El Fuego del Amor ardía tan débilmente,
Que en la oscuridad apenas veíamos sus reflejos,
Y en la luz de los días plácidos y perfectos,
Sólo brillaba el eco lento de sus brasas.
En vano, para deleite del amor,
Intentamos lanzar nuevos placeres
En aquella pira hecha de calor:
A través del impasible aire de la vida,
Hemos perdido el fuego radiante
Que una vez nos habitó.
Luego, en la noche, en la penumbra triste,
Amargada por el dolor más negro,
Cubierta con la pálida niebla de mis lágrimas,
Nos unimos en un abrazo tembloroso,
Cruzando aquel abismo oscuro de salados cristales,
Sobre la vida tranquila llegó el Viento del Dolor,
Agitando la moribunda llama de nuestro amor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario