viernes, 3 de diciembre de 2010

MADRE TIERRA, DE HOWARD PHILLIPS LOVECRAFT.

Una noche, vagando, bajé por el talud de un hondo valle, húmedo y silencioso. Su aire estancado exhalaba un vaho de podredumbre y una frialdad que me hacían sentir enfermo y débil.

Los árboles, numerosos a cada lado, se cerraban como una banda espectral de trasgos, Y las ramas contra el cielo menguante tomaban formas que me daban aterradoras. Sin saber por qué, seguí avanzando.

Parecía buscar alguna cosa perdida como la alegría o la esperanza, pero pese a todos mis esfuerzos no pude encontrar más que los fantasmas de la desesperación.

Los taludes se estrechaban cada vez más.

Pronto, privado de la luna y las estrellas, me vi encerrado en una grieta rocosa tan vieja y honda que la piedra respiraba cosas primitivas y desconocidas. Mis manos, explorando, intentaban rastrear los rasgos del rostro de aquel valle, hasta que en el musgo parecieron encontrar un perfil espantoso.

Ninguna forma que mis ojos esforzados puediesen captar era reconocible.

Pues lo que tocaba hablaba de un tiempo remoto para el paso efímero del hombre. Los líquenes colgantes, húmedos y canosos, me impedían leer la antigua historia.

Un agua oculta, goteando quedamente, me susurraba cosas que no habría debido saber.

...mortal, efímero y osado, guarda para ti lo que cuento, piensa a veces en lo que ha sido, y en las escenas que han visto estas piedras desmoronadas. En conciencias ya viejas antes que tus débiles ancestros apareciesen, y en criaturas que todavía respiran aunque no parezcan vivos a los humanos.

Yo soy la voz de la Madre Tierra, de la que nacen todos los horrores...

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