miércoles, 4 de abril de 2012

LA FLOR DEL AMOR, DE OSCAR WILDE.


Amor, no te culpo, pues mía ha sido la culpa,
al no ser creado por la arcilla común.
Escalé la mayor de las alturas, inalcanzable;
ví el aire pleno, el día más grande.

Desde lo salvaje de mi desperdiciada pasión
fui asaltado por una mejor, más clara canción.
Encendí una ligera luz de abnegada libertad,
luché contra la envilecida cabeza de Hidra.

Han sido mis labios barridos
hacia la música por tus besos, y han sangrado,
y tu has caminado junto a los ángeles
en aquella planicie verde y esmaltada.

He andado por el camino donde Dante
contempló los soles brillando sobre siete círculos,
¡Ah! Tal vez observó a los cielos expandiéndose,
como si se abriesen sobre Florencia.

Y las naciones poderosas que me han coronado,
a mí, que sin corona yazgo sin nombre,
y algún crepúsculo oriental me ha encontrado
de rodillas sobre el umbral de la Fama.

Me he sentado en el círculo de mármol
donde el viejo bardo es igual al joven,
donde la pipa siempre gotea su miel,
y las cuerdas de la lira siempre vibran.

Keats levantó los rizos de su himeneo
desde el vino de las amapolas,
con su boca de ambrosía besó mi frente,
envolviendo el amor noble que hay en mí.

Y en la primavera, cuando las flores del manzano
tiñen el seno de las palomas,
en la hierba yacen dos amantes
que han leído la historia de nuestro amor.

Han leído la leyenda de mi pasión,
y conocido el secreto amargo de mi corazón,
besándose como nosotros nos hemos besado,
pero nunca lejos como nosotros lo estamos.

Pues la flor carmesí de nuestra vida
es devorada por el gusano de la verdad,
y ninguna mano recogerá
los marchitos pétalos de la rosa de la juventud.

Sin embargo, no me arrepiento de amarte,
¿qué otra cosa puede hacer un muchacho?
Los ávidos dientes del tiempo corroen,
persiguiendo las silenciosas huellas de los años.

El timón nos balancea en la tempestad,
y cuando la tormenta de la juventud haya pasado,
sin liras, sin laúd y sin coro,
la tranquila muerte del navegante finalmente llega.

Y dentro de la tumba no hay placer,
el ciego gusano consume las raíces,
y el Deseo se estremece en cenizas,
y el árbol de la pasión no da frutos.

¿Qué otra cosa puedo hacer sino amarte?
La propia madre de Dios me es menos querida,
y menos aún la dulce Afrodita
elevándose como un lirio plateado sobre el mar.

He tomado mi decisión, he vivido mis poemas
y aunque la juventud se haya perdido en indolentes días;
he descubierto que la corona de mirto del amante
es mejor que la del laurel sobre el poeta.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Mi querido amigo, uff adoro al maestro Wilde, que talento ese hombre...no, es que me encanta!!

Por cierto, ya tengo listo el capi 9, y el 10 está casi terminado, más tarde doble ración del Fic, gracias por motivarme :)


besos gitanos

BATOOSAHI dijo...

Como siempre es un placer veros por este Rincón, Princesa Gitana, agradezco mucho vuestros comentarios.

Ya estoy deseoso de leer dos capítulos nuevos!!!!

un besazo!!!!