miércoles, 6 de octubre de 2010

EL CORSARIO, DE LORD BYRON.


En el fondo mi alma lleva un tierno secreto
solitario y perdido, que yace durmiendo;
pero a veces, mi pecho al tuyo respondiendo,
como antes sufre y tiembla de amor, desesperado.

Ardiendo en pausada llama, eterna pero oculta,
hay en su centro como una candela fúnebre,
pero su luz parece no haber brillado jamás:
ni alumbra ni combate mi oscura situación.

¡No me olvides!... Si algún día pasas por mi tumba,
tu pensamiento reclina apenas en mí, perdido.
El dolor que mi pecho no venciera, el único,
es pensar que en el tuyo pudiera encontrar olvido.

Escucha, alucinadas, tímidas, mis últimas palabras-
la virtud a los muertos no niega esa merced;
dame... cuanto pedí. Dedícame una lágrima,
¡la sola recompensa en pago de tu amor!...

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