Hace mucho, mucho tiempo, escuché una canción,
(¿fue hace mucho o sólo ayer?)
suaves heridas se abrieron ante su melodía,
descendiendo profundo hacia mi corazón.
Una canción de entrañable consuelo;
que desde entonces me acompaña
en las horas más calmas y silenciosas,
como un agudo, dulce sonido que nunca morirá.
Hace mucho, mucho tiempo, vi una pequeña flor,
(¿fue hace mucho o sólo ayer?)
tan hermosa en su fragancia de largas horas,
que parecía querer revelarme sus secretos:
Un pensamiento de alegría brotó en su ser
sin jamás pronunciar palabra; y ahora, a menudo veo
que esa amigable, tierna flor, ya nunca se marchitará.
Hace mucho, mucho tiempo, tuvimos un niño pequeño,
(¿sucedió hace mucho o sólo ayer?)
hacia los ojos de su madre, y los míos, él sonrió
toda su corriente de inconsciente amor,
y cobijado en nuestros brazos, así durmió.
¡Un ángel convocado! No pudimos retenerlo;
sin embargo, nuestros brazos en secreto
continuaron acunándolo.
Nuestro niño pequeño ya nunca desaparecerá.
¿Hace mucho, mucho tiempo? ¡Ah, memoria, aclárate¡
(no fue hace mucho, sino ayer)
tan pequeña, indefensa y amada,
no dejes que la canción muera, que la flor se marchite.
Su voz, sus ojos al despertar, su gentil reposar:
Las pequeñas cosas están a salvo en tu memoria;
permite que nuestro ángel habita allí, para siempre.
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