lunes, 9 de mayo de 2011

UNA NUEVA VIDA. 10ª Parte: Padre e Hijo.



Ya había salido el sol, los pájaros cantaban y un nuevo día había comenzado. Lo cierto es que me levanté algo tarde, estaba muy animado y muy contento. Cuando entré en el comedor Juan y María ya estaban sentados a la mesa para tomar su desayuno. Se les veía tan tristes, apenados y aún no habían probado bocado, claro, es cierto, ellos aún no saben lo que ha ocurrido durante la noche, menuda sorpresa se van a llevar.

- ¡Buenos días!- les saludé a ambos, muy contento.
- ¡¿Buenos días?!- me respondieron a la vez, entre extrañados y sorprendidos, a la vez que se miraban entre ellos. Esta claro que no entendían mi buen humor.
- Hoy es un día maravilloso.- agregué.
- ¿Os encontráis bien?- preguntó Juan muy desconcertado.
- Estupéndamente, estoy pletórico.- le contesté.
- Yo diría que os habéis vuelto loco.- dijo María muy enfadada.- ¿es que ya os habéis olvidado de Carlos?
- No, para nada.- le respondí a María, con una pícara sonrisa en mi rostro.- No podría olvidarme de él nunca.
- Desde luego habéis perdido la cordura.- apuntó María.
- Jajajajaja....- me reí, mientras Juan y María me observaban muy sorprendidos, como quien no comprende lo que está sucediendo.

Fue en ese preciso momento cuando Carlos entraba en el comedor, ver las caras de asombro de Juan y María fue muy divertido, los dos me miraban con mirada acusadora mientras yo me reía sin parar.

- Buenos días.- saludó Carlos.

Tanto Juan como María rápidamente se levantaron de sus asientos y corrieron hacia Carlos y lo abrazaron fuertemente.

- Menuda sorpresa.- dijo Juan.
- Buenos días, Cariño.- le saludó María, a la vez que le dió un par de besos en las mejillas, sin dejar de abrazarlo.
- Bueno, vale, que me estáis atosigando.- se quejó Carlos.- me alegro de haber vuelto, pero por favor, dejadme respirar, que me estáis ahogando.

Juan y María se despegaron de Carlos y los tres tomaron asiento, y por fin pudimos desayunar, al ver entrar a Carlos, esta claro que María y Juan cambiaron de humor, les cambió el rostro y ahora, ya si estaban comiendo, parece que la buena noticia les ha abierto el apetito.

- ¿Vos ya lo sabíais, verdad Señor?- me preguntó Juan con un tono algo recriminatorio.
- Así es, Carlos llegó muy entrada la noche, cuando todo el mundo ya se había retirado a sus aposentos. Me pareció demasiado tarde como para despertaros y comunicaros lo ocurrido- le respondí.- Además ha sido muy divertido ver vuestras caras cuando ha aparecido Carlos, por esa puerta.
- Pero, ¿como es que está de vuelta?, ¿y sus tíos, donde están?- preguntaba María muy agitada.
- En realidad esas personas no eran tíos mios.- contestó Carlos.
- ¿Como?- preguntaron a le vez Juan y María muy sorprendidos.
- Tranquilos, sigamos desayunando, mientras os cuento todo lo ocurrido.- les dije a ambos.

Ellos aceptaron y mientras estábamos desayunando les fui narrando toda la historia, sobre el regreso de Carlos, de que sus tíos, en realidad, solo eran unos estafadores, que solamente pretendían ganar dinero con este asunto, aprovechando el cariño que le tengo a Carlos. Les conté que el padre de Carlos había sido un bandolero y de como este dejó esa vida, por el amor que le tenía a su hijo, y como ese bandolero, conocido mío, nos devolvió de nuevo a Carlos. Todos me escucharon con mucho interés sin interrumpirme, incluso Carlos, no perdían detalle de todo lo que estaba narrando, todos me miraban con los ojos muy abiertos.

- ¿Mi padre era un Bandolero?- preguntó Carlos tímidamente.
- Si lo fue, pero lo dejó todo por ti.- le dije.- no pienses mal de él, ante todo vuestro padre os quería mucho.
- De eso estoy seguro, él me quería mucho, si no pienso mal de él.- me dijo Carlos.- Lo único, es que mi padre jamás me contó nada de esto.
- Quizás, vuestro padre no estaba orgulloso de su vida.- le comenté.- y es por ello que nunca os contó nada de su vida, antes de vuestro nacimiento.
- Puede que así haya sido.- dijo Carlos.- pero debió haberme contado estas cosas, yo no lo habría querido menos por ello.
- Lo sé Carlos, lo sé.- le respondí a la vez que me acerqué a él y le dí un abrazo.
- Un momento, perdón por la interrupción.- comentó María algo alterada.- ¿Anoche hubo bandoleros en casa?
- Si, pero tranquila, no pasó nada.- le dije para tranquilizarla.- no hubo ningún peligro para nadie.
- Pero los bandoleros estuvieron aquí.- volvió a decir muy asustada.
- Pero, por lo que me dijo el Bandolero, nunca nos habría hecho ningún daño, es un bandolero muy especial, me cae bien ese tipo.- le dije para tranquilizarla.
- ¿Estáis seguro de ello?, ¿no van a volver?- preguntó María algo más tranquila.
- No, no van a volver.- le dije.

María se quedó más tranquila después de oír mis palabras, parece ser que tenía mucho miedo a los bandoleros, pero se tranquilizó y se quedó algo más relajada. Ahora ya había llegado el momento, ese momento que llevaba tanto tiempo esperando.

- Carlos, aquí delante de Juan y de María, quiero preguntarte algo.- le dije.

Juan y María me miraron sonrientes, parecían haber adivinado cuales eran mis intenciones, ellos también estaban esperando este momento.

- ¿Qué es lo que queréis preguntarme?- preguntó Carlos muy curioso.
- Bueno, hace tiempo, que una idea me ronda en la cabeza.- le dije.- y puesto que es algo que tiene que ver contigo, quería consultártelo primero.
- Me estáis poniendo nervioso.- me dijo.- decidme que es lo que estáis pensando.
- Bien, lo que quería consultarte es...- le dije.- ¿Que te parecería ser mi hijo?
- ¿Como?- preguntó.- Explicaos, por favor.
- Quisiera adoptarte.- le informé.- quiero que seas mi hijo legalmente, ¿que te parece?
- ¿Vos queréis ser mi padre?- exclamó Carlos, guardó silencio por unos segundos mientras pensaba...- Sí, sí quiero que seáis mi nuevo padre, me encantaría ser vuestro hijo.
- Lo deseo tanto, quiero que seáis mi hijo cuanto antes, no quiero que os alejéis de mí nunca más.- le dije mientras le daba un abrazo.

Juan y María se acercaron a nosotros y se abrazaron a nosotros, todos estábamos muy contentos y muy felices.

- Ahora solamente falta legalizarlo todo.- comenté.- Juan, ¿podrías...?
- Enseguida, Señor.- me interrumpió.- Voy a avisar al Licenciado Gutiérrez, para que comience con los trámites.
- Gracias, Juan, parece que me has leído el pensamiento.- le agradecí.
- Jajajaja...- rió Juan.- En este momento es muy fácil saber lo que pensáis.

Juan salió a buscar al Licenciado, para comunicarle los hechos y que actúe en consecuencia. Ya no había ningún problema para la adopción, ya podíamos comenzar con todos los trámites legales.

- Os felicito a ambos, me alegro mucho por vosotros.- nos comunicó María, a Carlos y a mí.
- Muchas gracias María.- le agradecí.
- Gracias.- replicó Carlos.- realmente que me siento muy feliz.
- Pues claro que sí, Carlos.- dijo María.- Seréis muy felices los dos como padre e hijo.
- Lo seremos.- dije.- seremos muy felices.
- Bueno ya va siendo hora.- dijo María.- ¿Nos vamos para la biblioteca?, Carlos, hay que empezar con las clases.
- Bien, empecemos con ellas.- respondió Carlos.
- Eso a estudiar, no descuides tus estudios.- le dije a Carlos.
- Hasta luego, después nos vemos.- se despidió María, conforme ella y Carlos salían del comedor.

Al cabo de unas horas Juan había vuelto de ver al Licenciado Gutiérrez, y me comunicó que este empezaría con todos los trámites enseguida sin perder más tiempo, y que en unos días me avisaría para firmar toda la documentación necesaria para legalizar la adopción.

Y así fue, en dos días el Licenciado Gutiérrez me reclamó para ir al Juzgado y al Registro para la firma de todos los documentos que necesitábamos para la adopción. Después de unas cuantas firmas, ya era un hecho, Carlos ya era mi hijo, por fin ya era padre, me sentía enormemente feliz.

Cuando regresé a casa todos me estaban esperando, todos querían saber como había transcurrido las cosas. En cuanto entré en casa todos se acercaron a mí preguntando, incluso los criados estaban esperando noticias. Todos preguntaban a la vez, que locura, tanta gente a mi alrededor y preguntando.

- ¡Calma!, ¡Por favor, un poco de silencio!- dijo Juan alzando la voz, con lo que todos guardaron silencio.- Señor, por favor, contadnos todo lo ocurrido.
- Sí, que la curiosidad me mata.- comentó María.- ¿qué sucedió?

Yo sin decir una palabra y con un rostro serio, caminé hacia donde se encontraba Carlos. Y apoyé mi mano derecha sobre su hombro izquierdo.

- ¡Carlos! Ya eres mi hijo.- le dije, a la vez que mi rostro serio se transformaba en el rostro de un hombre feliz, el rostro de un hombre que estaba pletórico.

Cuando dije esto el jubilo inundó la casa, todos nos felicitaban y daban gritos de alegría. Y el que parecía más feliz sin duda era Carlos que se me abrazó muy fuertemente, yo le devolví el abrazo, y después de unos segundos levanté a Carlos por los aires, por encima de mi cabeza.

- ¡Damas y Caballeros!- llamé la atención de todos los presentes.- ¡Les presento a mi hijo!

Y todos comenzaron a aplaudir, la alegría era total, todos, absolutamente todos, estaban muy contentos y lo demostraban con sus risas y gritos.

- Mis felicitaciones, Señor y señorito.- nos felicitó Juan.
- Muchas gracias, Juan.- le respondí.
- No me llames señorito.- se quejó Carlos.- no me gusta para nada.
- Mi más sincera enhorabuena.- nos dijo María con lágrimas de felicidad en los ojos.
- Gracias María, muchas gracias.- le dije.
- No te creas que por ser el hijo del Señor, ahora te vas a librar de estudiar duro.- bromeó María con Carlos.
- No ahora estudiaré mucho más.- le contestó Carlos.- tengo que estar a la altura de MI PADRE.

MI PADRE, Carlos lo había dicho, soy su padre, sentí tanto júbilo al oír a Carlos referirse a mí de esa manera, que parecía que mi corazón estaba a punto de estallar de tanta alegría, esto merecía una celebración.

- ¡Esto hay que celebrarlo!- grité.- Preparen una gran fiesta y avisen a todos los empleados de la Hacienda, que no falte nadie, quiero a todo el mundo celebrando este día.

En poco tiempo se preparó una gran fiesta el los jardines, el clima acompañaba, hacía un día formidable, lucía el sol pero no hacía mucho calor. Se sacaron algunas mesas al jardín, los cocineros prepararon gran cantidad de manjares, y se llenaron las mesas de comida y de bebida. Se llamaron a todos los jornaleros de la finca, que acudieron con sus familias. Hoy no se trabaja, hoy es un día de fiesta y de celebración, quería hacer a todo el mundo participe de mi alegría.

Todos comieron, bebieron y disfrutaron, todo el mundo se estaba divirtiendo y pasándoselo en grande, todo lo que yo quería. Todo el mundo me felicitó a mí y a Carlos, y los vítores eran muy frecuentes, y Carlos lo disfrutaba muchísimo, estaba tan feliz.

Cuando todos ya se habían saciado, y se habían relajado, la verdad es que algunos habían bebido de más, y estaban algo borrachos, muchos se retiraron a descansar o a dormir la borrachera. Los niños disfrutaban jugando y correteando de un lado para otro, y Carlos disfrutaba con sus amigos.

Juan, María y yo contemplábamos como Carlos y sus amigos jugaban, sentados en un banco.

- Ha sido una gran fiesta.- comentó Juan.
- Teníamos algo que celebrar.- le dije a Juan.
- Si una celebración muy esperada.- apuntó María.
- Desde luego que esperábamos esto.- dijo Juan.
- Todos lo esperábamos.- dije.- y al final se ha cumplido, por fin Carlos es mi hijo.
- ¿Que se siente al ser padre?- preguntó Juan.
- Lo cierto es que estoy muy feliz.- le contesté.- pero a la vez estoy aterrado.
- ¿Aterrado, pero por qué?- preguntó María.
- No sé, ¿y si no resulto ser un buen padre?- repliqué.
- ¿Pero que estáis diciendo?, pero si habéis tratado a Carlos muy bien, creo que seréis un padre genial.- dijo María.
- María tiene razón.- dijo Juan.- la única diferencia, es que ahora tenéis un papel que os acredita como su padre, pero siempre habéis sabido tratarlo muy bien. Seréis un padre perfecto.
- Gracias a los dos, muchas gracias.- les agradecí.- Hay algo que me gustaría preguntaros, María.
- Preguntadme lo que queráis.- dijo María.
- Bueno, hace días cuando os conté lo de la vuelta de Carlos, os vi muy nerviosa al contaros lo del bandolero, y quisiera saber cual es la razón de ese nerviosismo.- le dije.
- Si, la verdad es que también tengo curiosidad por ello.- comentó Juan.
- Bueno es que yo tuve una mala experiencia con los bandoleros.- dijo María, con la mirada clavada en el suelo.
- ¿Como?, ¿qué es lo que os sucedió?- le pregunté.
- Si, contadnos más.- pidió Juan.
- Bueno, lo que sucedió, fue lo siguiente.- comenzó María a contarnos.- Cuando llegué a Andalucía, llegué viajando en una diligencia, y cuando esta estaba atravesando Sierra Morena, fuimos asaltados por una partida de bandoleros. Estos bandoleros dispararon al conductor y lo hirieron gravemente, nos robaron todo lo que llevábamos todos los viajeros, y golpearon a los hombres. Yo pasé mucho miedo y estaba muy asustada, pensé que íbamos a morir todos, estaba totalmente aterrada. Por todo esto que me ocurrió, es por lo que tengo tanto miedo a los bandoleros.
- Eso debió ser una experiencia terrible.- le dije a María.
- Santo Dios, que miedo tuviste que pasar.- comentó Juan.
- Si que lo pasé mal, por fortuna el conductor se recuperó, y no murió nadie.- dijo María.- es algo que no quisiera repetir, y no se lo deseo ni a mi peor enemigo.
- Desde luego que es algo por lo que no me gustaría pasar.- exclamé.
- Yo también tengo curiosidad por saber algo sobre vos.- me dijo María.
- Si, adelante, ¿qué es lo que queréis saber de mí?- le pregunté a María.
- Bueno, lo que quisiera saber es, ¿como es que conocéis a un Bandolero?- me preguntó con mucha curiosidad.
- Digamos que he coincidido con él en varias ocasiones.- le comenté.
- ¿Sois amigos?- preguntó María.
- Decir que somos amigos, es decir mucho.- le dije.- digamos que somos conocidos, pero nos caemos bien, yo le respeto y él me respeta.
- ¿Y como os conocísteis?- preguntó con mucha curiosidad María.
- Bien, os cuento.- empecé a contar.- Cuando yo tenía unos trece años, Ella y yo estábamos en el mercado de la Villa, y vimos como unos comerciantes golpeaban a un crío, porque este le había robado, pero lo único que robó fue comida para alimentar a su familia. Yo intervine y le ayudé, pagué su deuda y me ofrecí a ayudarle, pero poco después este chico se marchó de la Villa con su familia. Este chico era en bandolero que nos devolvió a Carlos.
- Así, que de pequeño ya erais muy bondadoso, y por eso ese bandolero os respeta tanto.- comentó María.
- Pero eso no es todo.- me apresuré a apuntar.
- ¿Aún hay más?- preguntó María.
- Así es.- le respondí.- Cuando regresaba a casa, para ver a Ella, pero por desgracia llegué tarde, pues Ella ya había muerto, un grupo de bandoleros me asaltaron, he intentaron robarme mis pertenencias. Yo estaba tan ofuscado por la muerte de Ella, que sin pensármelo dos veces, cargué contra este grupo de hombres armados, ya me daba igual vivir o morir, y cuando estaban a punto de dispararme, su cabecilla les detuvo y me dejó pasar sin ningún problema. Resultó que el bandolero que mandaba en esta partida era aquel chico que ayudé en el mercado de la Villa. Así que ya sabéis de donde conozco a ese bandolero. Yo le presté mi ayuda, y este a la vez me devolvió el favor.
- ¡Es una historia fascinante!- dijo María muy sorprendida.- Después de muchos años, aquel chico aún os recordaba.
- Si, siempre me recordó, y aunque parezca raro, es uno de los hombres más nobles que conozco.- le dije.
- Parece que le admiráis.- señaló María.
- La verdad es que sí.- le dije.- le admiro desde la primera vez que le vi en la plaza siendo apaleado, y de su boca no salió ni un solo grito de dolor, ni una sola queja, recibía el castigo por sus actos con mucha dignidad.
- Ahora ya os comprendo.- dijo María.- esta claro que entre ambos hay un fuerte lazo. Yo diría que sí, sí que sois amigos, y muy buenos amigos.
- ¿Eso creéis?- pregunté.
- Si que lo creo.- me respondió.
- Yo también lo creo así.- afirmó Juan.
- Pero lo que sí esta claro, es que le debo mucho, él nos trajo a Carlos de nuevo.- dije mientras miraba a Carlos jugando con sus amigos.

Los tres nos mantuvimos en silencio disfrutando del momento, observando como los críos jugaban al otro lado del jardín. Al poco tiempo Carlos se acercó a nosotros, corriendo y saltando, se le veía tan contento, cuando llegó hasta donde estábamos Carlos nos dijo:

- Juan, María, PADRE, ¿queréis venir a jugar con nosotros?

Que orgullo sentía al escuchar a Carlos llamarme PADRE, la alegría me inundaba, y una gran sonrisa se dibujaba en mi rostro. María y Juan me observaban muy sonrientes, yo les devolví la sonrisa a María sentada a mi derecha y a Juan a mi izquierda. No hizo falta decir nada, los tres nos pusimos en pie a la vez, y nos unimos a los niños, nos pusimos a jugar con ellos. Padre e hijo jugando juntos.

4 comentarios:

MaRy dijo...

Qué bonto!!!!! Por fín son padre e hijo!!!!! :) Que ganas de que esto sucediera, en serio, me alegra mucho que sea así. Y lo que le ha pasado a María con los bandoleros es terrible :( pobre!!! Bueno espero con ansia el siguiente capítulo, besitos !!!¡¡¡¡

Anónimo dijo...

apoyo la 100% a mery estuvo emocionante y que felicidad por carlos ...

MEINSÜNDE dijo...

HHaa sido un ggrann cap. con mucha eemociónn y hasta mmee hhass transmitido la aalegríaa !!!!
PADRE E HIJO que ppalabrass tan importantes para ambos, llevan iimplícitass tantas cosas ...

Es incrible ccomoo tu rredacciónn mejora, es estupendo Batoosahi, ccadaa vez me ssorprendess más; y los ddiálogoss me han encantado ...
llaa verdad es qquee he disfrutado mmuchoo del cap. y oobservoo que cada vvezz son más llargoss... genial !!!!

Sigue así, lo ddichoo ... como el buen vvinoo !!

MMuchoss besos con cariño.

Anónimo dijo...

deduzco que para un padre ... de las cosas maravillosas que les pueden ocurrir es escuchar a su hijo llamarlo padre..

un precioso capitulo lleno de sentimientos...

sir batoosahi...lo haces fenomenal!!!