Fuera de su guarida del desierto la Lamia vino,
una serpiente deslumbrante tallada como mujer,
me encontró allí, y me saludó por mi nombre altivo;
Los amados labios de días ahora lejanos
entonaron un canto, y cuando escuché a Lamia
me pareció sentir la encarnación de algún santo.
Su belleza letal como un filtro se agitó
a través de mi sangre, echando luz a mi corazón:
me prometí a ella con un ardor inmutable;
Por las extrañas motas blancas de su cuerpo,
por las cosas innombrables que se arrastran entre ambos,
y por los muertos que yacen con nosotros en la noche.
Su piel era más fría que las víboras del pantano,
sin embargo, sobre su pecho perdí mi antigua desdicha
y encontré una alegría prohibida a los profanos.
Fue hace mil años, en el desierto,
que tomé la mano de mi bella Lamia,
y ya nunca más volverán a pasar,
nunca más, aquellos mil años desde que estoy muerto.
una serpiente deslumbrante tallada como mujer,
me encontró allí, y me saludó por mi nombre altivo;
Los amados labios de días ahora lejanos
entonaron un canto, y cuando escuché a Lamia
me pareció sentir la encarnación de algún santo.
Su belleza letal como un filtro se agitó
a través de mi sangre, echando luz a mi corazón:
me prometí a ella con un ardor inmutable;
Por las extrañas motas blancas de su cuerpo,
por las cosas innombrables que se arrastran entre ambos,
y por los muertos que yacen con nosotros en la noche.
Su piel era más fría que las víboras del pantano,
sin embargo, sobre su pecho perdí mi antigua desdicha
y encontré una alegría prohibida a los profanos.
Fue hace mil años, en el desierto,
que tomé la mano de mi bella Lamia,
y ya nunca más volverán a pasar,
nunca más, aquellos mil años desde que estoy muerto.
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