domingo, 18 de marzo de 2012

UNA NUEVA VIDA. 22ª Parte: Malos Momentos.



- ¡Mónica, por favor, venga rápido!- grité desesperado, pidiendo la ayuda de la joven doctora.
María cerró sus ojos y a Juan a mi mismo nos inundó una sensación de pánico, por un momento llegué a pensar en lo peor, los atroces recuerdos del pasado bombardeaban mi mente, recordando la angustia que sentí cuando perdí al ser que más he amado. No pude evitar que las lágrimas asomaran a mis ojos mientras gritaba llamando a la doctora Mónica.
Juan permanecía en pie junto a mí, gritando llamando a su esposa, pero esta no contestaba, aun con Lukas en brazos se arrodilló junto a la cama donde yacía María, y cogiéndola de la mano intentaba que ella despertara, pero su esfuerzo era en vano. Conozco a Juan desde hace muchos años y sé que por su mente corría la misma desagradable idea que corría por la mía, pero tenía que quitarme esa idea de la cabeza. No podía ser,,,, María no estaba muerta, ni iba a morir. No podía ocurrir tal desgracia.
No podía soportar tal situación, el dolor se reflejaba en el rostro de Juan, su angustia iba en aumento, mientras zarandeaba a María, gritando su nombre, intentando que abriese los ojos. No quería para mi amigo ese dolor, el mismo dolor y sufrimiento que años atrás tuve que sufrir yo. Ese es el más agudo de los dolores, el perder a la persona amada.
Mónica entró corriendo en la alcoba, apenas tardó unos segundos desde que la llamé a gritos, pero para Juan y para mí parecía toda una eternidad esa angustiosa espera. Mónica se acercó a María al verla sin sentido en la cama y le puso su mano sobre el cuello buscando su pulso y acercó su oído al rostro de María para notar la respiración de su paciente. Mónica tras examinar a María nos pidió a Juan y a mí que saliéramos de la habitación, pero Juan se negaba a hacerlo, entre sollozos pedía no separarse de su esposa.
- ¡Por favor, Juan! Necesito atender a María, y aquí y ahora solo sois una molestia para mí. Les ruego abandonen la habitación.- nos pidió muy nerviosa con una mirada muy seria, más que un ruego a mí me pareció una orden.
- ¡Vamos Juan! Dejemos a Mónica hacer su labor.- le pedí a Juan intentando parecer calmado, mientras la preocupación por María me estaba ahogando. Pero intentaba que Juan se tranquilizara un poco.
Cogiendo a Juan de su brazo le ayudé a levantarse del suelo, donde estaba arrodillado junto a su amada y ambos salimos de la alcoba en silencio dejando a María en manos de Mónica, confiaba en que Mónica solucionara tal situación. No tardó mucho tiempo en salir Mónica de la habitación y volvió a llamar a Soledad y a Encarna para que le ayudara con María, ambas profesoras entraron en la habitación.
- ¡Mónica, por favor!- llamé su atención asiéndola del brazo antes de que cerrara la puerta.- No nos dejes con esta incertidumbre, ¿como se encuentra María?- le supliqué una contestación mirándola fijamente a los ojos.
Mónica clavó su mirada en mis ojos por unos segundos, para después mirar a los ojos de Juan.- Su estado es muy delicado, María esta sangrando de nuevo.- respondió Mónica antes de cerrar la puerta y volver junto a María. El tiempo apremiaba y Mónica no podía perder el tiempo.
El semblante de Juan reflejaba más preocupación y angustia, si eso era posible. Juan miró a su recién nacido hijo, que aun portaba en sus brazos, dedicándole una cálida y tierna mirada, mientras acariciaba su diminuto rostro, acto seguido le dió un delicado beso en la frente. Y sin mediar palabra Juan me entregó a su hijo, yo lo acepté y lo estreché contra mi pecho, era una criatura tan pequeñita y delicada que temía se me cayera al suelo o cogerlo con mucha fuerza y hacerle daño, no me sentía muy cómodo teniendo a la criatura en brazos. Una vez que Juan dejó a Lukas bien seguro en mis brazos se marchó bajando las escaleras para bajar a la planta inferior.
- ¡Juan, Juan!- lo llamé, mientras bajaba las escaleras.- ¿Por qué os marcháis y a donde vais?- le exigí una respuesta, pero Juan siguió su camino sin dar respuesta a mi pregunta, dejándome allí de pie en lo alto de las escaleras con Lukas en mis brazos.
Yo quería seguir a Juan y no dejarlo solo en estos duros momentos, pero no podía llevando a Lukas en mis brazos, siempre me ha aterrado tener a un bebe en brazos, son tan delicados que siempre me asusta hacerles cualquier daño. Por fortuna una doncella pasó por aquí y le confié el cuidado de Lukas.
- ¡Por favor! Os ruego que os ocupéis de hijo de Lukas y María.- le pedí a la doncella.
- Lo haré con mucho gusto Señor, lo cuidaré como si se tratase de mi propio hijo.- replicó la doncella recogiendo a Lukas de mis brazos, y sonriéndole a la criatura.
- ¡Muchas gracias!- le agradecí de todo corazón.
- De nada, Señor, será un placer cuidar de este pequeño ángel.- me dijo la doncella sin dejar de ver al pequeño con mucha ternura.
Una vez dejado Lukas en buenas manos, salí en busca de Juan, me preocupaba su estado y pensaba que no sería muy bueno para él estar solo, sin nadie que le diera su apoyo, en estos momentos tan duros para Juan.
En la entrada de la Hacienda, entre toda la gente que estaba ahí esperando noticias me encontré a Carlos, a Annabella y a su Abuela, como todos los demás estaban muy preocupados por María y su pequeño.
- ¡Padre! ¿Como está María?- me preguntó Carlos muy preocupado por su querida profesora.
- En estos instantes está siendo atendida por la doctora.- le respondí, intentando ocultar mis miedos.
- ¿Y el bebe?- preguntó Annabella, clavando sus hermosos ojos verdes en los mios.
- Es un varón fuerte y muy hermoso.- contesté a la joven.
- Hace unos instantes Juan pasó por aquí, ni siquiera se paró cuando intenté hablar con él.- comentó la abuela de Annabella.
- Disculpadme mi Señora, pero he de encontrar a Juan, lo antes posible.- me disculpé y continué mi camino.
Apenas había dado unos cuantos pasos, cuando estando en el porche de la casa, noté como alguien tiraba de mi brazo, deteniendo mis pasos.
- ¡Cariño! Os conozco desde que erais un niño y no podéis engañarme, ¿qué esta ocurriendo?- me preguntó la Madre de Ella con un semblante muy serio.
- El niño, esta muy sano, es un niño muy fuerte, pero...- por un momento guardé silencio dudando si decirle la verdad o no.
- ¿Pero...?- preguntó la dama exigiendo una respuesta, a la vez que me cogía de los hombros.
- María,,,. Su estado es muy delicado, ha perdido mucha sangre y la doctora en estos momentos intenta detener la hemorragia.- respondí a su pregunta con la vista clavada en el suelo, y una lágrima rodó por mi rostro, hasta acabar cayendo al suelo.- Tengo que encontrar a Juan lo antes posible, le pido disculpas por ello, pero tengo que dejaros.
- No te preocupes, Cielo.- me dijo, con rostro apenado.- Busca a Juan, debe estar pasándolo muy mal, lo vi antes, creo que se dirigía a la Capilla.- me informó, soltando mis hombros para dejarme ir.
- Gracias Señora, por tal información.- le agradecí y continué mi camino en busca de Juan.
Unos cuantos minutos más tarde llegué a la Capilla de la Hacienda, entré sigilosamente en esta y allí encontré a Juan, estaba arrodillado delante del gran Cristo que estaba justo detrás del altar. Juan estaba rezando, rogando por su querida esposa, me acerqué poco a poco a Juan, al parecer no se había percatado de mi presencia, Juan rezaba en silencio, con sus ojos cerrados, la lágrimas rodaban por sus mejillas para caer sobre sus dos manos unidas fuertemente delante de su pecho.
Cuando apenas me quedaban unos metros para llegar a Juan, justo delante mía apareció Ella, tan hermosa y bella como siempre, pero con la preocupación reflejada en su angelical rostro. Intenté hablar con Ella, pero justo en el momento que las palabras estaban a punto de salir de mi boca, Ella puso sus delicados dedos en mis labios, impidiendo que hablase, así que como era su deseo guardé silencio, tan solo le miraba a sus ojos esmeralda intentando sonreirle. Ella me dió un cálido abrazo, al que yo respondí abrazándola con fuerza y dejándole caer algunas lágrimas, sobre la suave y blanca piel se su hombro, mientras que Ella acariciaba mi cabello en señal de consuelo. Permanecimos así fundidos en un fuerte abrazo por un par de minutos y acto seguido Ella cogió mi mano, caminamos alejándonos de Juan, que seguía rezando sin haberse dado cuenta de nuestra presencia. Al llegar a los últimos asientos de la Capilla Ella se detuvo y se arrodilló, invitándome a hacer lo mismo, y así lo hice, Ella juntó sus finas manos y comenzó a rezar en silencio, y yo lo hice también cerrando los ojos.
"Señor, hace mucho que no rezo, no soy muy devoto y apenas visito la Iglesia. Hubo un tiempo incluso en el que os maldecí, cuando decidísteis llevaros a lo que más amaba en este mundo, todo esto fruto del dolor que se había instalado en mi corazón, pero en vuestra inmensa sabiduría, me devolvisteis aquello que antes me fue arrebatado, y ahora esta aquí, junto a mí, a mi lado. Ambos te rogamos por lo mismo, te pedimos que protejas a María y que no te la lleves contigo. Juan y María son unas personas muy queridas por nosotros y merecen ser felices, no les dejes sufrir, acaban de ser Padres y merecen tener una feliz vida junto a su hijo, los tres juntos, por favor, no les arrebates esta felicidad permitiendo que la muerte se lleve a María. No condenéis a Juan a sufrir lo mismo que sufrí yo hace unos cuantos años.
Aquí de rodillas, postrado ante vos os suplico por la salvación de María. Si creéis que no soy digno de esta petición, entonces escuchad a los que ahora ruegan por lo mismo, escuchad las suplicas de Ella y las de Juan, un marido que os suplica por su esposa. AMÉN."
Cuando terminé mi oración abrí los ojos y Ella estaba allí mirándome con sus verdes ojos y sonriéndome, no sé por qué pero aquella sonrisa suya llenó mi corazón de ánimos y una cálida sensación invadió mi cuerpo y mi espíritu, Ella ya estaba de pie y ofreciéndome su frágil mano me ayudó a incorporarme, agarrados de la mano salimos de la capilla en silencio y sin molestar a Juan, que aun seguía arrodillado, rezando frente al Cristo.
- Perdonadme por haberme inmiscuido en vuestros asuntos.- se disculpó Ella, ofreciéndome un cariñoso ósculo y una radiante sonrisa.- Pero en estos momentos, creo que lo mejor para Juan es estar a solas.
- Pensándolo mejor, creo que tenéis toda la razón.- le dije.- No tenéis que disculparos, solo es que estaba muy preocupado por Juan y me tenía un poco inquieto.
- Dejadlo con sus oraciones, eso le hará mucho bien.- me comentó Ella.
- ¿Se salvará María?- le pregunté inquieto.
- Tened fe, Dios dispondrá.- me respondió Ella acariciando mi rostro suavemente.
- Volvamos a la casa.- le pedí.- Estoy preocupado por María, y quiero saber como se encuentra.
- Vamos pues.- me concedió gustosa.- yo también estoy preocupada por ella.
Nos dirigimos hacia la casa pero al llegar Ella volvió a esfumarse como el humo, pero aun así la notaba a mi lado. La gente continuaba esperando noticias sobre la salud de María, había mucha gente tanto fuera como dentro de la Hacienda, pero nadie me preguntaba, todos me abrieron paso y me dejaron pasar, hasta llegar al piso superior.
La alcoba de María seguía con la puerta cerrada, lo que indicaba que la doctora seguía en la habitación cuidando de María, llevaban mucho tiempo con María y cuanto más tiempo pasaba mi angustia iba aumentando, pero de pronto me acordé de Lukas y quise saber como se encontraba. En una sala junto a la habitación de María encontré a la doncella que estaba cuidando de Lukas, estaba sentada en un sillón, con el niño dormido en sus brazos.
- ¿Como se encuentra el pequeño?- pregunté a la doncella en un susurro.
- Se ha quedado dormidito, es todo un cielo.- respondió la doncella muy sonriente, también en voz baja.- Le hemos bañado, se le ha curado la tripita, le hemos vestido, ha comido muy bien y después se ha dormido tan plácidamente.
- Gracias por cuidar de él, Mercedes.- pues ese era su nombre, le agradecí a la doncella.
- Ha sido todo un placer, no da ningún tormento y apenas llora.- me comentó Mercedes.- Señor, ¿queréis tomarlo en brazos?- me preguntó, ofreciéndome al bebe.
- No, por favor, Mercedes seguid cuidándolo, lo estáis haciendo muy bien.- le rogué a Mercedes, no quería despertar a Lukas.
Unos instantes después llegó Juan a la sala, con la angustía aun reflejada en su cara, los ojos rojos de tanto derramar lágrimas y los ánimos por los suelos.
- ¿Se sabe algo de María?- preguntó Juan con una voz apagada.
- Aun no.- le respondí.- Al parecer Mónica continúa en la habitación con María.
- ¿Y Lukas, como se ha portado?- preguntó el preocupado padre.
- Está dormido, Mercedes se está ocupando de él.- respondí señalando el sillón donde estaba sentada la doncella con el niño.
- Muchas gracias, Mercedes.- agradeció Juan a la doncella que cuidara de Lukas, su voz sonaba quebrada, pero una leve sonrisa se dibujó en sus labios al contemplar a su hijo durmiendo.
- De nada, Juan, es un angelito, se ha portado muy bien.- replicó la doncella en voz baja.- Es una delicia cuidar de este chiquitín.
Unos pocos segundos después, la puerta de la alcoba de María se abrió, saliendo de la habitación la doctora con las dos profesoras que le asistieron como ayudantes, Juan y yo corrimos para interceptar a Mónica y ser informados por el estado de salud de María.
El rostro de las tres mujeres eran todo un poema, parecían no tener muy buenas noticias, y al parecer ninguna se atrevía a mirarnos fijamente a los ojos, un escalofrío recorrió mi espina dorsal, dejándome una desagradable sensación. Soledad y Encarnación, se retiraron dejándonos a solas con la doctora.
- ¡Mónica! Por favor, diganos como se encuentra María.- le imploré, ya que Juan parecía no poder articular palabra y el pobre temblaba como una brizna de hierba movida por la brisa.
- Bueno,,, María está,,, María...- intentaba explicarse la doctora.
Juan cogió la mano derecha de Mónica y la miró fijamente a los ojos, sin decir nada, las lágrimas nuevamente volvían a asomarse a los ojos de Juan, la doctora alzó su mirada que instantes antes estaba clavada en el suelo y contempló las lágrimas en el rostro de Juan, que con su mirada le pedía una respuesta clara a la pregunta anterior.
- María está mal, muy mal.- afirmó Mónica francamente.- Ha perdido demasiada sangre y su estado es muy grave.
Al escuchar el informe de la médica Juan apretó con fuerza su mano, Mónica hizo un gesto con su rostro quejándose por la fuerza aplicada sobre su delicada mano.
- ¿Corre peligro la vida de María?- pregunté a la vez que forcé ligeramente a Juan a soltar la mano de Mónica, con lo que Mónica se sintió más aliviada.
- La verdad es que si, no creo que sobreviva a esta noche.- contestó frotándose las manos aliviando la presión, y con sus ojos húmedos por las lágrimas.
Esa noticia cayó sobre Juan y sobre mí como una gigantesca losa, Juan se dejó caer al suelo llorando al recibir tal noticia, ¿como asimilar algo tan terrible?, la perdida de una esposa para Juan y la de una gran amiga para mí.
No, no podía ocurrir algo así, me negaba a aceptarlo, no, no y no,,,, hay que lograr que María sobreviva.
- ¡Mónica, algo habrá que pueda hacerse, hemos de salvarla, no nos podemos rendir y dejarla morir!- le grité a Mónica para que reaccionara, sujetándola por los hombros, sacudiéndola mientras le gritaba, e intentando evitar que mis lágrimas rodaran por mis mejillas, mientras que la joven doctora me miraba muy sorprendida.
- Hay,,, hay una técnica revolucionaria que quizás,,, quizás resulte...- Mónica dudaba si seguir hablando o callar.
Un hilo de esperanza llenó mi corazón y el de Juan, que alzó la mirada mirando a la joven doctora. Pero Mónica estaba pensando frotándose la barbilla con su mano derecha.
- Mónica, por favor, continuad hablando.- le pedí energicamente.- ¿qué técnica es esa?
- Se trata de una técnica pionera, se trata de una transfusión sanguínea, dar sangre de una persona a otra, pero...- Mónica guardó silencio durante unos segundos, mirando a Juan.- solo es efectiva en muy pocas ocasiones.
- Explicaos, ¿qué es lo que queréis decir?- le pregunté con un nudo en la garganta.
- En pocas ocasiones se logra salvar la vida del enfermo.- respondió la doctora.
- Pero hay que intentarlo, aun habiendo pocas posibilidades de éxito, hay que intentarlo.- exclamé cada vez más alterado.
- Las posibilidades de éxito aumentarían si el donante de la sangre fuese de la misma línea sanguínea que María.- afirmó Mónica cabizbaja.- Pero toda su familia está en Galicia.
- Eso no importa, yo mismo le donaré mi sangre a María...- le pedí a Mónica, suplicante.
- Quiero que entendáis que esto es arriesgado, no solo para el enfermo, el donante también puede sufrir algún mal.- nos avisó la joven doctora, con mucha preocupación.
- Pero es la única salida que nos queda.- exclamé totalmente convencido de mi decisión.- No perdamos más tiempo, hagámoslo.
- Si estáis seguro,,, haré los preparativos correspondientes.- dijo Mónica, al ver mi actitud tan convencida.
- No lo puedo permitir.- Juan cogió mi mano, deteniéndome en el acto. Había permanecido arrodillado escuchando mi conversación con la doctora, sin haber dicho ni una palabra hasta el momento.
- ¡Pero Juan! Se trata de la vida de María.- le recriminé algo enfadado con él.- El tiempo apremia, no podemos perder ni un solo segundo.
- Me habéis malinterpretado, Señor.- exclamó Juan, poniéndose en pie.- No puedo permitir que vos hagáis algo así, puede ser peligroso para vuestra salud.
- Juan, no me importa correr ese riesgo.- le dije muy decidido.
- No Señor, os lo agradezco.- me comentó.- Pero es mi esposa y me corresponde a mí ser quien le de la sangre a María, yo debería correr ese riesgo, no vos. Es mi deber como esposo.
Yo asentí con la cabeza, las palabras de Juan tenía mucha razón y yo no iba a discutir con él por este asunto, estaba tan preocupado por la salud de su esposa que si fuese necesario le daría hasta su última gota de sangre a su querida esposa.
- Está bien, Juan, es vuestra esposa, y sois vos quien decide en esta situación.- le concedí, lamentaba haberme metido en medio sin contar con la aprobación de Juan, pero me sentía orgulloso de él, aunque eso no impedía que me sintiera preocupado tanto por María, como por Juan.
- Gracias Señor, por comprender mis sentimientos.- me agradeció Juan.
- Empezamos con la transfusión de sangre.- nos invitaba a pasar a la alcoba la doctora.
Mónica, Juan y yo entramos en la habitación, donde María permanecía inconsciente tumbada en la cama, con un color de piel tan blanco que parecía estar muerta. Mónica pidió a Juan que se tumbara junto a su querida esposa, y así lo hizo este. Acto seguido la joven doctora sacó de su maletín ciertos utensilios, estos eran una gran jeringa, con dos salidas en su extremo y dos catéteres con una fina aguja en uno de los extremos de cada catéter. Mónica acopló los catéteres a la jeringa, y clavó la fina aguja de uno de ellos en el brazo de Juan, que hizo una pequeña mueca de dolor al sentir el pinchazo de la aguja, pero no se movió ni un solo milímetro. El catéter a gran velocidad se fue llenando de la sangre de Juan, hasta que todo el circuito se llenó de sangre. Una vez ocurrido esto, la doctora, clavó la otra aguja en el brazo de María, y comenzó a accionar el émbolo de la jeringa lentamente, arriba y abajo, ayudando al bombeo de la sangre. Mónica permanecía muy seria realizando su labor mirándome fijamente, sentía como si sus bellos ojos me hablaran, como diciéndome que solo cabe esperar a que todo salga bien.
Mientras observaba como Mónica manejaba la jeringa, un delicado olor a jazmín llegó hasta mi olfato, y noté el tacto de una delicada mano sobre mi hombro derecho, antes de girarme a mirar ya sabía de quien se trataba, era Ella, a la que tan solo yo podía ver, que me miraba sonriente. Su preciosa sonrisa iluminó mi alma, y yo también le devolví la sonrisa, al ver su sonrisa mis preocupaciones desaparecieron, esa bella sonrisa me daba esperanzas, me daba confianza, en mi interior sabía que todo iría bien, que no había ningún peligro en este tratamiento, que iba a funcionar y que María se repondría.
Después de un buen rato, Mónica se detuvo y quitó las agujas de los brazos de María y de Juan. Juan parecía haberse quedado dormido y María parecía tener mas color en sus mejillas.
- Es suficiente.- comentó Mónica mientras limpiaba sus utensilios para después volver a guardarlos en su maletín.- Parece que todo a salido perfecto.
- No lo parece, ha salido perfecto.- le dije, lo que hizo que Mónica me mirara con una expresión de curiosidad en su rostro.
- Solo hay que esperar a ver como reaccionan ambos.- comentó Mónica.- Juan esta algo débil por la sangre perdida, necesita descansar, y María parece menos pálida, pero es pronto para cantar victoria.
- Miradlos bien a los dos.- le indiqué.- Se que van a recuperarse ambos, tened confianza.
- No puedo tener tanta confianza como vos.- replicó la joven doctora.- Hasta que no pase un poco de tiempo.
- Veréis como todo irá bien.- le dije.
- Ojalá pudiera tener vuestra confianza.- me dijo Mónica que aun permanecía seria.
El sol había caído y el oscuro manto de la noche comenzaba a cubrirlo todo, la gente que esperaba noticias de María continuaban en la casa y en al jardín, donde muchos portaban velas encendidas, y se oía alguna que otra plegaria por la recuperación de María. Pensando en toda esta esta gente pedí a los empleados de la casa que preparasen comida para toda esta gente que esperaban desde hacía unas cuantas horas, pero como había tanta gente mandé pedir ayuda a los empleados del Colegio para cubrir las necesidades de toda esta gente. En poco tiempo había varias doncellas portando bandejas con comida y bebida para todos, se prepararon algunas mesas en el jardín donde todos se pudieran sentar a probar bocado. La noche era un poquito fresca, pero sin frío, con una temperatura muy agradable.
Mónica y yo nos unimos a esta improvisada cena, todos nos preguntaban por el estado de María, y tanto Mónica como yo tuvimos que responder a las mismas preguntas decenas y decenas de veces, era un poco agobiante, pero todos querían mucho a María y era muy normal todo este interrogatorio.
Carlos, Annabella y su abuela eran los que más preguntaban, ya que eran los mas cercanos a mí en la mesa, pero una vez contestadas todas sus preguntas, parece que se quedaron algo más tranquilos.
Tras la cena la mayoría de los estudiantes, en especial los más jóvenes, se retiraron a descansar a los dormitorios del Colegio, los más mayores y los profesores tardaron mucho más en retirarse a dormir. Carlos también se retiró a descansar tras este día tan duro, Annabella junto a su abuela también se fueron a dormir a su Hacienda. Y la doctora Mónica se quedó a dormir en la casa, donde se le preparó una alcoba, por si necesitábamos de sus servicios durante la noche.
Pasada la medianoche, pasé para ver a Lukas en su habitación, el bebe dormía placidamente en su cuna, mientras Mercedes estaba sentada en una butaca, junto a la cuna, Mercedes también se había quedado dormida. Sin hacer ruido me acerqué a la cuna para ver de cerca a Lukas y le dí un delicado beso en su frente, y abandoné la habitación sin despertar a Lukas, ni a su cuidadora.
Después fui a la alcoba de Juan y María, donde ellos descansaban, y una joven doncella velaba sus sueños, sentada en un sofá frente a la cama..
- ¡Buenas noches, Señor!- me saludó en voz baja.
- ¡Buenas noches!- le devolví el saludo.- ¿Como se encuentran?
- No hay ninguna novedad, Señor, no se han movido nada.- me respondió.
- Esta bien, puede retirarse a descansar. Yo me quedaré con ellos el resto de la noche.- le dije a la doncella.
- Gracias, Señor.- me agradeció, se levantó del sillón y se retiró.
Me acomodé en el sofá, donde anteriormente estaba sentada la doncella, apagué las velas del candelabro que estaba sobre una pequeña mesa junto al sofá, y la alcoba permaneció casi en penumbras, tan solo iluminada por la luz de la luna, que entraba por el gran ventanal, los rayos de la luna iluminaba a la pareja en la cama, lo que me permitía verlos con cierta claridad.
Sentada junto a mí apareció Ella, con una amplia sonrisa, me dió un dulce beso en los labios, y se abrazó a mí, apoyando su cabeza sobre mi hombro izquierdo y mirando a María y Juan.
- Están bien, solo duermen.- me dijo Ella.- No corren ningún peligro.
- Lo se.- le repliqué mientras miraba a la pareja.
En silencio, muy abrazaditos, estuvimos velando los sueños de María y Juan. Ni si quiera me di cuenta en que momento el sueño me venció y caí en los brazos de Morfeo.

La luz del sol me daba en el rostro y los pájaros cantaban en el jardín, lo que hizo que me despertase y cuando abrí mis ojos, observé que Juan ya no estaba en la cama. Esto me sorprendió mucho no sabía que había pasado con mi amigo, de un salto me puse en pie para salir y buscar una explicación a este hecho. Pero en ese preciso momento Juan entraba en la alcoba con Lukas en sus brazos.
- Amigo mio, ¿estáis bien?- le pregunté respirando alteradamente.
- Si Señor, me encuentro muy bien.- me respondió Juan.- Me desperté hace un rato y no quise molestaros mientras dormíais y fui a ver como estaba mi hijo.
- Me sorprendí mucho al no veros en la cama.- le informé.- Me habéis preocupado.
- Lo lamento Señor.- se disculpó Juan.- No quise preocuparos.
- Tranquilo Juan, me alegro que os encontréis tan bien.- le dije a mi amigo.
El rostro de Juan se iluminó con una amplia sonrisa, lo que me dejó muy sorprendido.
- ¡Buenos días!- una voz sonó a mi espalda, lo que hizo que me volviera rápidamente y al igual que a Juan, una sonrisa de felicidad se dibujaba en mi rostro.
- ¡María!- gritemos a la vez Juan y yo, a la vez que ambos nos acercábamos a la cama.
- ¡Lukas, hijo mío!- exclamó María al ver a Juan con el bebé, ella extendió sus brazos pidiendo que le entregara a su hijo, y Juan le hizo entrega del pequeño.
- ¿Te encuentras bien, Cariño?- preguntó Juan a su querida esposa.
- Si, me encuentro bien y muy feliz.- respondió.- Pero...
- ¿Pero...?, ¿que es lo que os sucede?- le pregunté preocupado.
- Tengo hambre.- contestó María sonriendo y guiñandonos un ojo.
Lo que hizo que Juan y yo riéramos a carcajadas, María nos sacó la lengua burlona y también comenzó a reír.
- ¿Qué escándalo es este?- preguntaba Mónica que entraba en ese momento en la alcoba.- Ya veo que los dos os encontráis bien, me alegro por vosotros.
- Gracias por todo. Mónica.- le agradeció María.
- No es nada, es mi trabajo.- le quitó importancia a lo que había logrado.
- María se ha despertado con hambre.- apuntó Juan, aun riendo.
- Eso es una buena señal.- comentó la doctora.
- En seguida te traigo un delicioso desayuno, querida.- le dijo Juan a la madre de su hijo y salió en busca de ese desayuno.
- La transfusión sanguínea ha funcionado muy bien.- exclamó una feliz y sonriente doctora.
- Me alegro enormemente.- señalé, mientras contemplaba a la feliz mamá con su hijo en brazos.- Los malos momentos han quedado atrás.

4 comentarios:

Sol dijo...

oh por dios!!!! casi muero del susto!1 pense que maria se nos iria!!! ahhhhh!! pero al fin la tormenta paso y salio el SOL!! hahahah exelente capitulo sir Batoosahi ahora ¿que pasara??? espero el siguiente!1 y espero solo buenos moments!! saludos y besos!!!1 :*

sabores compartidos dijo...

Me ha gustado mucho el relato ya que me tenia el corazón en un puño hasta el final. Que bueno que todo saliera bien y que la sra de los ojos verdes estuviera por allí, no crees? jeje
Venga un abrazo amigo

BATOOSAHI dijo...

Es que no todo es felicidad en esta vida, en ocasiones también hay malos momentos,,,, pero como bien dices salió el SOL, gracias por pasar por este Rincón...
un gran besazo!!!

BATOOSAHI dijo...

Gracias amigo por visitarme y disfrutar con mi relato..
Mis saludos!!!!