy bien,... no es porque sea mi hijo, es que cada vez lo hace mejor.
Tras la velada musical casi todo el mundo se retiró a sus habitaciones para descansar, pero yo como no tenía sueño, salí al jardín. Aunque estábamos en verano la noche no era muy cálida, era una noche mucho más fresca de a lo que estaba acostumbrado en Andalucía, pero sin llegar a ser fría, era una temperatura muy agradable, y las estrellas brillaban en el cielo junto a la luna, y tanto la luna como las estrellas se reflejaban en la superficie del mar, como si el mismo cielo estuviese llenando el mar. Era una vista preciosa, y solamente se escuchaba el murmullo de las olas, era tan relajante y se respiraba tanta paz allí sentado en ese jardín.
- Preciosa noche, ¿verdad?- me preguntó Ella sentada junto a mí.
- Y ahora es mucho más hermosa.- le dije.- vuestra belleza brilla más que todas las estrellas juntas, las estrellas sienten envidia de vuestra belleza.
- Sois muy alhagador.- me dijo Ella, acercándose y dándome un beso en los labios.- gracias por ese piropo.
- Jajajaja..., de nada.- le dije mientras le sonreía.- Pensaba que no os vería por aquí.
- Yo siempre estaré allá donde vos vayáis.- me dijo a la vez que se abrazaba a mí.- no me alejaré nunca de vos.
- ¡Muchas gracias, mi vida!- le agradecí a la vez que también le abrazaba.
- ¡¿Sabes?! Es la primera vez que estamos juntos frente al mar.- señaló Ella.
- No había reparado en ello, pero tenéis toda la razón.- le dije.- Nunca habíamos visto juntos el mar, esta es nuestra primera vez.
- Me encanta vivir experiencias nuevas con vos.- me dijo Ella volviendo a besarme y a apretarme más con su abrazo.
- Y a mí me gustaría vivirlo todo con vos.- le dije a la vez que junté mis manos a su espalda, cerrando mi abrazo, para impedir que se escapara de entre mis brazos.
- Que maravilloso se ve el mar de noche.- me dijo retirando su mirada de mis ojos y mirando al mar.
- Mientras este en vuestra compañía todo me parece maravilloso.- y también miré hacia el mar.
Nuestras mejillas se juntaron, y ambos mirábamos el mar nocturno, mientras estábamos abrazados, juntos, unidos como un solo ser, en total silencio, sin decir una sola palabra, solamente se escuchaba el ruido de las olas al chocar contra la arena de la orilla y nuestras respiraciones agitadas, que también parecían juntarse como si de una sola respiración se tratase.
A la mañana siguiente unos pasos que se acercaban me despertaron, me había quedado dormido en el jardín, tenía el cuerpo algo destemplado, por la temperatura tan fresca de la noche, y todo mi cuerpo estaba algo entumecido por este hecho.
- ¡Buenos días!- me saludó María.- ¿Habeis madrugado mucho?
- No, en realidad he acabado durmiendo aquí.- le respondí.
- Pero estáis loco, podéis enfermar, las noches son más frescas aquí que en Andalucía.- me reprochó María.
- Tranquila estoy bien, tanto me relajé anoche contemplando el mar que al final me quedé dormido.- le dije.- Por cierto, ¿qué hora es?
- Es temprano, esta apunto salir el sol, todos aun duermen en la casa.- me informó.- Me ha sorprendido veros aquí, pensé que habíais madrugado más que yo.
- ¿Y por qué motivo habéis madrugado?- le pregunté intrigado.
- Es que estoy demasiado contenta por estar en casa de nuevo, que esta alegría no me deja dormir.- me respondió.- y he pensado pasear al alba por la orilla del mar, ¿me acompañáis, caballero?
- Por supuesto, bella dama.- le respondí en tono burlesco.- Pero esta vez sin ponernos empapados de agua.
- ¡Que lástima!- se quejó, simulando un enfado.- Esta bien, no os mojaré.
Así fue como nos fuimos a dar un paseo por la playa mientras amanecía, en un principio el paseo transcurría en un agradable silencio, María caminaba a mi derecha mientras las olas mojaban sus delicados pies descalzos, mientras llevaba sus zapatos en la mano derecha.
- ¿Que os parece mi tierra?- me preguntó María rompiendo el silencio.
- Galicia es muy hermosa.- le contesté.- Realmente es una tierra muy bella.
- Es preciosa.- afirmó María.- La hechaba de menos. Me alegro mucho de estar de vuelta en casa de mi familia y además casada con un hombre maravilloso.
- Se os ve muy feliz.- le dije.
- Si que lo soy, soy la mujer más feliz del mundo.- me dijo con una sonrisa de oreja a oreja, a la vez que se abrazaba a mi brazo derecho y apoyaba su cabeza en mi hombro.- Y todo gracias a vos.
- ¡¿Gracias a mí?!- exclamé.
- Si gracias a vos.- me respondió besándome en la mejilla.- Vos me disteis un trabajo y así conocí a Juan que ahora es mi esposo, y también gracias a vos he hecho las paces con mi orgulloso padre.
- Pues de nada.- le dije.- Ha sido todo un placer.
- Y además en vos he encontrado a un gran amigo, el mejor amigo que se puede encontrar.- me dijo María.
El paseo continuó mientras el agua del mar brillaba con los reflejos de los primeros rayos de sol. Yo le tengo mucho cariño a María y me hace muy feliz verla tan contenta y desprendiendo tanta alegría. Y que decir de Juan, un gran amigo de hace muchísimos años, que también era muy feliz. Cuando la gente a la que se le quiere son felices uno se siente feliz también.
Los días que pasemos en Galicia fueron muy divertidos y relajados, sin el estrés de la Hacienda, del Colegio y del Seminario de Música, todos nos sentíamos muy contentos y relajados, como debe ser después de unas vacaciones. María y su familia fueron muy amables y se empeñaban en que conociéramos todos los rincones de su pueblo, cada playa, cada casa, cada árbol, cada roca del camino. Solíamos dar largos paseos mientras contemplábamos los bellos paisajes de la zona, incluso en muchos casos como los sitios que deseábamos visitar estaban algo lejanos solíamos ir montando a caballo. La belleza de esta tierra me impactaba cada día más, todas sus vistas eran preciosas.

También María se empeñaba en presentarnos a toda persona que se cruzaba en nuestro camino, conocimos a toda la familia de María, a sus tíos, primos, abuelos... tenía una familia muy amplia, y su abuela se interesó mucho en el esposo de su nieta, menudo interrogatorio le hizo al pobre de Juan. No solo los paisajes de Galicia eran hermosos, sus gentes también eran muy amables y simpáticas, aunque ya había visitado esta tierras antes nunca me había sentido tan cómodo en ella, como en estos días, verdaderamente me sentía como en casa.
Nuestra visita en la casa familiar de María llegaba a su fin, habíamos estado abusando de la hospitalidad de nuestros anfitriones durante dos semana, y no es que lo estuviéramos pasando mal, tanto Carlos como yo lo estábamos pasando en grande, pero creo que ya era hora de partir. María y Juan también pensaban iniciar su viaje a París en unos días, estaban ansiosos por iniciar su Luna de Miel, María y Juan disfrutaron de su estancia en Galicia, sobretodo María, pero un viaje ellos dos a solas también era algo que querían disfrutar.
- Mañana partiremos para París.- comentó María durante la cena.
- Que lástima hija, habéis estado poco tiempo en casa.- le recriminaba su madre, María del Carmen.
- Pero nuestra hija ya es una mujer casada, y tiene que disfrutar de su Luna de Miel.- le dijo José a su esposa.
- Pero ha sido poco tiempo y hace tanto que no la veíamos, y se va a la otra punta de España.- remarcó María del Carmen con lágrimas en los ojos.
- No os alarméis.- la consoló Juan.- Intentaremos visitarlos siempre que podamos.
- Lo veis querida, nos visitaran a menudo.- consolaba José a su mujer.- Nosotros también los visitaremos siempre que podamos.
- Esta bien, pero os cuidareis mucho, ¿verdad, hija mía?- preguntó María del Carmen a su hija.
- No os preocupéis, tengo quien me cuide.- le respondió María.
- Yo la cuidaré muy bien y la haré muy feliz también.- le dijo Juan a su suegra, para tranquilizarla.
- ¿Y vos, os quedaréis más tiempo aquí?- me preguntó José intentando cambiar de tema.
- Yo también parto mañana.- le contesté.
- ¿Y volvéis directamente para Andalucia?- volvió a preguntarme.
- Lo cierto es que he pensado viajar por España, para que mi hijo conozca su país.- le respondí.
- ¡¿De verdad?!, eso es algo extraordinario.- replicó Carlos muy entusiasmado.
- ¿Y que pretendéis visitar?- me preguntó María con mucha curiosidad.
- Había pensado visitar Santiago de Compostela, ver Finisterre y visitar La Coruña para ver la torre de Hércules, también deseo visitar Lugo, León, Burgos, Logroño, Zaragoza, Lerida, Barcelona, y volver a Andalucia viajando por la costa mediterranea, por Tarragona, Valencia, Alicante, Cartagena,... antes de llegar a Andalucia.- le respondí a su pregunta.
- Menudo viaje.- comentó María.- Carlos disfrutará mucho de ese viaje, en todos esos lugares hay muchas cosas dignas de ver.
- Tengo muchas ganas de ver todos esos lugares.- comentó Carlos.
- Cuando regrese de mi Luna de Miel, te haré un examen de todo lo que hayas visto en tu viaje.- le dijo María a Carlos, gastándole una broma.
- Jo,,, pues vaya gracia, ni en vacaciones me libro de estudiar.- protestó Carlos.
Lo que hizo que todos nosotros rompiéramos a reír a carcajadas. La madre de María también reía, parecía algo más relajada.
A la mañana siguiente poco después del desayuno, todo estaba listo para nuestra partida, y también la partida de Juan y María, pero con distintos destinos.
- Disfrutad de vuestra Luna de Miel, cielo.- le dijo María del Carmen a su hija, a la vez que le daba un abrazo.
- Lo haré madre, disfrutaré mucho de mi visita a París.- le dijo María.
- Os quiero mucho, hija mía.- le dijo José.
- Yo también os quiero, Padre.- le respondió a su padre abrazándolo.
- Adiós hermanita.- dijeron a la vez los hermanos de María lanzándose sobre ella abrazándola.
- Os quiero mucho a los dos.- les dijo María mientras ambos la seguían abrazando.
- Cuidad mucho de nuestra hija.- le pidió José a Juan estrechándole la mano.
- Descuidad, lo haré.- le respondió Juan.
- Y hacedla feliz, muy feliz.- le pidió su suegra, mientras le daba un abrazo.
- Perded cuidado, la haré la mujer más feliz del mundo.- le dijo.
- Sé que lo haréis.- dijo María del Carmen.- Mi hija ha sabido elegir a un buen hombre.
- Muchas gracias.- le agradeció Juan.- Ustedes ha criado a una hija maravillosa, y tengo el honor de ser su esposo.
- Les agradezco mucho su hospitalidad, y lo bien que se han portado con mi hijo y conmigo.- les agradecí a los Padres de María.
- Ha sido todo un placer tenerle en nuestra humilde casa a vos y a vuestro hijo.- me dijo José.
- Para mí ha sido todo un honor el haber compartido su techo.- le repliqué.
- El honor ha sido todo nuestro.- me dijo la madre de María.- Os debemos mucho por haber cuidado tan bien de nuestra hija.
- No ha sido nada.- le dije.- María se ha convertido en una persona muy importante en nuestras vidas.
- María siempre ha sido muy especial.- dijo su padre.- y consigue que todo el mundo sea su amigo.
- Si que lo es, es una chica verdaderamente especial.- les dije.- Vuelvo a repetirle que les agradezco su hospitalidad.
- No ha sido para tanto.- me dijo José.
- Espero que su hijo y vos disfrutéis del viaje de regreso a casa.- me deseo María del Carmen.
- ¡Muchas gracias!, siendo con mi hijo, seguro que lo disfrutaré.- le agradecí a la madre de María.
Después de todas las despedidas, subimos a nuestros respectivos carruajes, María y Juan subieron al suyo, y Carlos y yo subimos a otro. Iniciamos el viaje mientras la familia de María nos observaba alejarnos y se despedían agitando sus brazos, nosotros hacíamos lo propio asomándonos por las ventanillas de los carruajes despidiéndonos de ellos.
Los carruajes viajaron juntos durante unas cuantas millas hasta que llegaron a una encrucijada, donde nuestros caminos se separaban, en este punto los carruajes se detuvieron, María y Juan se apearon de su carruaje, y Carlos y yo hicimos lo mismo.
- Aquí se separan nuestros caminos.- señalé.
- Os voy ha hechar de menos.- me dijo María tirándose sobre mí y dándome un apretado abrazo.
- Yo también os hecharé de menos.- le dije.
- También os hecharé de menos.- le dijo María a Carlos, dándole un abrazo y un beso en la mejilla.
- Yo os hecharé de menos a los dos.- les dijo Carlos a los recién casados.
- También os añoraré, pequeñajo.- le dijo Juan a Carlos despeinándolo con su mano derecha.
- Eso es muy molesto.- se quejó Carlos.- Cuidad mucho de mi maestra.
- Lo haré.- le dijo.- Cuidad también de vuestro Padre.
- Claro que lo haré.- dijo Carlos.
- Buen viaje, amigo.- le dije a Juan.
- Gracias, Señor.- agradeció Juan, que me dio un abrazo.- Disfrutad también vos de vuestro viaje de vacaciones.
- Con la condición de que lo paséis muy bien en París.- les dije a Juan y a María.
- Jajajaja...- reía María.- lo pasásemos genial, y gracias por la Luna de Miel.
- De nada.- le dije.- Sois de la familia y deseo lo mejor para ambos.
- Sois demasiado amable con nosotros.- señaló Juan.
- Como no serlo con la familia.- le dije.
Los cuatro nos unimos en un abrazo en grupo, lo cierto es que era casi imposible que las lágrimas no rodasen por nuestras mejillas, desde que el destino unió nuestras vidas hace unos dos años, nunca nos habíamos separado, los cuatro siempre hemos estado juntos, conviviendo juntos como una verdadera familia. Tras este agradable abrazo María y Juan volvieron a subir a su carruaje, lo mismo hicimos Carlos y yo, los carruajes se pusieron en marcha y conforme se alejaban cada uno por su camino, nos asomábamos por las ventanillas despidiéndonos de nuestros amigos y deseándoles un buen viaje, y Juan y María hacían lo mismo despidiéndose de nosotros y deseándonos un agradable viaje de regreso a casa.
Los enamorados recién casados iniciaron así su Luna de Miel, mientras que yo junto a mi hijo iniciaba un viaje turístico visitando diversas ciudades de España, durante una temporada no veríamos a María y a Juan, mientras disfrutaban de su feliz viaje de recién casados, los vamos a hechar de menos, pero dentro de unas cuantas semanas, nos reuniremos todos de nuevo en nuestra casa.

viernes, 7 de octubre de 2011

EL CARRUAJE DE LA MUERTE, DE KATHARINE TYNAN HINKSON.


En la noche, cuando los enfermos yacen despiertos,
Escucho pasar al Carruaje de la Muerte;
Lo oí pasar salvaje, por senderos desiertos,
Y supe que mi hora aún no había llegado.

Click-clack, click-clack, los cascos pasaron,
Tirando del Carruaje, viajando en rápidas alas,
Viajando lejos, a través de la lúgubre noche.
Los muertos deben descansar hasta el alba.

Si alguien caminase sigiloso tras sus huellas,
El Carro y los caballos, negros como la medianoche,
Verá viajando a la Sombra de la Perdición,
Que atrae a todos, y a cada uno por venir.

Dios es piadoso con los que aguardan en la noche,
Escuchando al Carruaje de la Muerte en el umbral,
Y aquel que lo oiga, aunque sea débilmente,
El espantoso Carro se detendrá para él.

Él partirá con el rostro lívido,
Subiendo al Carro y tomando su lugar,
La puerta se cerrará, sin nunca vacilar.
Rápido se cabalga en compañía de los muertos.

Click-clack, click-clack, la Hora es fría,
El Carruaje de la Muerte sube la distante colina.
Ahora, Dios, Padre de todos nosotros,
Limpia de tu viuda las lágrimas que caen.

ASTROFOBOS, DE HOWARD PHILLIP LOVECRAFT.


Brillando en el cielo de medianoche,
Sobre los abismos etéreos y distantes,
Me acechaba, anhelante,
Una seductora, resplandeciente estrella;
Cada crepúsculo retornaba
Brillando en el Carro Ártico.
Místicas formas bellas se fundían
En sus gloriosos rayos dorados,
Fantasías de dicha descendían
En miríadas de elisíaco placer.
De sus coros de liras se extendían
Como cantos de Lidias melodías.
Pensé que el placer reinaba allí,
Donde el libre y el bendito habitan,
Y cada instante un tesoro traía
Envuelto en flores de loto,
Flotando en una nota líquida
Del laúd del viejo Israfel.
Allí, me dije, existen
Mundos de felicidad desconocida,
Donde la inocencia es alabada
En el trono de la coronada virtud;
Hombres de luz, de pensamientos
Más puros, más diáfanos que los míos.
Entonces sentí horror ante la visión,
Se tornó roja y delirante;
La esperanza se disolvió en burla,
La belleza en fealdad;
Himnos extraños se arrastraron,
Signos espectrales se mezclaron.
Carmesí ardió la estrella de la locura
Que antaño admiré tan bella;
Todo era triste donde hubo felicidad,
Y en mis ojos tembló una verdad;
Infames demonios salvajes desfilaron
A través de mi febril visión.
Ahora conozco la satánica fábula
Que surgía de aquel dorado esplendor;
Ahora evito la tétrica luz
Que antaño amé con fervor;
Pero el horror, estable y mortal,
Acechará mi alma por siempre.

martes, 4 de octubre de 2011

EN EL BOSQUE NEGRO, DE AMY LEVY.


Me acosté debajo de los pinos,
Miré hacia arriba, hacia el verde
Oscuro en la copa de los árboles,
Brillo sombrío que marca el paso del azul.

Cerré los ojos, y un increíble
Sentido fluyó sin criterio:
Aquí yazgo muerta y enterrada,
Y este es un cementerio.

Estoy en un reposo eterno,
Han terminado todos los conflictos.
Caí recta y sentí los lamentos
Por mi pequeña vida pasada.

Derecho injusto y labor perdida,
Sabio conocimiento despreciado;
La pereza y el fracaso y el pecado,
¿Yo fui triste por esto?

Me han puesto triste a menudo;
Ya nunca más asaltan mi pudor,
Mi corazón estaba lleno de dolor
Por la alegría que nunca tuvo.

LA LUJURIA DE LOS OJOS, DE ELIZABETH ELEANOR SIDDAL.

 

No rezo por el alma de mi Dama,
aunque antaño haya adorado su sonrisa;
Su destino final no me atormenta,
ni cuándo su belleza perderá su encanto.

Sólo me siento a los pies de mi Dama,
mirando fijo sus ojos salvajes,
sonriendo al pensar cómo mi amor huirá
cuando su radiante belleza muera.

No me atribulan las plegarias de mi Dama,
pues sordo yace nuestro Padre en el cielo.
Mi corazón late con alegre melodía
al sentir que su amor me ha sido otorgado.

Entonces, ¿quién cerrará los ojos de mi Dama?
¿Quién doblará sus frágiles manos?
¿Alguien la asistirá cuando sus ojos lluevan,
mientras, silenciosa, camine hacia las Tierras Desconocidas?

ALAS EN LA NOCHE, DE KATHARINE TYNAN.


En la suave medianoche de primavera
Se oye un zumbido de alas
Cortando el aire, furtivas;
Moviéndose en la noche inquieta.

Volando sobre mares amargos
Juntos han retornado a casa.
Alegres en la luz escasa
De las viejas colinas grises.

Llamando, llamando suavemente
Uno alumbra el cristal de una ventana:
El grajo, sorprendido por la entrada,
Regresa a su sueño quedamente.

La estela yerma del páramo despierta
Y el lavanco efectúa su ingreso,
Las aves derraman sobre los techos
Un manto de agudos y largos llantos.

La paloma despierta bajo la estrella
Hacia un gemido lastimero,
Y aquel tímido lamento sincero
Es por penas que no son de ella.

Pues ellos nunca fueron pájaros,
Sino almas de hombres en el viento,
Buscando, incansables, el seno materno,
El corazón que es suave y amable.

De los muertos son las almas,
Que vienen de los campos de matanza,
Han retornado al hogar, sin esperanza,
Sobre las oscuras aguas salvajes.

sábado, 1 de octubre de 2011

CUANDO DEBA DORMIR, DE EMILY JANE BRONTË.

Oh, En la hora en la que deba dormir,
Lo haré sin identidad,
Y ya no me importará cómo cae la lluvia,
O si la nieve cubre mis pies.
El cielo no promete salvajes deseos,
Podrán cumplirse, acaso la mitad.
El infierno y sus amenazas,
Con sus inextinguibles brasas
Jamás someterá esta voluntad.

Por lo tanto digo, repitiendo lo mismo,
Todavía, y hasta que muera lo diré:
Tres Dioses dentro de este pequeño marco
Guerrean día y noche.
El Cielo no los mantendrá a todos, sin embargo
Ellos se aferran a mí;
Y míos serán hasta que el olvido
Cubra el resto de mi ser.

Oh, cuando el Tiempo busque mi pecho para soñar,
Todas las batallas concluirán!
Pues llegará el día en el que deba reposar,
Y este sufrimiento ya no me atormentará.