lunes, 13 de diciembre de 2010

LA SIRENA, DE ALFRED TENNYSON.

Pero por la noche erraría lejos, lejos,
dejaría que cayera mi cascada de rizos,
saltaría aérea sobre el trono y jugaría
con los tritones entre las rocas;
correríamos de aquí para allá, escondiéndonos y buscándonos
sobre los altos y ondulados terrenos marinos en los lechos carmesí,
cuyos plateados riscos se asoman al mar.
Pero si alguien se acerca gritaré
y como una ola saltaré desde las cornisas plateadas
que sobresalen de lo profundo.
Porque a mí no me besaría cualquiera de los atrevidos y
alegres tritones del fondo del mar;
ellos me seguirían y me cortejarían y me halagarían
en el ocaso púrpura del fondo del mar.
Pero el rey de todos ellos sí podría raptarme
y cortejarme, ganarme y casarse conmigo,
entre las ramas de jaspe del fondo marino.
Entonces todos los seres que están en los traslúcidos musgos
del fondo oceánico, se enroscarán silenciosamente
a mis pies de plata, mirando hacia arriba, buscando mi amor.
Y cuando yo cantara alegremente desde lo alto,
todos los seres blandos, ahorquillados y con cuernos
se asomarían a la honda esfera del mar
y mirarían abajo buscando mi amor.

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