martes, 26 de abril de 2011

NO TE PUEDO OLVIDAR, DE OBK.

ALMA AUSENTE, DE FEDERICO GARCÍA LORCA.

No te conoce el toro ni la higuera,
ni caballos ni hormigas de tu casa.
No te conoce tu recuerdo mudo
porque te has muerto para siempre.

No te conoce el lomo de la piedra,
ni el raso negro donde te destrozas.
No te conoce tu recuerdo mudo
porque te has muerto para siempre.

El otoño vendrá con caracolas,
uva de niebla y montes agrupados,
pero nadie querrá mirar tus ojos
porque te has muerto para siempre.

Porque te has muerto para siempre,
como todos los muertos de la Tierra,
como todos los muertos que se olvidan
en un montón de perros apagados.

No te conoce nadie. No. Pero yo te canto.
Yo canto para luego tu perfil y tu gracia.
La madurez insigne de tu conocimiento.
Tu apetencia de muerte y el gusto de su boca.

La tristeza que tuvo tu valiente alegría.
Tardará mucho tiempo en nacer, si es que nace,
un andaluz tan claro, tan rico de aventura.
Yo canto su elegancia con palabras que gimen
y recuerdo una brisa triste por los olivos.

VAMPIRE, DE XANDRIA.

domingo, 24 de abril de 2011

LA MELODÍA DE LAS SIETE TORRES, DE WILLIAM MORRIS.

Nadie va hacia allí ahora:
¿Qué queda allí para ver
de las filas de almenas desoladas
y el pesado techo de plomo gris?
"Por lo tanto", dijo la Bella Yolanda de las Flores,
esta es la Melodía de las Siete Torres.

Nadie camina allí ahora;
excepto bajo la pálida luz de la luna.
Los fantasmas se pasean en fila;
si uno pudiera verlos, sería una terrible visión.
¡Oye! dijo la Bella Yolanda de las Flores,
esta es la Melodía de las Siete Torres.

Pero nadie puede verlos ahora.
Aunque estén sentados a lo largo del foso,
con los pies sumergidos en el agua y en fila.
Sus largos cabellos flotando al viento.
"Por lo tanto", dijo la Bella Yolanda de las Flores,
esta es la Melodía de las Siete Torres.

Si alguien va hacia allí ahora,
debe ir hacia allí solo.
Sus puertas no se abrirán a ninguna fila
de lanzas relucientes ¿irás entonces solo?
¡Oye! dijo la Bella Yolanda de las Flores,
esta es la Melodía de las Siete Torres.

Sé mi amor, vé hacia allí ahora,
a traer mi cofia de allí.
Mi cofia y mi manto adornado de perlas
¡Oliver, vé hoy mismo!
"Por lo tanto", dijo la Bella Yolanda de las Flores,
esta es la Melodía de las Siete Torres.

No soy feliz ahora
no puedo decirte porqué
Si vas, los curas y yo en fila
rezaremos para que no mueras.
¡Oye! dijo la Bella Yolanda de las Flores,
esta es la Melodía de las Siete Torres.

Si vas por mí ahora,
besaré por fin tu boca,
(Ella dijo para sí)
(Las tumbas se yerguen grises en fila)
¡Oliver, abrázame fuerte!
Por lo tanto, dijo la Bella Yolanda de las Flores,
esta es la Melodía de las Siete Torres.

OUT FROM UNDER, DE BRITNEY SPEARS.

sábado, 23 de abril de 2011

UNA NUEVA VIDA. 8ª Parte: Los Tios de Carlos.



Antes de marcharse el licenciado Gutiérrez nos confirmó que él mismo en persona se entrevistaría al día siguiente con el sargento Ramírez, sargento de la Guardia Civil, para pedirle ayuda en nuestra indagación, era preciso averiguar si Carlos tenía familiares que quisieran su custodia antes de iniciar los tramites para convertirme legalmente en su padre.
Cuando José Manuel se marchó, Juan se marchó acompañándolo hasta la Villa y yo me dirigí hacia el jardín para pasear y meditar un poco, lo cierto era que estaba muy nervioso, y a la vez muy ansioso por llevar a cabo mis planes de adopción.
En el jardín, sentada en un banco me encontré a María leyendo un libro de poesía, no se había percatado de mi presencia, hasta que yo estuve muy cerca de ella.
- ¡Buenas tardes, María!- la saludé con una sonrisa.
- ¡Muy buenas tardes!- me devolvió el saludo y la sonrisa.
- ¿Ya han acabados las clases hoy?- le pregunté, con curiosidad.
- Si, ya he dado por finalizadas las clases de hoy, los chicos ya se han esforzado mucho por hoy.- me respondió, señalándome donde se encontraban los chicos jugando al fondo del jardín.- pero parece ser que aun le quedan muchas energías.
- Si, la energía de los críos es siempre infinita.- comenté mientras los observaba como jugaban.- No le molesto más, siga leyendo su libro, yo seguiré con mi paseo.
- No, por favor, no me molestáis.- observó con una gran sonrisa.- Ya he terminado mi lectura, ¿os molestaría si os acompaño en vuestro paseo?
- Por Dios, eso nunca, será todo un placer.- le respondí.
Le ofrecí mi mano a María para ayudarla a ponerse en pie, María la aceptó y se puso en pie. Abrazándose a mi brazo comencemos a caminar por el jardín lentamente. En estos momentos me vino a la cabeza el sueño de la noche anterior, en el que Ella me aconsejaba que me enamorara de María, cierto es que María me cae muy bien y que le tengo mucho cariño, pero solo es eso, mucho cariño. No dejaba de pensar en que María se había abrazado a mi brazo y tampoco quería que pensara mal de mí si me despegaba de ella, pero tampoco quería que malinterpretara mis sentimientos hacía ella, así que seguimos caminando así en silencio, hasta que María me preguntó:
- ¿Hay algún problema?- me preguntó.
- No ninguno.- le contesté.- ¿por qué lo preguntáis?
- Bueno es que estáis muy silencioso, y pensé que os preocupaba algo.- me comentó.
- Hace mucho tiempo que no paseo con una dama del brazo.- le conté.- La última vez que esto ocurrió fue con Ella hace muchos años.
- Perdonadme.- se disculpó.- no era mi intención haceros recordar cosas de vuestro pasado.
- No, si son buenos recuerdos.- me apresuré a decirle.- pero no quiero que penséis mal de mí.
- Lo siento, ¿a qué os referís?- me preguntó.
- Yo, aunque Ella ya no esté entre nosotros, sigo amándola.- le dije mirándola a los ojos.- No quiero daros falsas esperanzas.
- ¿Como?- preguntó sorprendida, soltando mi brazo y dando un paso hacía atrás, mirándome fijamente por un instante y comenzó a reír.- ¿Pensáis que estoy enamorada de vos?
- Pues si que he llegado a pensarlo.- le respondí sorprendido por sus risas.
- Es cierto que os quiero mucho, pero es un cariño fraternal, cuando estoy con vos realmente me siento muy protegida. Sois mi protector.- me dijo entre risas.- solo os quiero como una niña puede querer a su padre.
- Me alegra haber dejado claro este asunto, lo cierto es que me preocupaba haceros algún daño.- le dije con alivio.
- Yo también me alegro.- replicó.
- En ese caso, ¿continuamos nuestro paseo?- le pregunté ofreciéndole de nuevo mi brazo.
- Por supuesto caballero.- me respondió volviendo a abrazarse a mi brazo, a la vez que seguía con sus risas.
- Por cierto no soy tan viejo como para parecer vuestro padre.- le apunté mientras reíamos los dos.
Seguimos paseando por los jardines, hasta que María me preguntó con mucha curiosidad:
- Perdonad mi curiosidad, ¿pero no era el Licenciado Gutiérrez quien os visitó esta tarde?
- Pues sí, así es era el Licenciado Gutiérrez.- le contesté algo sorprendido.- ¿acaso lo conocéis?
- No lo conozco personalmente, pero en ocasiones lo he visto por la Villa, digamos que sé quien es.- me contestó.- Pero decidme, ¿fue una visita de cortesía o una visita de trabajo?
- Bueno el Licenciado y yo nos conocemos desde hace mucho tiempo, pero esta visita ha sido por razones de trabajo.- le contesté, la verdad es que notaba a María algo preocupada.
- ¿Ocurre algo?, ¿tenéis algún problema?.- preguntó angustiada.
- Nada malo ocurre.- le dije para tranquilizarla.- Llamé al Licenciado Gutiérrez para pedirle consejo sobre cierto asunto.
- Me tenéis en ascuas, por favor, seguid hablando.- me pidió, la curiosidad la estaba matando.
- Por favor sentémonos.- le pedí, señalando a un banco del jardín, María aceptó y ambos tomamos asiento.- Es que..., es que quisiera adoptar a Carlos y quería saber los trámites que debo seguir.
- ¡Ufff! Pensé que ocurría algo malo.- dijo María aliviada, a la vez que me daba un abrazo.- Es genial, creo que habéis tardado demasiado. ¡Ya era hora!
- ¿Perdón?- pregunté sorprendido.
- Siempre os he visto como padre e hijo.- me comentó, despegándose un poco de mí.- Si recodáis, eso es lo que pensé cuando llegué a esta casa, y viendo el cariño que os tenéis era de esperar que algo así ocurriera.
- Ya veo que os agrada la idea.- le dije muy contento.
- Por supuesto, que me agrada, y seguro que a Carlos también le agrada esta idea.- me dijo.
- Un momento, prometedme una cosa.- le pedí.
- ¿Qué es lo que queréis que os prometa?- me preguntó con curiosidad.
- Quisiera mantenerlo en secreto, quisiera darle una sorpresa a Carlos.- le pedí.- Quiero ser yo quien se lo cuente a Carlos.
- Pues claro, guardaré silencio.- me dijo.- ¿pero a que esperáis para contárselo?
- Pues a que sea todo un hecho.- le contesté.
- ¿Y que puede tardar los tramites?- volvió a preguntarme.
- Bueno, no tarda mucho.- le respondí.- pero...
- ¿Pero?- preguntó María muy nerviosa.- ¿Hay algún contratiempo?
- Hay que averiguar si Carlos tiene familiares.- le contesté.- Ellos tendrían más derecho ha adoptarlo que yo.
- ¿Y si los tiene?- me preguntó.
- En ese caso, depende de ellos, si estos lo quieren adoptar.- le respondí.- Pues no hay nada que hacer.
- Eso seria un gran problema.- dijo María con tristeza.- ¿estais buscando a sus familiares?
- El Licenciado Gutiérrez se ha comunicado con el sargento Ramírez, de la Guardia Civil, para que nos ayude con nuestra búsqueda. Pero tengo esperanzas, sé que todo va a salir bien.- le dije a María intentando tranquilizarla.- Por eso, es que no quiero contárselo a Carlos, hasta que todo esté arreglado.
- Algo me dice que vuestro deseo se va a cumplir.- apuntó María con una de sus sonrisas en el rostro.
- Gracias María, vuestras palabras me ayudan mucho.- le agradecí.
Volvimos a ponernos en pie y continuamos con nuestro paseo, hasta que empezó a hacer algo de frío y volvimos para la casa, para refugiarnos de las temperaturas tan frescas de la noche.
Al cabo de unos días el Licenciado Gutiérrez volvió a visitarnos, era por la tarde y María, Juan y yo nos encontrábamos en la sala tomando un té, cuando llegó, por suerte Carlos se encontraba fuera en los jardines, jugando con sus compañeros de clase.
- ¡Por favor! José Manuel, pasa y toma asiento.- le pedí al Licenciado.
- Muchas gracias, amigo mio.- me agradeció.
- Yo os serviré una taza de té.- apuntó Juan.
- Bueno, ¿que noticias nos traéis?- le pregunté al Licenciado.
- ¡Gracias Juan!- le agradeció por la taza de té.- Bueno la verdad, es que...
- Tranquilo, José Manuel, podéis hablar delante de ella.- le informé.- Disculpadme por mi torpeza, os presento a María, es la profesora de Carlos, ella ya conoce nuestros planes.
- Mucho gusto, caballero.- le saludó María.
- Es todo un honor, señorita.- le respondió José Manuel.
- Por favor, señor Licenciado, ¿que nuevas nos traéis?- le preguntó María muy nerviosa.
- Pues tras una esmerada squeda, el sargento Ramírez, me ha informado que ha encontrado a unos familiares de Carlos.- nos informó.
- ¿Y donde se encuentran estas personas?- le pregunté.
- Están en un pueblo a unas quince leguas de aquí.- respondió el Licenciado.- son unos tíos de Carlos.
- Lo cierto es que quisiera conocerlos, y hablar con ellos.- le dije.- ¿En que pueblo se encuentran?
- No os preocupéis por ello.- me dijo José Manuel.- Ellos van a venir hacia aquí para ver a Carlos. No creo que tarden mucho en llegar.
- ¿Vienen a llevárselo?- preguntó María.
- A eso no puedo responderos, señorita.- respondió amablemente José Manuel.- desconozco sus intenciones.
- Pues, nos toca esperar.- comenté algo preocupado.- hasta que no lleguen, no sabremos lo que quieren hacer.
- Esperemos que no causen problemas.- comentó María.- todos sabemos lo mucho que queréis a Carlos.
- Ellos son sus parientes más cercanos, y si ellos quieren llevarse a Carlos, nada podemos hacer en contra de ello.- dije con la vista clavada en el suelo.
La velada continuó muy silenciosa, todos nosotros estábamos preocupados y algo deprimidos, y al parecer nadie quería romper ese silencio, hasta que el Licenciado Gutiérrez decidió marcharse. Poco después María y Juan también abandonaron la sala, dejándome allí solo sentado en un sillón.
Me sentía tan deprimido, me coloqué con los codos sobre mis rodillas y mi cabeza apoyada sobre mis manos, pensé que Carlos se iría con sus tíos y que jamás volvería a verlo, y eso es algo que me estaba destrozando por dentro. El pensar que Carlos podía desaparecer de mi vida, era algo que me resistía a creer, pero la posibilidad de que se marchase es muy alta.
Algunas lágrimas comenzaron a aparecer en mis ojos, cuando de repente sentí como alguien me abrazaba por detrás, descansando su cabeza sobre mi hombro.
- No te preocupes, mi amor, pase lo que pase, yo siempre estaré a tu lado.- dijo una preciosa y angelical voz.
- Mi vida, se que estarás a mi lado.- le dije.- pero también deseo que lo esté Carlos.
- Cariño, no te desesperes, aun hay que esperar acontecimientos, puede que Carlos se quede aquí, que no se marche.- me dijo intentando consolarme.
- Mi amor, ¿tú podrías decirme algo?, ¿sabes que es lo que pasará?- le pregunté.
- Muy a mi pesar, no puedo responderos a esa cuestión.- me contestó.- pues nadie es capaz de conocer lo que nos depara el futuro.
- Pero es que el pensar que Carlos deje de vivir en esta casa, y se marche lejos..., es algo que me rompe el corazón.- le dije conforme las lágrimas rodaban por mis mejillas.
Ella se colocó frente a mí, se arrodilló y me abrazó besándome en la frente. Yo la abracé a Ella también, podía notar el perfume de sus cabellos y la suavidad de su piel. La necesitaba tanto, necesitaba tenerla junto a mí en estos momentos, solamente Ella podía consolarme en estos momentos. Permanecimos así abrazados, hasta que el cansancio y el sueño me venció, y me quedé dormido.
Con las primeras luces del alba, los jaros comenzaron a cantar saludando al sol y fueron estos cantos los que me despertaron de mis sueños. Me desperté en el sillón de la sala, me levanté y fui a mi alcoba para asearme y cambiarme de ropa. Un nuevo día había comenzado, no sé si este sería un buen día o tal vez un día desastroso. Esperaba que los tíos de Carlos llegaran hoy a visitarnos para conocer a Carlos, y pensar en ello me entristecía. Por si acaso este fuese el último día de Carlos en la casa, tenía la intención de pasar todo el día con él.
Durante el desayuno estábamos Carlos, María, Juan y yo, el silencio era absoluto, nadie parecía tener ganas de hablar, nuestros rostros eran todo un poema. Carlos nos miraba a todos los demás sin mencionar palabra, pero en su cara se podía ver que estaba como preocupado por nuestro silencio, pero siguió comiendo sin hacer ninguna pregunta.
Durante las clases me senté en un rincón observando como María daba la clase, al parecer María también estaba algo afectada, no parecía estar muy centrada en su clase, Carlos la observaba extrañado y de vez en cuando volvía la cabeza hacia atrás para mirarme a mí, parecía que estaba cada vez más preocupado, y no estaba atento a la clase, hasta tal punto que María tuvo que llamarle la atención en varias ocasiones.
Poco antes de que acabasen las clases Juan vino a buscarme a la biblioteca donde se estaban dando las clases. Juan abrió la puerta sin hacer ruido para no molestar a la clase y me hizo señales para que saliera, ya me imaginaba lo que ocurría. Me levanté en silencio y comencé a caminar hacia la puerta, me fijé en que María se me quedó mirando y la saludé con un movimiento de mi cabeza, a lo que ella me respondió de la misma manera, pero no solo María me observaba, Carlos también estaba pendiente de mis movimientos, y la preocupación se le notaba en el rostro, el pobre Carlos no sabía nada de lo que estaba pasando. Cuando salí, cerré la puerta de la biblioteca y le pregunté a Juan:
- ¿Qué ocurre?
- Ya están aquí, ya han llegado.- me respondió.
- ¿Quienes, los tíos de Carlos?- le pregunté.
- Sí, así es.- me respondió.- les he hecho pasar a la sala.
- Gracias, Juan.- le agradecí.- en seguida les atiendo.
Ambos nos dirigimos a la sala para atender a los tíos de Carlos. Eran un matrimonio joven y parecía gente muy humilde, parecían muy pobres y vestían con ropas muy usadas.
- Buenos días, por favor tomen asiento.- les pedí.
- Gracias, Señor.- me agradeció el hombre, y tanto el hombre como la mujer se sentaron.
- Les serviré un vaso de limonada fresca, deben de estar sedientos.- apuntó Juan, a la vez que llenaba unos vasos de limonada, con una jarra de limonada recién preparada que había en una mesa, en una bandeja junto con unos vasos.
- Muchas gracias, estoy sedienta.- agradeció la mujer.- el camino ha sido muy largo y polvoriento.
Ambos tomaron un vaso de limonada y bebieron unos sorbos.
- Señor, mi nombre es Francisco y mi señora se llama Carmen.- apuntó el hombre.
- Mucho gusto.- le saludé a él.- señora.- les saludé a ella.
- Bien, nosotros somos los tíos de Carlos.- comenzó a hablar Francisco.- El padre de Carlos y yo eramos hermanos, recién nacido Carlos y tras la muerte de su esposa, mi hermano se fue con el niño y nunca más supimos de ellos dos, hasta que hace unos días, una pareja de la Guardia Civil estaban haciendo preguntas sobre mi hermano y mi sobrino. Esta pareja nos encontró y nos informó de que mi hermano había muerto y que mi sobrino se encontraba viviendo en esta casa.
- Si vuestro hermano murió de fiebres hace algún tiempo mientras estaba trabajando en esta Hacienda, y tras su fallecimiento Carlos se quedó en esta casa donde todos le tenemos mucho cariño.- le informé.
- Muchas gracias por cuidar de él.- me agradeció.- ¿Pero donde está mi sobrio?, quisiéramos verlo, Señor.
- En estos momentos esta en clase.- le informe.
- ¿En clase?- preguntó Carmen muy sorprendida.
- Sí, Carlos es un estudiante muy aplicado y muy inteligente.- le contestó Juan.
- Les propongo que almuercen con nosotros y así pueden ver a Carlos después de sus clases.- les propuse a los tíos de Carlos.
- No Señor, no queremos ser una molestia.- replicó Francisco.
- No es ninguna molestia.- les dije.- Será todo un honor que se unan a nosotros en la mesa, creo que será el modo más adecuado para que se reencuentren con su sobrino.
- Muy bien, Señor, como queráis.- dijo Francisco.
- Entonces, todo arreglado, en el almuerzo volverán a ver a su sobrino.- les dije.- Por favor Juan, ¿podrías ocuparte de que preparen la mesa para dos personas más?
- Por supuesto, Señor, enseguida me ocupo.- respondió, y dicho esto Juan salió de la sala para cumplir con lo que le había pedido.
Cuando Juan se marchó de la sala, los tíos de Carlos y yo seguimos conversando sobre Carlos, ellos no lo veían desde que era un bebé, así que más que otra cosa lo que hice fue contarle las cosas que había hecho Carlos desde que yo lo conocí, y me lo encontré en la casa después de ese largo viaje.
En ningún momento les pregunté cual eran sus intenciones respecto a Carlos, si solo habían venido a ver como le iba la vida a su sobrino, o si venían a llevárselo, lo cierto, es que me daba mucho miedo preguntarse por ello, temía que su respuesta fuese que pretenden llevarse a su sobrino.

domingo, 17 de abril de 2011

RIMA LXI, DE GUSTAVO ADOLFO BÉCQUER.

Al ver mis horas de fiebre
e insomnio lentas pasar,
a la orilla de mi lecho,
¿quién se sentará?

Cuando la trémula mano
tienda, próximo a expirar,
buscando una mano amiga,
¿quién la estrechará?

Cuando la muerte vidríe
de mis ojos el cristal,
mis párpados aún abiertos,
¿quién los cerrará?

Cuando la campana suene
(si suena en mi funeral)
una oración, al oírla,
¿quién murmurará?

Cuando mis pálidos restos
oprima la tierra ya,
sobre la olvidada fosa,
¿quién vendrá a llorar?

¿Quién en fin, al otro día,
cuando el sol vuelva a brillar,
de que pasé por el mundo
quién se acordará?

UNIDAD DE ELLA, DE VICENTE ALEIXANDRE.

Cuerpo feliz que fluye entre mis manos,
rostro amado donde contemplo el mundo,
donde graciosos pájaros se copian fugitivos,
volando a la región donde nada se olvida.


Tu forma extensa, diamante o rubí duro,
brillo de un sol que entre mis manos deslumbra,
cráter que se me convoca con su música íntima,
con esa indescifrable llamada de tus dientes.


Muero porque me arrojo, porque quiero morir,
porque quiero vivir en el fuego, porque este aire de fuera
no es mío, sino el caliente aliento
que si me acerco quema y dora mis labios desde un fondo.


Deja, deja que mire, teñido del amor
enrojecido al rostro por tu purpúrea vida,
deja que mire el hondo clamor de tus entrañas
donde muero y renuncio a vivir para siempre.


Quiero amor o la muerte, quiero morir del todo,
quiero ser tú, tu sangre, esa lava rugiente
que regando encerrada bellos miembros extremos
siente así los hermosos límites de la vida.


Este beso en tus labios como una lenta espina,
como un mar que voló hecho un espejo,
como el brillo de un ala,
es todavía unas manos, un repasar de tu crujiente pelo,
un crepitar de la luz vengadora,
luz o espada mortal que sobre mi cuello amenaza,
pero que nunca podrá destruir la unidad de este mundo.
 

OSCURIDAD, DE LORD BYRON.

Tuve un sueño, que no era del todo un sueño.
El brillante sol se apagaba, y los astros
vagaban diluyéndose en el espacio eterno,
sin rayos, sin senderos, y la helada tierra
oscilaba ciega y oscureciéndose en el aire sin luna;
la mañana llegó, y se fue, y llegó, y no trajo
consigo el día,
Y los hombres olvidaron sus pasiones ante el terror
de esta desolación; y todos los corazones
se helaron en una plegaria egoísta por luz;
y vivieron junto a hogueras - y los tronos,
los palacios de los reyes coronados - las chozas,
los hogares de todas las cosas que habitaban,
fueron quemadas en las fogatas; las ciudades se consumieron,
Y los hombres se reunieron en torno
a sus ardientes refugios
para verse nuevamente las caras unos a otros;
Felices eran aquellos que vivían dentro del ojo
de los volcanes, y su antorcha montañosa:
Una temerosa esperanza era todo lo que el mundo contenía;
Se encendió fuego a los bosques - pero hora tras hora
Fueron cayendo y apagándose - y los crujientes troncos
se extinguieron con un estrépito -
y todo fue negro.

Las frentes de los hombres, a la luz sin esperanza,
tenían un aspecto no terreno, cuando de pronto
los haces caían sobre ellos; algunos se tendían
y escondían sus ojos y lloraban; otros descansaban
sus barbillas en sus manos apretadas, y sonreían;
y otros iban rápido de aquí para allá, y alimentaban
sus pilas funerarias con combustible,
y miraban hacia arriba
con loca inquietud al sordo cielo,
El sudario de un mundo pasado; y entonces otra vez
con maldiciones se arrojaban sobre el polvo,
y rechinaban sus dientes y aullaban; las aves silvestres chillaban,
y, aterrorizadas, revoloteaban sobre el suelo,
y agitaban sus inútiles alas; los brutos más salvajes
venían dóciles y trémulos; y las víboras se arrastraron
y se enroscaron entre la multitud,
siseando, pero sin picar - y fueron muertas para ser alimento:
y la Guerra, que por un momento se había ido,
se sació otra vez; - una comida se compraba
con sangre, y cada uno se hartó, resentido y solo
atiborrándose en la penumbra: no quedaba amor;
toda la tierra era un solo pensamiento -
y ese era la muerte,
Inmediata y sin gloria; y el dolor agudo
del hambre se instaló en todas las entrañas - hombres
morían, y sus huesos no tenían tumba,
y tampoco su carne;
el magro por el magro fue devorado,
y aún los perros asaltaron a sus amos,
todos salvo uno,
Y aquel fue fiel a un cadáver, y mantuvo
a raya a las aves y las bestias y los débiles hombres,
hasta que el hambre se apoderó de ellos, o los muertos que caían
tentaron sus delgadas quijadas; él no se
buscó comida,
Sino que con un gemido piadoso y perpetuo
y un corto grito desolado, lamiendo la mano
que no respondió con una caricia - murió.

De a poco la multitud fue muriendo de hambre;
pero dos
de una ciudad enorme sobrevivieron,
y eran enemigos; se encontraron junto
a las agonizantes brasas de un altar
donde se había apilado una masa de cosas santas
para un fin impío; hurgaron,
y temblando revolvieron con sus manos delgadas y esqueléticas
en las débiles cenizas, y sus débiles alientos
soplaron por un poco de vida, e hicieron una llama
que era una burla; entonces levantaron
sus ojos al verla palidecer, y observaron
el aspecto del otro - miraron, y gritaron, y murieron -
De su propio espanto mutuo murieron,
sin saber quién era aquel sobre cuya frente
la hambruna había escrito Enemigo.
El mundo estaba vacío,
lo populoso y lo poderoso - era una masa,
sin estaciones, sin hierba, sin árboles, sin hombres, sin vida -
una masa de muerte - un caos de dura arcilla.

Los ríos, lagos, y océanos estaban quietos,
y nada se movía en sus silenciosos abismos;
las naves sin marinos yacían pudriéndose en el mar,
y sus mástiles bajaban poco a poco; cuando caían
dormían en el abismo sin un vaivén -
Las olas estaban muertas; las mareas estaban en sus tumbas,
Antes ya había expirado su señora la luna;
Los vientos se marchitaron en el aire estancado,
Y las nubes perecieron; la Oscuridad no necesitaba
De su ayuda - Ella era el universo.

sábado, 16 de abril de 2011

UNA VIDA NUEVA. 7ª Parte: Un Sueño.




Volvía a ser otra bella y hermosa noche de Luna Llena, y como ya era habitual en mí, cuando algo me rondaba la cabeza y pensaba en Ella, estaba tocando el piano, algo que siempre me ayudaba a pensar y a relajarme. Por algún motivo hacía ya un tiempo que no notaba la presencia de Ella, no la sentía a mi lado como tantas otras veces la sentía, ya no estaba a mi lado. ¿Acaso se había marchado, me había dejado solo, me había abandonado? 
Lo cierto, es que no sabía que pensar, necesitaba de su consejo en estos momentos, y Ella no estaba aquí conmigo, ya no estaba para aconsejarme que debería hacer.
Yo seguía tocando el piano sin parar, esperando que Ella apareciera, la necesitaba. Y fue en ese preciso momento cuando una figura femenina, entraba en la sala, provenía del jardín, junto con esta figura entró en la sala un agradable brisa que arrastraba la fragancia de las flores del jardín, inundando la sala de una mezcla de deliciosos aromas.
Me dio tanta alegría verla allí de pie junto al gran ventanal que daba al jardín, que no pude evitar levantarme y correr hacía su posición, le dí un fuerte abrazo y le dije:
- Te estaba esperando, Mi Vida, necesito de vos, de vuestra presencia y de vuestro consejo.
Y cuando me disponía a besarla, la luz de la Luna Llena iluminó todo su rostro, un bello rostro, pero...., era otro el rostro que estaba frente a mí, no era el rostro de Ella.
- ¡¡Ma..., María!!- dije muy sorprendido, separándome de ella, mi imaginación me la había jugado.
- ¡Buenas noches!- me saludó.- No podía dormir y estaba dando un paseo por los jardines, me encanta pasear bajo la luz de la Luna Llena, dando el paseo escuché la música del piano, y me he acercado para comprobar quien tocaba, ¿espero no haberos molestado?
- No María, no me habéis molestado, en absoluto.- le contesté.
- Juan ya me había contado que solíais tocar el piano.- me informó.- pero desconocía que lo hicierais tan bien.
- No es para tanto, es que lo hago desde hace muchos años.- le dije, restándole importancia.
- ¡Claro, ahora lo recuerdo! Sabía que os conocía de antes.- me dijo muy sorprendida.- Recuerdo que hace muchos años, cuando aún era una niña, vi a un joven pianista dar un recital en Santiago de Compostela, erais vos, no me cabe la menor duda.
- Mucho tiempo ha pasado desde aquel día, recuerdo cuando dí ese recital en Santiago de Compostela.- le dije.- es una cuidad preciosa.
- Me encantó vuestra manera de tocar el piano, pero ahora tocáis mucho mejor.- me dijo, a la vez que me regalaba una de sus sonrisas.
- Muchas gracias, María.- le agradecí.- Bueno lo cierto es que en aquella época yo era un jovenzuelo, y poco después perfeccioné mi técnica en Viena, durante años.
- Pues, he de deciros que han sido unos años muy bien empleados, tocáis de maravilla.- volvió a alagar mi estilo.
- Me honráis, con vuestras palabras.- le volví a agradecer.- Por cierto, quisiera disculparme por mi comportamiento anterior.
- ¿Os referís al abrazo que me habéis dado?- me preguntó.
- Sí, a ello me refiero.- le contesté.- Lamento haberlo hecho.
- Pero si no me habéis molestado, no os preocupéis por algo así.- me dijo María, quitándole importancia al asunto.
- He de confesaros que os he confundido con otra persona.- le informé.
- Me confundisteis con Ella, ¿verdad?- me preguntó María, con un semblante muy serio.
- Efectivamante, así es.- le contesté.- aunque sé que Ella ya no está entre nosotros, en ocasiones suelo sentir su presencia.
- ¿La habéis querido mucho, cierto?- volvió a preguntarme.
- Más que a mi propia vida, y aún la amo.- le respondí.
María y yo estuvimos conversando durante unas horas más, fue una charla muy amena, lo cierto es que me sentía muy agusto conversando con María, sentía que podía confiar en ella desde la primera vez que la vi, hasta que nos venció el sueño y nos fuimos a la cama, cada uno a nuestra respectiva alcoba, no seáis malpensados...
Estaba tan agotado que en muy poco tiempo me quedé dormido, pero hubo algo que me despertó, ¿o acaso no estaba despierto?, ¿pudiera ser que fuese un sueño? Fuese un sueño o fuese realidad, lo cierto es que me era muy grato esta sensación.
Alguien me estaba besando, me besaba apasionadamente, como no reconocer estos labios, esos labios que tanto soñé, con los que soñé toda mi vida y con los que aún sueño. Los besos dieron lugar  a otras cosas, estaba empezando a comportarse como un Sucubo cuando atrapa a una nueva víctima, tras haber estado mucho tiempo sin alimentarse, y esta víctima se estaba dejando llevar por sus más primitivos deseos. Ambos dimos rienda suelta a nuestros instintos más primitivos, a nuestros deseos, ambos caímos en la pasión y en la lujuria...
- Buenas noches, amor mio.- me dijo una voz algo agitada, pero que reconocí enseguida.
- Hola, mi vida.- le saludé.- Llegué a pensar que me habías dejado solo.
- Eso nunca.- exclamó.- tan solo me retiré un poco.
- ¿Esto es solo un sueño, verdad?- le pregunté.
- Y eso que más da.- me respondió.- ¿Acaso no es en los sueños donde nuestros deseos se hacen realidad?
- Quiero acariciarte, besarte, tocarte hasta que nuestra piel se funda en una sola pero cómo hacerlo si tú no estás aquí.- le respondí.- Tan solo puedo hacerlo en mis sueños, así que sé que esto es un sueño, pero un maravilloso sueño.
- Tan solo en vuestros sueños os puedo visitar de esta manera.- me dijo.
- Entonces, ¿por qué habéis esperado tanto?- le pregunté.
- Os amo, eso lo sabéis.- comenzó a revelarme.- y es por eso que quiero vuestra felicidad, y pienso que deberíais buscar un nuevo amor, alguien con quien compartir el resto de vuestra vida, que os haga feliz y os de hijos.
- Pero que estáis diciendo.- le dije.- jamás os olvidaría, como podría querer a otra persona si sois vos la que aún ocupáis mi corazón, nunca podría amar a nadie tanto como os he amado.
- No os digo que me olvidéis.- me comentó.- pero si que lleguéis a amar de nuevo.
- Pero si yo ya amo a alguien, ¡OS AMO A VOS!- le grité.
- Lo sé, eso lo sé.- me confirmó.- pero creo que deberíais amar a otra mujer. Y en mi opinión, esa muchacha, María, es una buena opción, me gusta mucho esa chica, y hacéis buena pareja.
- No niego que María es una buena chica y muy hermosa, me cae muy bien, y es muy agradable y simpática.- le dije.- pero tan solo puedo verla como a una gran amiga.
- ¿Y acaso no podríais llegar a amarla?- me preguntó.
- No me pidáis eso.- le dije, con los ojos húmedos.- eso sería como traicionaros, y jamás podría perdonarme hacer algo así.
- Pero yo solo quiero vuestra felicidad.- me dijo mientras acariciaba mi mejilla con el dorso de su mano.
- Pues en ese caso no me pidáis que traicione a mi corazón.- le pedí.
- Pero merecéis tener una familia.- me dijo.
- Pero si ya tengo una familia.- le informé.- Todos en esta casa somos como una gran familia, no es necesario tener lazos de sangre para crear una familia.
- ¿Pero acaso no queréis tener hijos?- me preguntó.
- Buena pregunta.- le contesté.- eso me recuerda que quisiera vuestro consejo sobre un asunto.
- Contadme, ¿en que puedo aconsejaros?- me preguntó muy animada.
- Bueno, ya sabéis quien es Carlos.- le dije.- y llevo un tiempo dándole vueltas en mi cabeza a una idea.
- ¿Y que es lo que vuestra cabecita lleva tanto tiempo pensando?- me preguntó.
- Bueno, sabéis lo que siento por Carlos.- comencé a contarle.- y llevo mucho tiempo pensando en adoptarlo legalmente, en convertirlo en mi hijo.
- Es una estupenda idea.- me dijo.- ambos os queréis mucho, seguro que seréis muy felices como padre e hijo.
- En serio, ¿no os molesta?- pregunté.- siempre había soñado con tener hijos con vos, que vos fueseis la madre de mis hijos, pero...
- No os pongáis triste.- me dijo, mientras con sus dedos limpiaba las lágrimas que rodaban por mis mejillas.- yo también deseaba lo mismo.
- Pero ahora es imposible.- le dije muy apenado.- ahora pertenecemos a mundos diferentes. 
- ¿Y no preferís tener vuestros propios hijos?- me preguntó.
- Solamente con vos.- respondí.
Ella me besó y cogiéndome por la barbilla, mientras me miraba a los ojos, con una sonrisa en su bello rostro, me dijo:
- Sois un cabezota, deberíais buscaros a otra mujer.
- Ya os he dicho que no podría amar a otra mujer.- le dije.- Vos sois para mí la ÚNICA.
- Cabezota, más que cabezota.- me dijo.- Y es por eso que os amo tanto.
- Sí, realmente soy muy cabezota y de ideas fijas.- le dije en tono un poco burlón.
- Mi amor, contáis con todo mi apoyo sobre la adopción de Carlos, eso os hará muy bien, tanto a vos como a Carlos.- me comentó.- pero ya es hora de que me marche y de que vos os despertéis.
- No por favor, no os marchéis.- le pedí.
- No puedo quedarme aquí eternamente. He de marcharme ya.- me dijo dandome otro beso en los labios.
- Desearía que fueseis lo primero que viera al despertar y lo último que viera al dormir, pero pertenecemos a diferentes mundos, y me tengo que conformar con que seáis lo primero que vea al dormirme y lo último que vea antes de despertarme.- le dije como despedida.
Ella volvió a besarme apasionadamente, y fue en ese preciso momento cuando me desperté de este maravilloso sueño. Abrí los ojos y la busqué por toda mi alcoba, pero era inútil, Ella ya no estaba aquí, solo estuvo en mis sueños. Pero me ayudó mucho en el dilema que me rondaba por la cabeza.
Durante la mañana mientras Carlos estaba con María dando clases, busqué a Juan para pedirle un favor, no quería que Carlos se enterara de nada de este asunto, al menos por el momento.
- Juan, necesito pediros un favor.- le dije.
- Vos diréis, ¿que es lo que necesitáis?- me preguntó.
- Quisiera que avisarais al Licenciado Gutiérrez, para que venga a verme lo antes posible.- le pedí.- pero que Carlos no se entere de nada de esto.
- Disculpadme, ¿puedo preguntaros que asunto requiere la presencia del Licenciado?- me preguntó.
- Me he decidido, pienso adoptar a Carlos, quiero que legalmente sea mi hijo.- le contesté muy feliz y contento.
- Que alegría Señor, ya sospechaba algo de eso, la verdad es que parecéis como padre e hijo.- me dijo Juan.
- Gracias, muchas gracias Juan.- le agradecí.- pero lo dicho que Carlos no se entere, quiero darle una sorpresa.
- Mis labios están sellados.- me dijo.- enseguida voy yo mismo en persona a darle vuestro mensaje al Licenciado Gutiérrez.
- Sabía que podía contar con vos.- volví a agradecerle.
Juan salió enseguida hacia la Villa para avisar al Licenciado Gutiérrez de que quería verlo a la mayor brevedad posible, no tardó mucho en regresar y me informó de que Gutiérrez vendría a verme a primera hora de la tarde. Yo estaba entusiasmado, quería arreglar este asunto lo antes posible.
Efectívamente, a primera hora de la tarde Juan llegó a la pequeña sala donde estaba esperando, para avisarme de la visita del Licenciado.
- Señor, el Licenciado Gutiérrez ya ha llegado.- me informó Juan.
- Bien, perfecto, por favor hazle pasar.- le pedí. 
- Enseguida le hago pasar.- me dijo Juan.
En cuestión de segundos Juan condujo al Licenciado hasta la sala donde me encontraba.
- ¡Buenas tardes, Don José Manuel!- le saludé.
- ¡Buenas tardes, mi viejo amigo!- me devolvió el saludo sarcásticamente.
- ¡Jajajajaja!, tan solo soy dos semanas más viejo que tú.- le increpé.- ¿Os apetece un café, un té o una copa de brandy?
- Una copa de brandy estaría muy bien.- me contestó.- el brandy de vuestras bodegas es delicioso.
- En seguida les sirvo unas copas de brandy.- apuntó Juan.
- Solo si te sirves una para ti también.- le dije a Juan.
- Muy bien, caballeros, aquí tienen sus copas.- nos dijo Juan, a la vez que nos hacía entrega de ellas.
- ¡Ummmm! Degustar este elixir es todo un placer para el paladar.- dijo el Licendiado alagando la bebida.
- Es un licor digno de los Dioses.- apuntó Juan.
- Es bueno, pero os estáis pasando con tanto alago.- les dije.
- Bien, amigo mio, ¿qué problema tenéis?- preguntó José Manuel.- ¿qué tanto os urge hablar conmigo? Y Juan no ha querido comentarme nada.
- Bueno el asunto es el siguiente...- comencé a narrarle.- Hace ya algún tiempo tenemos viviendo en esta casa a un huérfano, y le he tomado tanto cariño que quisiera adoptarlo, y para ello necesito vuestro consejo.
- Yo os puedo ayudar con los trámites a seguir para legalizar la adopción, eso no es nada complicado.- me informó.- pero, ¿estáis seguros que no tiene parientes cercanos vivos?
- Tanto su madre como su padre murieron y por lo que dice Carlos no tiene más familiares.- respondió Juan. 
- Eso es raro.- comentó el Abogado.- Lo más seguro es que tenga algún familiar. Os aconsejo que lo investiguéis, que hagáis indagaciones. Buscad en la zona donde vivió con sus padres, quizás alguien conozca algún familiar. Si apareciera algún familiar este por derecho de sangre tiene más derecho a adoptarlo que vos.
- ¿Y en el caso que no halláramos ningún pariente?- le pregunté.
- En ese caso, no hay ningún problema.- respondió.- y los trámites podrían iniciarse en breve, y en poco tiempo se realizaría la adopción.
- Entonces lo primero es averiguar si Carlos tiene algún pariente.- apunté.- en ese caso tendremos que indagar sobre este asunto.
- Por eso no os preocupéis.- dijo José Manuel.- Hablaré con el sargento Ramírez, de la Guardia Civil, para la investigación. Este podría ponerse en contacto con otros cuarteles de la zona en la que este chico nació y vivió con sus padres, para averiguar si existen parientes de este chico, y localizarlos lo antes posible.
- Pues empezaremos por ahí.- dije.- ¡Después Dios dirá!
Por un lado estaba preocupado, por si encontrábamos algún pariente de Carlos, pero por el otro lado tenía la esperanza de que no halláramos a ninguno, y así no tener ningún impedimento para realizar la adopción, deseaba tanto adoptar a Carlos y convertirlo en mi Hijo, que me daba mucho miedo que esto no se pudiese cumplir.
El resto de la tarde transcurrió charlando entre amigos, José Manuel era uno de mis mejores amigos de la infancia, y estuvimos hablando de los viejos tiempos y de las diabluras que hacíamos. Y como era de esperar, en esta conversación estuvimos hablando de Ella, de esos momentos de cuando eramos niños, en un principio me sentía triste acordándome de Ella, pero poco a poco esta tristeza se fue transformando en alegría conforme esos recuerdos volvían a mi memoria. Eran unos recuerdos tan felices, de la mejor época de mi vida, y no podía evitar sonreír al recordarlos.

viernes, 8 de abril de 2011

IRENE, DE EDGAR ALLAN POE,

A la medianoche, en la casa de junio, suave y bruna,
Permanecí de pie bajo aquella mística luna.
Un vapor embriagante, somnoliento,
Exhalaba sobre el valle su encantamiento,
Fluyendo gota a gota, suavemente,
Sobre la cresta calma del monte,
Robaba el delicado sopor musical
De aquel profundo del valle universal.
El romero crece sobre la tumba,
El lirio corre sobre la marea;
Envolviendo la niebla aérea,
Y las ruinas descansan juntas.
¡Mirad! Semejante al Leteo duerme el lago,
Un reposo sin tregua en su mundo soñado;
Y del sopor consciente no quiere despertar,
¡Toda la belleza duerme!
Allí donde sueña Irene,
Sola con su destino.

¡Oh, Dama brillante! ¿Puede ser real
Esta ventana abierta hacia la noche?
Los aires furiosos, desde la copa de los árboles
Ríen a través del trémulo cristal.
El aire descarnado, camino del hechizo,
Atraviesa la habitación con paso herido;
Ondeando las cortinas violentamente
-Tan terriblemente-
Abatiendo el frío marco cerrado,
Donde tu alma durmiente yace oculta.
Por el suelo y sobre los gastados muros,
Como fantasmas bailan las sombras.
¡Oh, querida Señora! ¿Acaso no temes?
¿Porqué permaneces aquí soñando?
De seguro puedes viajar hacia el mar lejano,
Una maravilla para estos árboles cansados.
¡Extraña es tu palidez! Extraño es tu vestido,
Pero sobre todo, extraña es tu delgada forma
En esta silenciosa y solemne hora.

¡La Señora duerme! ¡Oh, tal vez duerma
Un sueño perdurable, profundo!
El cielo te conserva en su santo seno,
Y este cuarto se ha hecho eterno,
Este lecho ha crecido, profético.
Ruego a Dios que ella pueda reposar
Por siempre con los ojos cerrados,
Mientras su pálido fantasma pasa a mi lado.

¡Mi Amor! ¡Ella duerme! ¡Oh, tal vez duerma
Un sueño interminable, incorrupto!
¡Piadosos serán los gusanos con su carne!
Lejos en el bosque, oscuro y viejo,
Tal vez las bisagras de su cripta se abran,
Una bóveda que a menudo absorbe la noche,
Y las negras alas al amanecer volverán,
Triunfantes sobre la pálida cresta,
Reina de una familia sepulcral.
Algunas criptas, remotas, distantes,
Cuyas puertas fueron abatidas por su mano de niña,
Lanzando en la infancia inocentes piedras;
Algunas tumbas, de cuyas sórdidas grietas
Ella nunca volverá a escuchar los ecos,
¡Es horrible pensar en los pobres niños del pecado!
Pues fueron los muertos quienes te llamaron.

AMOR Y SUEÑO, DE ALGERNON SWINBURNE.


Tendida y dormida entre caricias nocturnas
vi a mi amor inclinarse sobre mi triste lecho,
pálida como el fruto y la hoja del lirio más oscuro,
rasa, despojada y sombría, con el cuello desnudo, listo para ser mordido,
demasiado blanca para el rubor y demasiado ardiente para estar inmaculada,
pero del color perfecto, ausente de blanco y rojo.
Y sus labios se entreabrieron tiernamente, y dijo
-en una sola palabra- placer.

Y toda su cara era miel para mi boca,
y todo su cuerpo era alimento para mis ojos;
Sus largos y aéreos brazos y sus manos más ardientes que el fuego
sus extremidades palpitando, el olor de su cabello austral,
sus pies ligeros y brillantes, sus muslos elásticos y generosos
y los brillantes párpados daban deseo a mi alma.

lunes, 4 de abril de 2011

CUANDO EN LA NOCHE, DE GUSTAVO ADOLFO BÉCQUER.

Cuando en la noche te envuelven
las alas de tul del sueño
y tus tendidas pestañas
semejan arcos de ébano,
por escuchar los latidos
de tu corazón inquieto
y reclinar tu dormida
cabeza sobre mi pecho,
¡diera, alma mía,
cuanto poseo,
la luz, el aire
y el pensamiento!

Cuando se clavan tus ojos
en un invisible objeto
y tus labios ilumina
de una sonrisa el reflejo,
por leer sobre tu frente
el callado pensamiento
que pasa como la nube
del mar sobre el ancho espejo,
¡diera, alma mía,
cuanto deseo,
la fama, el oro,
la gloria, el genio!

Cuando enmudece tu lengua
y se apresura tu aliento,
y tus mejillas se encienden
y entornas tus ojos negros,
por ver entre sus pestañas
brillar con húmedo fuego
la ardiente chispa que brota
del volcán de los deseos,
diera, alma mía,
por cuanto espero,
la fe, el espíritu,
la tierra, el cielo.

LA FLOR NOCTURNA, DE JOSEPH VON EICHENDORFF.

La noche es un océano en calma,
Goce y pena y lamentos de amor
Se acercan de manera confusa
En la suave marejada.

Los deseos son como las nubes,
Navegan por los espacios aéreos,
¿Quién reconoce en el viento ligero
Si son sueños o pensamientos?

Aunque cierre la boca y el corazón,
Que alegres lloran a las estrellas:
En el abismo mudo del alma
Permanece la suave marejada.

LAS COSAS CAMBIAN, DE YOUNG KILLER Y MIRIAM.

domingo, 3 de abril de 2011

UNA NUEVA VIDA. 6ª Parte: Nuevos Conocimientos.



A la mañana siguiente María comenzó a darles las clases a Carlos, el lugar escogido para dar las clases fue la biblioteca, el mismo lugar donde yo le daba mis clases anteriormente, era el lugar más adecuado para el estudio, y por supuesto contaba con gran cantidad de libros, de las más diversas materias, desde obras Literarias, así como libros de Historia, de Ciencias, de Filosofía....., y como no, muchos libros de música, con infinidad de partituras...

Tenía mucha curiosidad, por ver como María daba las clases, así que mientras María le daba sus clases a Carlos, yo me quedé sentado en un sillón, en un rincón, para no molestar, leyendo un libro de poesía, a la vez que estaba atento a las lecciones de la profesora, y al comportamiento de Carlos.

La profesora comenzó por comprobar los conocimientos que tenía Carlos, claro está que yo solo le enseñé Aritmética, leer y escribir, le puso unos ejercicios a Carlos, de resolver algunas operaciones aritméticas, de algo de lectura, y un dictado. Mientras María examinaba los conocimientos de Carlos, no dejaba de mirarme, ¿pudiera ser que mi presencia la estaba poniendo nerviosa? Al parecer María había quedado muy impresionada por los conocimientos adquiridos por Carlos.

- Veo que habéis sido un buen profesor para Carlos.- apuntó María.
- Por lo menos, lo he intentado.- le dije, retirando la vista del libro que estaba leyendo.
- Pues lo habéis logrado, tengo que admitir que Carlos esta mucho más preparado de lo que me esperaba.- me dijo María, mientras me regalaba una de sus sonrisas.
- Gracias, viniendo de vos, es todo un cumplido.- le agradecí, devolviendole la sonrisa.
- Entonces, si ya sé tanto, ¿para qué necesito saber más?- protestaba Carlos.
- Carlos, hay muchos conocimientos que desconoces.- le dije.- lo que yo te he enseñado, es como un vaso de agua, comparado con la inmensidad del mar, fijate cuantos conocimientos hay.
- ¿Tantos conocimientos hay, como para llenar el mar?- preguntaba Carlos.
- Así es Carlos.- le informó María.- es casi imposible conocerlos todos. No intento enseñaros el mar, eso es algo imposible, pero quizas consiga enseñaros una laguna.
- Perdonadme, señorita, pero no entiendo lo que me decís.- señalaba Carlos.
- Lo que quiero deciros, es que pretendo enseñaros muchas cosas, pero es imposible que os lo enseñe todo, pues ni yo misma lo conozco todo.- le dijo María.
- Pero yo ya sé hacer cuentas, y también sé leer y escribir.- informó Carlos.
- Si Carlos, ya lo sabemos.- le dije.- pero María está aquí para enseñarte otras cosas.
- Claro Carlos, hay más cosas que aprender en la vida, además de las cuentas, leer y escribir.- le informó María.- Como por ejemplo Historia. ¡Sabes! Hace más de dos siglos, uno de los mejores generales de España, Don Juan de Austria; hijo de Carlos V de Alemania, en España Carlos I, y hermano de Felipe II; que fue el gran vencedor de la famosa batalla naval, la batalla de Lepanto, en la cual Miguel de Cervantes, el escritor de El Quijote perdió la movilidad de un brazo, y por ello le llamaban el manco de Lepanto. Bueno, para no aburrirte mucho, resulta que Don Juan de Austria libró una gran batalla en estas tierras, en la cual derrotó a los Moriscos, poniendo así fin a la llamada Rebelión de los Moriscos.

Carlos miraba entusiasmado a María escuchando con mucha atención todo lo que le estaba contando, entonces Carlos se volvió hacia mí, preguntandome:

- ¿Es cierto todo eso?, ¿Hubo una gran batalla aquí, hace tanto tiempo?
- Claro que es cierto, la profesora María tiene toda la razón del mundo.- le contesté.- Incluso el ejercito comandado por Don Juan de Austria estuvo acampado en el lugar donde ahora esta la plantación de viñedos, de esta misma Hacienda.
- En serio, que interesante.- decía Carlos.- Creo que me va a gustar estudiar Historia.
- No solo Historia.- le dijo la profesora a Carlos.- también te voy a enseñar Ciencias y Literatura.
- ¿Ciencias y Literatura?- preguntó Carlos.
- Desde luego, pienso enseñarte de todo.- le respondió María.

María caminó hacía el rincón donde yo me encontraba sentado, y con una gran sonrisa en la cara, me comentó:

- Veo que estáis leyendo un libro, ¿me lo prestáis un momento?
- Pues claro, aquí tenéis.- le respondí, haciendole entrega del libro que estaba leyendo.
- Pero si es un libro de Gustavo Adolfo Bécquer.- observó muy sorprendida.
- Así es, es un gran amigo mio, hace años fuimos compañeros de estudios en Sevilla.- apunté.
- Me encanta, es un escritor excelente, uno de mis favoritos.- me dijo María muy contenta.

Con el libro en sus manos María regresó al lado de Carlos, y abriendo dicho libro y trás ojearlo un poco comenzo a leer:

Asomaba a sus ojos una lágrima,
y a mi labio una frase de perdón.
Habló el orgullo y enjugó su llanto,
y la frase en mis labios expiró.
Yo voy por un camino, ella por otro,
pero al pensar en nuestro mutuo amor
yo digo aún: "¿Por qué callé aquel día?".
Y ella dirá: "¿Por qué no lloré yo?".


- ¿Que te ha parecido este poema, Carlos?- le preguntó la profesora a su alumno.
- Pues, la verdad es que no he entendido muy bien, lo que ha leido.- le contestó Carlos.
- No te preocupes, yo te enseñaré a que entiendas la poesía, y comprenderas lo que quiere decir.- le dijo María.
- Muchas gracias Señorita.- agradeció Carlos.- aunque, es cierto que no he entendido mucho de lo que ha leido, admito que me ha gustado esa manera de contarlo, ¿podríais leerme más?, por favor.
- Muy bien, dejame buscar.- le contestó, mientras pasaba las hojas del libro, hasta que se detuvo en una, y comenzó a leer otro poema:

Como en un libro abierto
leo de tus pupilas en el fondo.
¿A qué fingir el labio
risas que se desmienten con los ojos?
¡Llora! No te avergüences
de confesar que me quisiste un poco.
¡Llora! Nadie nos mira.
Ya ves; yo soy un hombre... y también lloro.

- Gracias, María.- agradeció Carlos.- es tan bonito escuchar los poemas.
- De nada, la verdad es que me encanta la poesía de este autor.- dijo María.- siempre es un placer leer sus rimas.
- ¿Debe de ser muy difícil escribir poesía?- preguntó Carlos.
- No sabría contestarte a esa cuestión.- respondió María.- depende de cada uno, a lo que a unos le resulta fácil de hacer, a otros le puede resultar más dificil.
- Entonces, ¿yo podría llevar a escribir poesía?- preguntaba Carlos muy animado.
- ¿Y por qué no?- comentó María.
- De veras, ¿yo podría hacerlo?- volvió a preguntar Carlos.
- Eso me recuerda un soneto.- dije, a la vez que me levantaba de mi asiento.- permitidme un momento.

Me acerqué a la librería y estuve buscando un libro de sonetos, durante unos segundos, una vez que encontré el libro deseado, ojeé sus paginas hasta encontrar el soneto que buscaba.

- Este es un soneto de Lope de Vega, en el que demuestra que no es tan difícil escribir poesía, claro que Lope de Vega era todo un genio.- dije antes de comenzar a leer el siguiente soneto:


     Un soneto me manda hacer Violante,
que en mi vida me he visto en tal aprieto;
catorce versos dicen que es soneto:
burla burlando van los tres delante.

     Yo pensé que no hallara consonante
y estoy a la mitad de otro cuarteto;
mas si me veo en el primer terceto
no hay cosa en los cuartetos que me espante.

     Por el primer terceto voy entrando
y parece que entré con pie derecho,
pues fin con este verso le voy dando.

     Ya estoy en el segundo, y aun sospecho
que voy los trece versos acabando;
contad si son catorce, y está hecho.


- ¡Ah! Si, recuerdo haber leido este soneto antes.- nos comentó María.- si no me equivoco, Lope de Vega lo escribió como un reto que le propusieron.
- Si, eso es. Y superó ese reto.- le dije.- demostrando que para él no era tan dificil escribir poesía.
- ¿Con el tiempo podría yo a escribir así?- preguntó Carlos.
- Pues claro que sí.- le contesté.- La poesía es sentimiento y alma, y no me cabe la menor duda de que si te lo propones, puedes llegar a hacerlo tú también.

La clase continuó muy amena, y más que una clase parecía una charla entre amigos. Lo que quedó claro fue que María supo como engatusar a Carlos para que este se sintiéra interesado tanto por la Historia, como por la Literatura, especialmente en la Poesía. Carlos parecía muy interesado en adquirir nuevos conocimientos, y a mí particularmente me encantó la manera en la que María supo tratar a Carlos, lo trataba con mucho encanto y muy amablemente, con lo que conseguía que Carlos se sintiera muy agusto con la nueva profesora.

Las clases continuaban y Carlos iba creciendo en sabiduría y en conocimientos, como solía hacer yo anteriormente, María también solía darles algunas clases a Carlos en el jardín, sobretodo solía dibujar en el jardín, cosa que ha Carlos le gustaba mucho, y también las clases de Ciencias, María le enseñó a Carlos, a distinguir las flores, las plantas, incluso todos pequeños animalitos que rondaban por los jardines y por las plantaciones de la Hacienda, los insectos, los pajaros, ardillas, ratones de campo, reptiles,...

Una tarde en la que las clases ya habían terminado, y el tiempo era muy agradable, nos encontrabamos en el jardín, disfrutando del buen tiempo, Carlos estaba jugando con unos niños, mientras que María y yo, dabamos un gradable paseo por los jardines, mientras charlábamos amigablemente sobre los avances que había logrado Carlos, y también sobre nuestros gustos en poesía.

A María le gustaba mucho la poesía de Gustavo Adolfo Bécquer, y al saber que fuimos compañeros de estudio, no solo hablábamos de su poesía y demás obras, sino que también María solía preguntarme mucho por aspectos de la vida privada de este escritor. Yo solamente podía contarle nuestras anécdotas de cuando eramos estudiantes, de nuestras diabluras de jovenes, de vez en cuando nos escribiamos alguna carta, pero tras la muerte de Ella, me aislé del mundo, me encerré en mí mismo y había perdido el contacto con Gustavo.

Realmente me encantaba estas charlas con María, disfrutaba mucho en su compañía, era tan simpática y tan amable, y sobretodo me encantaba esos ojos color esmeralda que tenía, eran unos ojos preciosos, idénticos a los ojos de Ella, cada vez que miraba a María a los ojos, sentía que eran los ojos de Ella, era como si viera a Ella en los ojos de María.
Jamás, nunca en lo que me quede de vida pordré olvidarme de Ella, y el estar con María me hacía recordarla mucho más, los agradables momentos que pasaba con María, me hacían recordar todos esos momentos tan maravillosos que había vivido con Ella, los momentos más felices de mi vida, aquellos que por mucho tiempo que pase nunca los olvidaré, ya que estan guardamos en lo más hondo de mi corazón.

Durante el paseo que estaba dando con María, por los jardines, esta se detuvo un momento observando como Carlos estaba jugando con los otros chicos, y ella se giró hacia mí, mirandome con los ojos abiertos de par en par.

- ¿Os ocurre algo María?- le pregunté muy preocupado por ella.- ¿Estáis bien?
- Si estoy estupendamente.- me contestó, con una gran sonrisa en sus labios.- ¿Quien son estos chicos que estan jugando con Carlos?
- Son hijos de los jornaleros de esta Hacienda.- le contesté.- Hay muchos crios por aquí, y suelen jugar en esta zona. Es agradable ver a los crios correteando y divirtiendose.
- Si que lo es, ¿pero estos chicos van a la escuela?- me preguntó.
- Los más pequeños aún no, algunos de los más mayores van a la escuela de la Villa.- le contesté.- pero lo cierto es que muchos no van, ya que la escuela está muy lejos.
-¡TENGO UNA IDEA!- dijimos los dos a la vez.

Los dos nos reímos al darnos cuenta que ambos habíamos dicho lo mismo a la vez.

- Jajajajaja, perdonadme, vos primero, por favor.- le concedí a María.
- ¿Me permitís que le clase a esos chicos?- me pidió.- Creo que sería una buena idea que Carlos estudiara con más chicos.
- Es genial, yo pensaba proponeros lo mismo.- le dije.- me parece una idea genial.
- Gracias, ¿no le importa que le dé clase a otros niños?- me preguntó.
- No en absoluto, opino que Carlos debería relacionarse más con los crios de su edad.- le contesté.- y opino que estos chicos también deberían estudiar.
- Pero habrá que hablar con sus padres.- dijo María.
- No os preocupéis por ello, yo me encargo.- le dije.- seguro que les encantarán la idea.
- Muchas gracias.- me agradeció.- Esto no hará que me ocupe menos de Carlos.
- Lo sé.- le dije.- Pero supongo que si váis a tener más trabajo, deberé subiros el sueldo, ¿no creéis?
- No es necesario.- contestó María.- mi sueldo es más que suficiente, y lo haré con mucho gusto.
- Nada de eso, insisto.- le dije.- os subiré el sueldo.
- Como gustéis.- me dijo María.- Vos sois el jefe, jajajaja...

Pusimos en práctica esta estupenda idea, y todos los hijos de los jornaleros vinieron a estudiar con Carlos, todos eran amigos y se divertían mucho juntos. Pero quien parecía mas contenta por todo esto era María, le encantaba enseñar, pero en mi modesta opinión, creo que lo que más le gustaba era verse rodeada de niños. Ella estaba tan contenta por darles clase a todos estos chicos, y los chicos a su vez estaban estusiasmados con su nueva profesora.

Todo era armonía y felicidad en esta casa, todos estabamos contentos y felices.