viernes, 6 de enero de 2012

LENORE, DE EDGAR ALLAN POE.


¡Oh! ¡La copa de oro está rota!
¡El espíritu ha huido para siempre!
¡Que suenen las campanas! Un alma
santa flota sobre el río Estigia,
y tú, Guy de Vere, ¿no tienes lágrimas?.
¡Llora ahora, o nunca más!
¡Mira! Encima de ésta rígida y lúgubre
carroza, duerme tu amor!.

¡Lenore!

¡Venid! Dejad que el oficio de difuntos
se lea, que el cántico mortuorio se cante,
un himno para tan regia muerta  que
haya muerto tan joven ...
Un cántico fúnebre para ella, dudosamente
muerta, porque murió tan joven.


¡Miserables! La queríais por su riqueza y
la odiabais por su orgullo,
y cuando su salud endeble, la
bendijisteis porque moría,
¿Como, entonces, será leído el ritual?
¡El réquiem cantado
por vosotros, por ti, mirada oscura;
por ti, lengua calumniosa,
que habéis causado la muerte de la
inocencia que muriera tan joven
Peccavimus:¡pero no deliréis más! ¡Y
que el canto del Sabbath
suba hasta Dios tan solemnemente que
la muerte no sienta ningún mal!
La dulce Lenore ha ido adelante
con la esperanza volando al lado,


Dejándole en el dolor a causa de esa
querida criatura que habría sido tu esposa
Ella, la bella, atractiva, que ahora yace
tan profundamente
con la vida en la dorada cabellera,
pero no en los ojos.
La vida todavía en la cabellera,
la muerte sobre sus ojos...


¡Atrás¡ Esta noche tengo el corazón
ligero. ¡No entonaré cantos mortuorios,
pero sostendré el ángel en su vuelo, con
un elogio de los días pasados!


¡Que no doblen las campanas! Por
temor de que su dulce alma, en
su alegría religiosa,
pudiera captar las notas, cuando flotan
hacia arriba, desde la tierra maldita,
hacia los amigos de arriba, desde los
amigos de abajo, escapa el espíritu indignado,
huyendo del infierno, hacia el cielo,
dejando los lamentos y los llantos, por
un trono dorado, al lado del Rey de
los cielos.

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