lunes, 28 de febrero de 2011

OJOS TRANQUILOS, DE KATHERINE TYNAN.

Los muchachos regresan de la guerra,
Con ojos tranquilos para cosas tranquilas,
Un niño, una estrella, un cordero y su esquila,
Un pájaro volcando su canto en la tierra.

Hondos rostros jóvenes, profundamente marcados,
Rasgan el suave satén de la memoria;
Y aún oculta, fuera de la historia,
Continúa ocultando el dolor de los condenados.

Como la pesadilla que muere con el sueño,
La pena y un horror intolerable descansan
En los ojos jóvenes que recuerdan y guardan
Su inocencia, una plegaria sin dueño.

Los ojos mundanos son polvorientos y débiles,
Los ojos del pecado están cansados y fríos,
El joven soldado regresa a casa, vacío,
Con la mirada perdida de los ancianos.

La guerra barre del rostro su inocencia.
¡No hay cura para las heridas invisibles!
Y el alma atisba desde su refugio lo posible:
Ilesa, inmaculada, indemne.

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