Aún siendo niño, de aquel dolor que damos
a los muertos poco en su corazón pudo encontrar,
sin necesidad de pensamiento, hacia su mente clara
ellos retornan a morir, y él a su vida:
aún cuando las alas de un nuevo amor,
a lo largo de sus plumas de torbellino,
sonríen al recibir el viento de la aurora,
sin disfrutes futuros, echa una mirada atrás,
donde la noche sacude aquel viejo amor fugitivo.
Hay un cambio en la memoria de cada hora,
vemos la última prímula de los campos
cuando las primeras amapolas brotan al romper el día.
¡Dolor por el cambio de las horas!
¡Dolor por todos los amores
que de su mano cayeron
por el orgullo de su juventud,
como las cuentas de un rosario dicho!
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